En favor de la aventura

Algunas lecturas nos exigen esfuerzos sobrehumanos. En ocasiones, nuestra competencia lectora, la ayuda de diccionarios y, en su caso, de las auxiliadoras notas al pie de las ediciones críticas, no nos garantizan el éxito. ¿Es razón suficiente para desistir?

AUNQUE NO TUVE en su momento la feliz idea de subrayar aquella línea, recuerdo como si lo hubiese leído ayer que, en algún rincón perdido de Paradiso, José Lezama Lima afirmaba que un hombre comienza a envejecer en el momento en que muere su madre. A cada uno le ha caído en gracia o en desgracia la suya, pero incluso esa advertencia poética podría cumplirse en el caso de aquellos que, por las causas que fueren, no hayan conocido a su progenitora. No es tarea fácil adentrarse en la novela del cubano. Como punto de partida debemos ser conscientes de que apenas tendremos avituallamiento durante la travesía, por muy surtidas y barrocas que sean las mesas que, descritas cual inventarios de colmadas cornucopias e hiperbólicos bodegones, abundan aquí y allá en su tejido literario. En nuestro ahínco por avanzar tendremos que desbrozar con energía la vegetación fantasiosa y críptica, reconocer en incontables ocasiones el hecho de habernos perdido y avanzar como topos horadando galerías en direcciones desconocidas, sin posibilidad de columbrar significados.

Experiencia análoga habrán tenido los aventureros que, machete en mano, se hayan internado por los desfiladeros de Hombres de maíz de Miguel Ángel Asturias. Ni siquiera el glosario de términos indígenas que probablemente contendrán sus ediciones, ni un diccionario en toda regla, podrán haberles evitado situaciones de enorme perplejidad, momentos en los que el finísimo y desbordante delirio poético del guatemalteco les habrá desnudado intelectualmente ante la impotencia que conlleva la falta de asideros en el ejercicio de la comprensión cabal de un texto. Sin embargo, ese mismo relumbrón, esa descarnada y sorprendente maquinaria de la metáfora y la alucinación, impelerá al lector inquieto para continuar. Finalmente pisará tierra firme y paladeará, una vez recuperado el resuello, el recuerdo de gratísimas e inopinadas sorpresas, volátiles como aquella mariposa musical —op 43. nº1— que se incluye en las Piezas liricas para piano de Edvard Grieg.

La lista de novelas que responden al perfil señalado es más amplia de lo que las estadísticas de libros más leídos podrían contarnos. Con mayor o menor intensidad la mayoría nos hemos reconocido como lectores en ese desasosiego del caminante que, por tener que acudir constantemente al diccionario, por un lenguaje arbolado, por algún tipo de simbolismo inherente al texto pero difícilmente decodificable o por cualquier otro motivo, se halla a punto de claudicar. Me reconfortaría saber que, vencidos o no, reconociésemos que el esfuerzo merece la pena, que perderse es un inconveniente que, en contrapartida, puede rendirnos gran placer, y que el diccionario es un valiosísimo compañero de cabecera, una fuente inagotable que nos rejuvenece en cada visita.

El ourensano Bieito Iglesias recoge en su novela ‘Pan e coitelo’ una cita de Ortega y Gasset: "La lucha por un sueño imposible conduce a la melancolía". ¿Por qué no encarar ese pragmatismo y asumir con valentía esos sueños? No son pocos los términos que tendremos que buscar en el diccionario para disfrutar del despliegue léxico de Iglesias. En ocasiones no obtendre mos otra respuesta en esas consultas que el silencio, bien porque algunas palabras sean localismos o bien porque sean de acuñación propia. Con idéntica o mayor frecuencia el diccionario sentirá el ansia de nuestros dedos cuando sigamos las peripecias de otro detective, si es que merece ese nombre, protagonista de algunas de las novelas de Eduardo Mendoza.

Viene todo esto a cuento, o no, por la publicación de la versión de El Quijote de Andrés Trapiello, publicitada como "traducción al castellano actual" de la obra cervantina. Seguramente es el resultado de un trabajo concienzudo y encomiable, pero también el síntoma de que nos dirigimos al callejón sin salida de la simplificación en aras de la digestión generalizada. Sin voluntad de polemizar, me inclino a pensar que empezamos a envejecer como sociedad en el momento en que tiramos por ese camino, pues nosotros mismos estamos matando a nuestra madre. Por ello concluyo con la cita de Lezama Lima que preside la edición de Cátedra de Paradiso: "Digo esto para que los jóvenes insistan en lo que no comprenden, que vuelvan sobre lo que no entienden, porque al final sus ojos se abrirán ante un mundo maravilloso".

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