El alcalde

Muchas personas de la ciudad irán al infierno de cabeza, después de pasar por prisión (saltándose la casilla de salida). Extorsión, malversación de fondos públicos, prevaricación y ahora tráfico de influencias. Lo que le faltaba al vecindario. El primero en pasar por la cárcel, y no de visita, será Caco. El capitán del Pontevedra goza de toda la atención de la Policía de Pasarón, que espera atentamente por cada fallo para castigarlo con su ira. El mayor pecado del futbolista pontevedrés es su libro de familia, su apellido. Una sociedad con índices de corrupción tan elevados como la gallega, con hábitos tan deplorables como el nepotismo (Xunta, Deputaciones y Concellos son buenos ejemplos de ello) no está preparada para ver al vástago de una autoridad política jugando en el equipo del pueblo... Y más cuando en otro tiempo algún directivo lo utilizó como moneda de cambio y engaño. Caco fue en su momento el guiño que Fran Crujeiras realizó al Concello de Pontevedra para captarlo para la causa granate. Aquel traje le iba grande al chico. Aquella Segunda B era muy exigente para él. Nadie quiere creer que Caco es Caco, aquel futbolista insustituible en el Villalonga de mediados de la década pasada. Todos prefieren imaginar que es el hijo de Lores. Ese ‘sambenito’ lo acompañará hasta la tumba. Y no deja de ser una injusticia, porque se ha ganado con su esfuerzo un lugar en el equipo de su pueblo. Marcará un hat-trick, pondrá su vida en peligro para evitar un gol, se batirá en duelo contra los hermanos Dalton por el honor del Pontevedra. Será lo mismo. Una parte de la afición nunca le perdonará su sangre azul, como si en cada pase que diese o en cada metro que recorriese estuviese incurriendo en campaña política. Ese juicio está perdido. Si fuese por algunos miembros del jurado de Pasarón, el capitán estaría crucificado en los accesos de Preferencia.

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