El elegido

Los líderes siguen inaugurando las campañas como antes, pegando carteles con una escoba. La única diferencia es que hasta hace unos años compraban la escoba, pero desde los recortes usan una que lleve un militante que viva cerca y quiera trepar. Llegué tarde y me lo reprochó Mosquera, que es un zumbado de la puntualidad: “Chegas tarde”. Una vez quedé con él y pasando dos minutos de la hora acordada ya me estaba llamando por teléfono: “Chegas tarde”. Le expliqué que sí, pero que la culpa no era mía sino suya, pues la peatonalización nos discrimina a los gordos con los pulmones llenos de nicotina. Tendré que hacer algo con respecto a mi salud. Sufrir un infarto, por ejemplo. 
Seguí avanzando y ya adentrado en tierra socialista me encontré a Louro. Me criticó mi discurso del martes en el cumple del Diario de Pontevedra. Me dijo que fue previsible. Se equivoca: tan imprevisible fue que ni yo mismo sabía de qué iba a hablar antes de abrir la boca, pues José de Cora por un lado y Xabier Fortes por el otro me anunciaron que ellos pensaban hablar de todo aquello que traía yo pensado de casa. Le hicieron un favor al público: lo que yo traía pensado de casa eran tres tonterías. Estuve a punto de contestarle a Louro que si existe alguien en esta ciudad que larga discursos previsibles es él, pero no lo hice porque Valcárcel y Castela, que eran los que estaban delante, ya lo saben. 
Seguí andando: pasé por delante de los grupúsculos minoritarios. Todos ellos parecían aguantar el tipo menos los de UPyD, que eran cuatro gatos en el sentido más peyorativo. CxG y Anova, sin ser muchos más, tenían carteles chulos y por ello estaban contentos, porque los de UPyD traían en los suyos a Rosa Díez como si eso les fuera a dar votos en Galicia. 
Los del PP, allá al fondo, venían a Pontevedra a emitir señales para consumo interno. La delegación la encabezaba el propio Feijóo y con él todos los líderes del país, de la provincia y de la ciudad. Por un momento pensé que iba a salir Gayoso de la furgoneta de la TVG para montar allí mismo un Luar. En clave municipal, la presencia de Feijóo tenía la clara intención de escenificar un mensaje de apoyo a Jacobo Moreira. No hizo falta explicitarlo. Moreira abrió el acto y a Telmo Martín (q.e.p.d) ni lo dejaron acercarse al atril. Ésa fue la primera señal. La segunda la dio Alfonso Rueda, que abandonó el lugar acompañado de Moreira y fueron deteniéndose cada siete pasos para que todo el mundo tuviera tiempo de verlos juntos, por si alguien tenía alguna duda de quién es el líder al que apoya el Vicepresidente. 
Antes Rueda me había cantado los resultados. Los únicos en Galicia que siempre sabemos con dos semanas de antelación cómo acabará la cosa somos Alfonso Rueda y yo, aunque para mi desdicha me prohíbe publicar sus predicciones. “¿Tienes encuestas propias?”. “No, pero sabes que lo clavo”. Luego le pregunté cómo ve el tema local. “Pues mira dónde estamos hoy. Si no creyéramos en Pontevedra estaríamos inaugurando la campaña en cualquier otra ciudad, pero hemos venido aquí para mostrar nuestra absoluta confianza en el PP local, que ha superado momentos duros”. 
La tercera señal que emitió el PP quizás no sea la que más le conviene: a pesar del elenco cargado de estrellas no consiguieron reunir a más gente que nacionalistas o socialistas. Si no conté mal había más cargos, concejales o alcaldes de la comarca que militantes de base. Es una prueba del trabajo que tendrá Moreira por delante. A partir del mismo día en que asuma la presidencia local, que será dentro de nada, pues el congreso se convocará recién pasadas las elecciones, tendrá que recuperar a toda la militancia desmovilizada, desmotivada y deshidratada tras tres años de vagar por el desierto. No va a resultar fácil levantar a un PP que a fecha de hoy no es capaz de reunir a más de cien personas ni trayendo a Feijóo y a toda la plana mayor. 
Por el momento han neutralizando en cinco minutos el argumento de que nadie en el PP confía en Moreira. Con un congreso a las puertas ninguno se atrevió a decir: “Puedes publicar que apoyo a Jacobo frente a cualquier eventual candidato”, pero el mensaje no demasiado subliminal estaba claro y era el siguiente: “Desde hoy se acabaron las elucubraciones. El elegido es Moreira. Que lo sepa todo el mundo”. 
Otra cosa en la que tendrá que trabajar Moreira, que hay que decirlo todo, es que en el BNG se tomarán su liderazgo como una buena noticia. Mientras los otros no lo vean como un adversario, difícilmente lo verán los suyos como un líder.

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