El sindicalismo necesario

LOS simpatizantes y militantes de los partidos políticos, viendo las carencias democráticas de éstos, empiezan a volver sus ojos hacia los sindicatos con la esperanza de que puedan ser un baluarte de los principios éticos e ideológicos que defienden. Se podría afirmar que en la izquierda subyace un principio de sindicalización de los partidos políticos; pero por desgracia esto no se va a producir, pues los sindicatos están sufriendo el mismo mal que padecieron en su momento los partidos, o sea, una progresiva y constante numerización de sus militantes, que lleva a crear nomenclaturas disciplinadas con los que mandan. Por suerte, en los momentos de crisis es cuando los trabajadores más necesitan las estructuras sindicales. En este momento es posible producir un fuerte regeneracionismo sindical y evitar que el proceso de ‘profesionalización’ de los representantes de los trabajadores se lleve a cabo. Conozco algunas federaciones de la UGT donde se nota que la toma de las estructuras de poder sindical por los nuevos ‘profesionales sindicales’ ha sido controlada por las bases, que imponen a sus delegados en los congresos y asambleas ideas y comportamientos de un gran nivel ético y moral. Parafraseando a Pérez Galdós podríamos afirmar lo siguiente: «Tenemos ya en la masa de la sangre un sindicalismo (socialismo) atenuado e inofensivo». Los sindicalistas no podemos permitir la atenuación ni la ineficacia de las acciones reivindicativas. La prensa, como industria de la mediación y la interpretación, tiene mucho que hacer en la defensa de los valores, en la denuncia de la carencia de una ética social y en la creación de secciones en sus periódicos que traten de la problemática sociolaboral. Las organizaciones deben ser capaces de percibir el fuerte desasosiego que la mayoría de los ciudadanos tenemos respecto a la amoralidad social, política, empresarial y sindical. El regeneracionismo sindical, o sea, la renovación de aquellos que no defienden con ardor los valores sociales -que por la representación que ocupan tienen que ser los primeros en hacerlo y así dar sentido a la finalidad de los sindicatos- y la profundización de los valores democráticos deberían ser la solución a este mal. Pero en estos momentos nos movemos en una sociedad que carece de valores, que es lo que subyace en la problemática actual. La pérdida de los sentidos del honor y la dignidad han sido substituidos por la cultura del pelotazo, por el vale todo, el cuanto tienes cuanto vales, por el ‘exitismo’, por el amiguismo; en definitiva, por la mercantilización de la conciencia y la intimidad. Como decía Jean Jacques Rousseau: «Es muy difícil actuar con nobleza cuando no se piensa más que en ganarse la vida». Esperemos que el sindicalismo sea la correa de transmisión hacia los partidos políticos. Los sindicatos deben reaccionar y formar parte de la acción social en todas sus dimensiones. Como sentenciaba Azaña: «Felizmente en política, palabra y acción son la misma cosa», y eso sólo se conseguirá cuando en los sindicatos predominen los ideales del sindicalismo y sean tratados informativamente creando una acción pedagógica en los trabajadores y en sus familias.

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