El desesperado viaje de Sindo Vence a Portugal para salvar la vida de su hija

Como tantos otros trabajadores ferroviarios, Sindo Vence había participado en alguna operación de contrabando de café desde su puesto en Santiago, pero no quiso seguir. Un día se vio entre la espada y la pared: ya no se trataba de ganar unas pesetas, sino de salvar la vida de su hija.

Corría el año 1947. El comentario más recurrente entre los médicos era el descubrimiento de Alexander Fleming: la penicilina. Pero escaseaba. «Hemos tenido conocimiento de que está llegando a Portugal de contrabando. Lo que pasa es que es muy cara y dificilísima de conseguir», le explicó el suyo.

Sindo no escuchó las últimas palabras. El jefe de estación de Santiago emitió por telégrafo la recomendación de que le diesen preferencia y llegó a Valença do Minho a medianoche.

Leixoes. En un bar le explicaron que la desviaban a los hospitales privados de Oporto y Lisboa. Se acostó con el corazón encogido. A la mañana subió al tren hacia Oporto, en el que un revisor le indicó que se dirigiese al puerto de Leixoes.

Pero no encontró lo que buscaba. La única alternativa era acudir a un hospital, donde se hizo con ella después de dejar todo el dinero que había ahorrado y afirmar que venía recomendado por un médico.

(Reportaje completo en nuestra edición impresa del domingo, 18 de marzo)

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