El día después... el triunfo total

Pontevedra vivió hoy una gran tarde de toros que finalizó con El Juli, Perera, Talavante y el mayoral de Victoriano del Río a hombros.

Segunda de Feria:

Toros de Victoriano del Río, primero segundo y quinto con el hierro de Toros de Cortés, bien presentados y de buen juego.

Julián López 'El Juli'. Dos orejas tras aviso y oreja.

Miguel Ángel Perera. Oreja y oreja.

Alejandro Talavante. Oreja y oreja.

Entrada: Poco más de medio aforo. 

PONTEVEDRA. Vaya por delante el gran encierro que la ganadería de Victoriano del Río ha enviado hoy a Pontevedra. Y es que con toros, todo es mucho más fácil. Todos ellos de gran nobleza, repitiendo la embestida, y siguiendo siempre el camino marcado con la franela.

Todavía por los tendidos se rastreaba la emoción morantista del sábado. Como si el público volviese al lugar de los hechos para comprobar que aquello había sido realidad. Lo fue, pero con la salida del primer toro de la tarde, el halo del duende sevillano se esfumó ante el trote de un colorado de nombre 'Durmiente'. Curioso para un gran toro, que de dormir ná de ná. Todo en él era trote y embestida. Una y otra vez. El toro soñado por cualquier torero diría El Juli, y el sorteo, en el que el propio matador estuvo presente en la matinal del domingo, le había deparado ese regalito. Ya ha pasado defi nitivamente a la historia aquel torero al que el público idolatraba por su desparpajo ante el toro, ahora, hoy, El Juli es un torerazo que no le cabe en el pecho. De principio a fin compuso una gran faena, con grandes tandas con el capote y un inicio de faena con los pies juntos que ya hacía presagiar las virtudes y el empeño de ambos por que la tarde no fuese en balde. Largos muletazos con la mano derecha que se prolongaban con el cambio de mano. Mientras, 'Durmiente' seguía trotando como un cervatillo pese a sus 520 kilos.

Unas manoletinas para cerrar la faena y El Juli, ya cargaba su 'cañoncito'. El público comenzaba a insinuar el perdón para el de Cortés, pero cuando El Juli carga el arma, no hay marcha atrás. Espadazo. Su muerte, con la boca cerrada y permaneciendo en pie durante varios minutos, fue un canto épico a la bravura de este género animal, premiado con el emocionante aplauso de una plaza en pie mientras se le daba la vuelta al ruedo.

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