El giro lingüístico de Feijóo

En la España de la Restauración los diputados prometían su cargo de pie con la mano en el pecho o lo juraban de rodillas junto al evangelio. Ahora ya no se lleva lo de postrarse. La novedad en la constitución del actual Parlamento gallego, el 1 de abril, consistió en que al tomar posesión varios diputados del PP expresaron también sus creencias lingüísticas, al sustituir el protocolario ''si xuro'' en gallego, por el ''sí juro'' en castellano.

Esta semana, ante la toma de posesión de nueve nuevos diputados, el grupo parlamentario del PP recomendó que evitasen jurar en castellano. Y uno de los debutantes prefirió utilizar la fórmula bilingüe de ''si prometo''.

Estas tribulaciones de los populares muestran su división sobre la lengua, puesta en evidencia en febrero en la manifestación de Galicia Bilingüe en la que participaron los principales líderes del PP de la franja atlántica, en ausencia de los del interior. Estos últimos son los más satisfechos con el a priori acertado nombramiento de Anxo Lorenzo como nuevo secretario general de Política Lingüística.

Lorenzo, uno de los más reconocidos sociolingüistas gallegos, parece representar una apuesta por un experto independiente para contener la regresión en materia  de lengua que se desprendía de la línea del PP en la campaña electoral.

El nombramiento desdramatiza la previsiblemente concurrida manifestación de hoy de la Mesa de Normalización Lingüística, aunque sus portavoces, y los de PSOE y BNG, hayan criticado la designación de Lorenzo, como también lo hizo Galicia Bilingüe.

El resultado final es incierto, ya que parece muy complicado combinar los compromisos de Feijóo de dar libertad a los padres para elegir idioma con el cumplimiento del artículo 14.3 de la Lei de Normalización Lingüística, que garantiza la igual competencia lingüística de los alumnos en las dos lenguas co-oficiales.

Con su postura de los últimos tiempos, defensiva ante el temor al partido de Rosa Díez, el PP ha reforzado la teoría de la supuesta imposición del gallego, lo que se puede volver en su contra en la Galicia urbana. Pero en la última campaña lo más grave se produjo cuando Emilio Pérez Touriño se sintió desesperado y prometió que en el futuro no habría imposición lingüística, con lo que reconocía implícitamente que sí la había.

El gran problema del gallego reside en que los gallegos lo estamos destruyendo. Nada impide que se hable, pero cada vez se habla menos y de peor manera.

Tiempos de caos en la administración periférica de la Xunta
En el PP reconocen que los primeros meses de la nueva estructura periférica de la Xunta serán ''de caos'', pero confían en que después se asiente el engranaje de los cinco delegados territoriales, en la foto en su toma de posesión con Feijóo. En el PSOE están haciendo un seguimiento del nuevo organigrama territorial para intentar demostrar que, según los socialistas, no ha habido un verdadero recorte de altos cargos.

La inacabada transición de PSdeG y BNG
Vazquismo al cuadrado en PSdeG y BNG con Pachi Vázquez y Guillerme Vázquez. Ambos han alcanzado rápidamente el liderazgo en sus respectivas fuerzas políticas después de que la caída del bipartito supusiera el fin de los antiguos referentes institucionales, Touriño y Quintana, y diese paso al pleno control del aparato, el de José Blanco y sus aliados en el caso de los socialistas y el de la UPG en el caso del Bloque.

Fue curioso escuchar a los dirigentes del PP criticar ''el congreso a la búlgara'' del PSOE, porque sólo había una candidatura, y ''la jaula de grillos del BNG'', porque había varias listas. Así es la política, dicen. Lo mismo vale un argumento que el contrario.

En todo caso, los congresos del PSOE gallego y del Bloque han dejado una acusada sensación de provisionalidad. En el BNG la alimenta el propio Guillerme, al reiterar de que estaría mucho mejor en su casa. En el PSdeG, la transitoriedad procede de la incertidumbre sobre los planes de futuro de Blanco y del declive de la casa central, del PSOE de Zapatero. Hasta ahora las fases de decadencia de los socialistas en España han provocado automáticos hundimientos de la sucursal gallega.

Pachi tiene las ventajas de estar en el Parlamento y de su desarrollado instinto populista para llegar a la gente. Sus mayores problemas residen en la escasa densidad de su discurso y en los flancos abiertos por su paso por un bipartito que el PP se dispone a calcinar todavía más ante la sociedad. La mayor fortaleza de Guillerme radica en que no está lastrado por el pasado de la Xunta. Su debilidad es la de un Bloque bloqueado, que se ha dejado atrás la negativa etapa de Quintana sin dibujar un futuro.

  • Leche: Espinosa, el problema del PSdeG
    Mientras Magdalena Álvarez se va al Parlamento europeo, su papel de miembro del Gobierno que genera mayores dificultades al PSOE gallego lo desempeña ahora la ministra ourensana Espinosa, que se negaba a admitir siquiera que hubiera un gravísimo problema en el sector lácteo.

    El viernes en Ourense, la ministra pareció suavizar su postura al apoyar a los sindicatos. Tiene que reaccionar. Hasta los socialistas de Unións Agrarias abrazaban a Feijóo. La leche representa para el rural gallego lo mismo que para Vigo el automóvil. Pero Espinosa no lo entiende.
  • Automoción: ZP pilla con el pie cambiado a Feijóo
    ''Sumarse al plan de la automoción del Gobierno central sería poner dinero para mayor gloria de Zapatero'', afirman en el PP gallego. Zapatero recogió la propuesta de Rajoy de copiar el plan navarro y volver a dar ayudas por la compra de coches. Lo hizo sin importarle nada invadir las competencias de las autonomías. El federalista ZP se puso centralista y el PP, autonomista. A la Xunta de Feijóo la han pillado con el pie cambiado. Su negativa a sumarse al plan del Gobierno tiene difícil justificación.
  • Bloque: La preocupante señal que da del CIS
    Con sólo 2.500 entrevistas en toda España, los barómetros del CIS deben ser tomados con gran cautela, sobre todo en lo referido a los partidos nacionalistas. Aún así, el 0,6% de estimación de voto que le da al Bloque, frente al 0,8% de las últimas generales, es una preocupante señal en un contexto desfavorable. Entre 1997 y 2009, el Bloque perdió la mitad de su electorado urbano, al bajar en las autonómicas de un 29% a un 15%. Y ahora lo tendrá más difícil para compensar esta caída en la zona rural.

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