El adiós a una voz que estremeció a una nación

Ahora que el playback no constituye un demérito sino una exigencia colateral en el desarrollo de artificios extramusicales, la muerte de Whitney Houston recuerda un linaje de artistas en el que la magia iba en el ADN y en la glotis y en el que una voz desnuda podía estremecer a una nación.

Una de esas grandes ocasiones llegó, irónicamente, en una jornada como la de hoy, hace 24 años. Fue el 2 de marzo de 1988 en la memorable trigésima edición de entrega de los premios Grammy, en la que también actuó Michael Jackson.

Houston había publicado con notable éxito de ventas sus dos primeros discos, su debut homónimo en 1985 y un segundo LP titulado simplemente Whitney (1987), y había hilado siete números uno consecutivos, con éxitos como Greatest Love of All o la jovial I Wanna Dance With Somebody.

Pletórica de forma, llegó enfundada en un vestido blanco y eclipsó a todos, sin apenas moverse del sitio, con su soberbia interpretación de One Moment In Time, el tema que compuso Albert Hammond para el disco conmemorativo de los Juegos Olímpicos de Seúl.

No fue, ni de lejos, la única actuación significativa para esta artista, que llevaba la música en los genes. Hija de la cantante Cissy Houston, prima de Dionne Warwick y ahijada de Aretha Franklin, el camino de aquella joven formada en coros de góspel sólo podía estar en la música.

Otra de sus actuaciones para la historia sucedió en 1991, durante la final de la Copa Super Bowl de EEUU. En los coletazos finales de la Guerra del Golfo, con los ánimos patrióticos de los estadounidenses en plena efervescencia, Houston fue elegida para la tradicional interpretación del Himno Nacional.

Ese momento de terrible tensión y enorme responsabilidad en el que otros artistas con grandes voces han naufragado, ella, vestida con un chándal, convirtió su interpretación en la única versión del himno que logró ser un éxito de ventas en EEUU.

Convertida en la novia de América, solo restaba trasladar esa imagen al cine. Así llegó The Bodyguard, con la película que protagonizó junto a Kevin Costner, y cómo no, con el disco que la aupó definitivamente a los altares de la música, el primero que vendió más de un millón de copias en su primera semana a la venta.

Esta banda sonora, que se mantiene como la más vendida de la historia, despachó 48 millones de copias, con temas como I Have Nothing, Run To You, Queen Of The Night y sus versiones de I'm Every Woman, de Chaka Khan, y por supuesto, de I Will Always Love You, una canción de Dolly Parton que en el imaginario colectivo quedará como Su Canción y, para muchos, como La Canción.

Desgraciadamente, para una estrella que tocó el cielo, quizás los siguientes pasos solo podían llevarle más abajo. Su controvertido matrimonio con el rapero Bobby Brown la convirtió en motivo continuo de escarnio público y ni sus posteriores incursiones cinematográficas ni sus discos sucesivos tuvieron la misma repercusión.

De la quema, solo se salva My Love Is Your Love, grabado en 1998, con una producción moderna y temas como Heartbreak Hotel o It's Not Right, But It's Ok, además del morboso aliciente de disfrutar, por fin, de un mano a mano entre Houston y Mariah Carey, la única diva que había logrado pisarle los talones.

Después de aquello, su adicción a varias sustancias estupefacientes se hizo patente. Cuando Houston era noticia, tenía más que ver con la crónica de sucesos que con lo musical.

Hubo varios intentos de recuperación infructuosos, coincidentes con los lanzamientos de Whitney Houston: The Ultimate Collection (2007) o el más reciente I Look To You (2009), pero incluso esta gira hubo de verse interrumpida constantemente.

En una de sus canciones más aplaudidas, cantaba Houston: "Si no te tengo a ti, no tengo nada". Afortunadamente, tras su marcha quedarán la historia, sus canciones, el recuerdo de su voz y una trayectoria brillante que la convirtieron, con 415 premios, en la artista más galardonada de todos los tiempos.

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