El trágico éxito electoral de Beiras

El presunto anuncio de retirada del líder de Age se enmarca en las gravosas consecuencias de su gran resultado del 2012 cuando descubrió la “zona de ruptura” que luego explotó Pablo Iglesias.

El 30 de marzo del 2003, en una entrevista en El Progreso con Xoán C. Vidal, Fraga señaló a la entonces ministra de Sanidad Ana Pastor como una persona idónea para su sucesión en la presidencia de la Xunta. “No la habría mejor (candidata) para un cometido tan importante”, afirmó el león de Vilalba. En una lectura superficial parecía que a sus 80 años, con medio siglo en la escena pública y ya en su cuarta legislatura al frente del Gobierno gallego, estaba anunciando su retirada.

Sin embargo, hubo algunos malpensados por naturaleza que entendimos que Fraga anunciaba que iba a concurrir a las elecciones del 2005, porque él no tenía nada mejor que hacer y el PP no tenía a nadie mejor para presentar, como demostraba su alusión a Pastor, que entonces era todavía más alienígena que ahora en la política gallega.

Fraga aplicaba la regla de oro del dinosaurio, del político septuagenario u octogenario que se atornilla a su silla con un lema similar a la premonitoria respuesta que el dictador Francisco Franco le dio a un emisario de Juan de Borbón después del fin de la Segunda Guerra Mundial. “De aquí al cementerio”, contestó a la petición de que dejase el poder, según cuenta Paul Preston en su biografía de Juan Carlos. Pero en un régimen democrático hay elecciones. Para afrontarlas, el dinosaurio no puede expresar la ambición del político joven. Tiene que querer retirarse, para poder hacer el sacrificio de quedarse.

En este contexto se enmarca el anuncio de Beiras de que no va a volver a presentarse a la presidencia de la Xunta, según declaró a eldiario.es. Cuentan que el propio Beiras no tardó en arrepentirse del alcance de sus palabras, que fueron tan relativizadas por su número dos en Anova, Martiño Noriega, que aludió a la “política ficción” que supone hablar de las elecciones del 2016.

A los 78 años, después de que le implantasen un marcapasos en verano y tras la alarmante descomposición de su Alternativa Galega de Esquerda (Age), lo lógico sería que Beiras se retirase. También sería lógico que no se hubiese presentado a los 76 años, pues llamaba “diplodocus” a Fraga cuando éste tenía 69. Pero Beiras es Age, en mayor medida que Fraga era el PP. Y lo que resulta todavía más importante, si la salud se lo permite, Beiras aparece como el único elemento aglutinador para una hipotética alianza en las próximas autonómicas entre Anova, Esquerda Unida (EU) y el Podemos de Pablo Iglesias, quien aprendió del león de A Reboraina como asesor de EU en la campaña del 2012.

Entonces Beiras descubrió casi sin querer lo que ahora se llama, en expresión de Jaime Miquel, la “zona de ruptura”, el gran filón electoral, la traslación a las urnas de la indignación social. Así, Age tuvo un éxito descomunal y Beiras se vengó a lo grande de la UPG, superando al Bloque. Pero el triunfo lo devoró al atarlo a una Esquerda Unida a la que sólo le unía la necesidad logística de afrontar los comicios.

Dos años después Beiras ha perdido a dos de los cuatro diputados de Anova y ha roto con sus amigos de toda su vida política, sus afinadores López Rico y ‘Palleiro’, trauma que él mismo considera un desencadenante de sus problemas cardiacos. Y Age sólo existe en el Parlamento, si bien en dos versiones, la oficial de Beiras y Yolanda Díaz y la vergonzante del grupo mixto, con las dos diputadas escindidas.

Díaz, líder de EU, parece de Podemos, el partido de su amigo Iglesias. Beiras es de “Eu”, de sí mismo. Los “afinadores”, que ya se han ido de Age, parecían del BNG. Otra parte de EU es más bien del Partido Comunista de España. Y Martiño Noriega quiere ser de su propio “Eu”. Sólo el diputado Antón Sánchez es genuinamente de Age, quizá porque está un poco despistado.

Barreiro Rivas y la tolerancia con la corrupción en Galicia

El día en el que Rajoy anunciaba su plan contra la corrupción, que no incluye su dimisión, la Xunta organizó unas jornadas de prevención de esta lacra con la intervención estelar de su exvicepresidente condenado por prevaricación, Barreiro Rivas, que nunca se arrepintió. Barreiro también moderó un debate con portavoces de los partidos, lo que evidencia el grado de tolerancia con la corrupción que hay en Galicia.

Las conexiones gallegas de Sócrates, el preso 44 de Évora
Los escasos periodistas gallegos que seguimos la actualidad lusa tendemos a pensar que para la mayoría de nuestros conciudadanos Portugal no está al otro lado del Miño, sino en un lugar mucho más lejano, en Macao, por ejemplo. El desinterés madrileño nos contagia, como se ha comprobado de nuevo estos días con la ausencia de un tratamiento adecuado para una noticia de la transcendencia del encarcelamiento del ex primer ministro José Sócartes en el penal de Évora, como el preso número 44. Es uno de los acontecimientos más explosivos que se han producido en Portugal en los 30 años transcurridos desde la revolución de los claveles.

Aunque la frontera psicológica se ha demostrado mucho más resistente que la física, nuestras conexiones con Portugal resultan enormes, por más que se minimicen u oculten. Un ejemplo fue el de Pérez Touriño, quien tras su caída en desgracia no volvió a frecuentar la Moncloa ni a tener relaciones con Zapatero, que no le perdonó su negativa a adelantar las elecciones gallegas como le recomendaba Pepe Blanco. Pero Sócartes sí lo recibió en Lisboa, donde le invitó a comer en el verano del 2009. El “Zapatero portugués”, como le llamaba insistentemente el extremeño Monago, quería agradecerle a Touriño que le hubiese salvado la vida a su hermano, al gestionarle un trasplante en el complejo hospitalario público de A Coruña que en Portugal no era posible hacer, porque no cumplía los requisitos. Sócrates, que afrontaba en septiembre las elecciones en las que ganaría sin mayoría absoluta, quería informarse también sobre la derrota del bipartito, para extraer posibles lecciones.

Era el “animal feroz” como le gustaba que le llamasen por su condición de depredador de la política. Aunque creció en el distrito de Castelo Branco, cerca de Salamanca, Sócrates nació en Trás-os-montes, en Vilar de Maçada, una aldea de Vila Real, a 105 kilómetros al sur de Verín. La arquitectura de las casas y las viñas le confieren al pueblo un aspecto muy de Ourense. Y él tiene ese aire irreductible, de no rendirse jamás, tan propio de la zona. Su abuelo materno se enriqueció con el wolframio, ese mineral estratégico en la Segunda Guerra Mundial, que se obtenía en Galicia y el Norte de Portugal.

Nunca esperé nada bueno de Sócrates, pero nunca esperé algo tan malo, como que, presuntamente, tuviese 20 millones en Suiza. La noticia me ha producido insomnio. Es un escándalo sudamericano o africano, pero la reacción  del sistema, si como parece las pruebas son contundentes, resulta propia de los países nórdicos, al encarcelar a un exjefe de Gobierno.

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