El rural puede

EL CONCEPTO de emprendedor está de moda, sin embargo el término no es nada nuevo. Hace referencia a una idea unida al ser humano desde que Dios existe. Emprendedores fueron desde Alejandro Magno hasta los emigrantes holandeses que fundaron Nueva York o los gallegos que llegaron a América y más tarde a Suiza.

Los ingredientes básicos del emprendimiento son, por una parte, una idea -muchas veces en bruto- y, por otra, las ganas de que ese germen se convierta en un gran negocio. A mayores está, generalmente, la soledad más absoluta. Lo comprobamos hace unos días en Ourense, en el Foro de Liderazgo Femenino y Desarrollo Rural Sostenible, organizado por Executivas de Galicia con la colaboración de la Diputación de Ourense. Si emprender es ante todo idea y esfuerzo, imagínese usted si eso lo hace una mujer y, además, desde el medio rural. Pues bien: se puede.

La primera conclusión de este encuentro que reunió en una sala a casi un centenar de mujeres con iniciativas para crear su propio puesto de trabajo es que el rural ha perdido este estigma de aislamiento, esa etiqueta de estar lejos del desarrollo.

En la actualidad con la capacidad que nos ofrece la banda ancha podemos vender grelos online desde Ourense a Tokio. Las innovaciones tecnológicas nos permiten pensar y ejecutar proyectos de cualquier índole. Hoy este avance tecnológico debe permitir que la situación geográfica no sea un hándicap para capitalizar esa tremenda energía emprendedora que pudimos palpar en este encuentro.

La segunda es que lo fundamental sigue siendo la idea. Pero no una abstracción desvinculada de la realidad, sino una idea apegada al mercado, con una nítida opción de viabilidad y esto supone evidentemente formación y capacidad de adaptación del proyecto.

Y, por último, una carga de esfuerzo titánica. La mujer que decide iniciar un proyecto empresarial en la gran mayoría de los casos se tiene que convertir en una mujer orquesta: ella dirige el marketing, la atención al cliente, diseña su web, es su contable y directora financiera, la repartidora y la comercial. Por tanto es necesario un trabajo incesante por levantar todos los pilares a pulso.

Estos son los tres ingredientes básicos para empezar pero no los únicos. Son necesarios los apoyos. Las puertas de los bancos suelen estar cerradas a estas semillas empresariales. En la gran mayoría de los casos sólo cuentan con el aval de cariño y apoyo de los suyos. Abuelos y padres se convierten en los inversores financieros y en las únicas garantías para arrancar, porque todo está por demostrar aún. Por ello es tan importante el apoyo de las administraciones públicas. La emprendedoras, rurales o no, necesitan de un impulso específico, asesoramiento, formación y también -por qué no- subvención a fondo perdido. Y una última cuestión, pero no por ello menos importante: esta súper woman necesita una ventanilla única donde dirigirse.

Ourense nos demostró que la materia prima está ahí, dispuesta a convertirse en proyectos empresariales o, en todo caso, a intentarlo. Hará falta esa atención constante, protección y reconocimiento si es que de verdad queremos que fructifique.

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