El cese

El entrenador siempre ha sido el malo de la película, pero en los últimos años hasta en Regional se ha extendido la creencia de que la culpa de todo lo malo que sucede en un club es del señor que se sienta en el banquillo. Por eso, la figura del preparador suele ser la más frágil en este mundo. A nadie parece importarle que una destitución suponga un gasto económico, además de un problema estructural, ya que el cambio de inquilino tiende a llevar aparejado un diferente comportamiento de las plantillas e incluso su reestructuración. Además, los ceses y las nuevas contrataciones no ofrecen garantías de mejoría. La afición del Pontevedra comenzará, ahora, a solicitar la destitución de Milo Abelleira. La imagen del equipo que dirige deja mucho que desear. El 5-0 de Ferrol es el colmo, por resultado y juego. Sin embargo, echar a Milo saldría muy caro a las arcas de la entidad. Si se confió en él para tres temporadas, hay que dejarle que pueda cumplir su trabajo y su contrato. Además, él nunca prometió que el Pontevedra fuese a ser campeón ni a ascender al primer año (aún puede serlo, no nos volvamos locos). No ofrecer muestras de confianza hacia el técnico podría debilitarlo ante el vestuario. Los seguidores siempre tendrán derecho a manifestarse -lo contrario sería un problema-. Pero los futbolistas deben aceptar la jerarquía y comportarse con profesionalidad. Y generar dudas sobre el entrenador les otorgaría a aquellos el poder necesario para jugar con su destino y con el del equipo. Ahora bien, Milo Abelleira, el director deportivo, no debe tener derecho a fichar más futbolistas si no se producen salidas voluntarias. Fue él quien aceptó el presupuesto y quien fichó y prescindió de Trovo, Douglas y Richi Jerónimo al mes de iniciar la Liga. Y debe saber que el PCF no está para gastos. Las reglas y los pactos están para que todos los cumplan, sobre todo porque está en juego la vida de la entidad.

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