"El trato de la gente es terrible"

Con las manos atadas. Así se sienten muchos de los miembros de las fuerzas del orden gallegos que están en estos momentos en Cataluña, soportando una presión que amenaza con reventar. Otros aún lo tienen peor: su puesto de trabajo y su vida está allí, donde todo es incertidumbre
Un joven hace un corte de mangas a un policía
photo_camera Un joven hace un corte de mangas a un policía

"EN EL MOMENTO en que ven a un grupo de cuatro o cinco por la calle, como tenemos cada uno el acento de un sitio, ya está montada. Ayer a unos compañeros que iban de paisano los propios mossos, de uniforme, los increparon por la calle: 'Ahí van los piolines'. Tuvieron que interponerse unos guardias urbanos". Lo cuenta Roberto Rois, un piolín -los independentistas les llaman así por el barco pintado con personajes de dibujos animados en el que se alojan muchos- que lleva varios días en el ojo del huracán, desplazado junto con otros ocho guardias civiles de Galicia.

Fueron enviados a Lleida, donde cubren la zona de Balaguer, Puerto de Tárrega y Fiscal de Pons. En este último lugar es donde está destinado, junto a otro compañero, Roberto Rois desde la comandancia de Lleida capital, porque "con la huelga nos han cortado un montón de carreteras y algunos compañeros tuvieron que hacer los relevos en helicóptero, por el bloqueo".

Describe Fiscal de Ponts como un pueblo de algo más de 2.000 habitantes, "donde el 90% son independentistas". Cuando llegaron tuvieron "la suerte de que muchos de los guardias que estaban en el puesto están casados aquí y eso nos beneficia algo: la gente no nos mira muy bien, pero tampoco nos ha acosado hasta ahora".

Ese hasta ahora significa hasta que todo cambió, a partir de los enfrentamientos del 1 de octubre. "El referéndum", relata, "no fue mal de todo por la mañana. La gente venía tranquila y te preguntaba si podía votar o no. Yo les decía que mientras tuvieran abierto el colegio no había problema, porque total no les iba a servir de nada. Pero en cuanto nos llegaron las órdenes y a las cuatro de la tarde llegaron los compañeros del GRS a por la urnas y a cerrar el colegio, se montó el petate. Tuvimos que arrancar los coches, coger las urnas y salir por patas por detrás, porque en el momento en que parábamos los coches se te echaban encima". (En la web www.elprogreso.es está alojado un vídeo con ese momento).

En principio iban a permanecer en Cataluña hasta el día 5, pero Interior ya ha prorrogado la estancia en previsión de que el día 9 se declare la independencia. Lo que no tiene claro es dónde podrá dormir hasta entonces, porque están en un aparthotel y ayer por la mañana "ya nos avisó el dueño de un restaurante de confianza que esta noche ya nos iba a ir la gente allí. Nos tocará aguantar piedras, sillas, botellas, insultos... Estamos preparados para esto, pero es que el trato con la gente es terrible".

No todo, sin embargo, es negro. También habla de personas que pasan por la comandancia para darles gracias y ánimos, "y esta tarde mismo hubo gente que se acercó para ofrecernos habitaciones en sus propias casas".

Son personas que, como él mismo, creen que su trabajo allí "está siendo útil. Estoy convencido de que si no estuviéramos nosotros sería un cachondeo, pero estamos atados de manos. El Gobierno nos ha mandado aquí pero no nos deja actuar. Tenemos órdenes de ir siempre para atrás, de evitar el enfrentamiento, así que estamos todo el tiempo aguantando gritos y golpes. No se trata de dar cachetes al primero que te insulte, pero no pueden tratarnos como monigotes".

Este guardia civil tiene miedo del "día que reviente esto de verdad, porque son muchos días de soportar toda esta situación y estos insultos. Eso va minando y en cualquier momento esto puede reventar. Que nos dejen hacer nuestro trabajo".

Y, pese a todo, aún es consciente de que la peor parte es la que están viviendo "los compañeros que están destinados aquí, esto les ha cambiado la vida. Algunos ya me han dicho que han tomado la decisión de irse, sus hijos en el colegio están apartados, no pueden vivir así".

CON LA VIDA ALLÍ. En esta situación está un policía nacional lucense afincado en Barcelona, casado con una catalana y con hijos: "Creo que se vive muy diferente si eres de la plantilla de Barcelona, tienes tu vida aquí.Los que estamos aquí lo vemos con más preocupación, porque la primera consecuencia es que, si las cosas se complican, un policía no se puede ir. Mi miedo es que la sociedad se polarice, que no haya grises, eres de un bando o del otro, que es lo que están buscando. Mi miedo es que esto se batasunice, que se produzca una fractura social, porque no sabes hasta qué punto se pueden complicar las cosas. Cuando el domingo yo salía a trabajar me encontré con el vecino que iba al colegio electoral. Yo sé que él es independentista y él sabe que yo soy policía, y no pasó nada, pero...".

Este agente, que prefiere guardar el anonimato, explica que en el día a día "puedes hacer vida normal, ir con los niños al parque, a una cafetería, al supermercado... No hay ningún problema si no hablas de política, pero eso a medio plazo también es un problema. En sus años se decía que en el País Vasco no había ningún problema si hablabas de la Real Sociedad".

Los ejemplos son muchos y duros: "En la clase de mis hijas", explica, "el día 2 a las doce les interrumpieron la clase para ponerles la canción Imagine, para que reflexionasen en silencio sobre la actuación de la Policía y en homenaje a las personas heridas. Te sorprende que niños de once y doce años hablen de la situación, pero es inevitable, porque se habla en las familias. Una de mis hijas vino comentando que la Policía había lanzado pelotas cuando estaban prohibidas, cuando solo es así para los Mossos porque sí lo acordó el Parlamento catalán".

Pese a todo, considera que se ha hecho lo correcto, El escenario era difícil, porque "Policía y Guardia Civil tenían que cumplir un mandato judicial. ¿Cómo cumplir la orden? En mi opinión lo mejor es lo que se hizo, intervenciones rápidas para entrar y sacar las urnas, porque operativamente otra actuación sería muy complicada o imposible".

También defiende que se hizo un uso ajustado de la fuerza, porque "la resistencia era pacífica, vale, pero con insultos, escupitajos... y en esas condiciones es inevitable que haya tirones, empujones, cargas, heridos...", aunque considera que la cifra de 800 heridos "no es real".

Otra cosa es la sensación de haber sido utilizados por el Gobierno: "A lo mejor se pudo hacer de otra forma, actuar en tres colegios donde había veinte personas en vez de en uno donde había cien".

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