Europa, tan lejos y tan cerca

Solemos pensar que la Unión Europea es un ente supranacional que muy poco tiene que ver con lo cotidiano y lo que nos rodea. Y nada más lejos de la realidad. El Parlamento Europeo no sólo decide las perspectivas económicas de los 27 países miembros, sino que desde las sedes legislativas de Estrasburgo y Bruselas se adoptan las directivas que luego afectan al 80 por ciento de las normativas que de un modo u otro regulan nuestra convivencia diaria.

Es ahí donde, por ejemplo, se toman acuerdos sobre el euribor de los créditos hipotecarios o donde se determinan las medidas de control alimentario o el modelo de cinturón de seguridad que debe incorporar nuestro vehículo. Eso, por no hablar de la labor en defensa de los derechos humanos, la denuncia del maltrato a las mujeres o la cooperación en la lucha antiterrorista. Como le digo, hasta ocho de cada diez normativas tienen su raíz en ese ámbito teóricamente tan lejano y, sin embargo, tan próximo y decisivo en la práctica.

El Parlamento Europeo lo integran 736 eurodiputados pertenecientes a una veintena de corrientes políticas. Reconoce 23 lenguas  oficiales,  representativas de una población  de 450 millones de habitantes y, en términos económicos, controla el presupuesto de 100.000 millones de euros que maneja al año la Unión Europea. Estamos, por tanto, ante una organización esencial en el desarrollo económico sostenible de las regiones que la componen y que, de hecho, marca toda la política agraria y gran parte de la gestión de los recursos hídricos y medioambientales.

De ahí, la importancia de conocer realmente lo que nos jugamos en Europa, que es mucho, y que precisa de una atención preferente y constante por parte de las autoridades españolas para no perder peso frente a potencias como Alemania y Francia. Y ahora que España ejerce la presidencia de turno del Consejo de la UE hubiera sido un buen momento para intensificar esa aproximación a la Europa comunitaria, pero las expectativas generadas al inicio del mandato no se están cumpliendo e incluso la anunciada presencia activa del Gobierno de la nación se ha quedado reducida en la mayoría de los casos a las intervenciones del secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido.

Da la sensación de que los ciudadanos desconocemos el trabajo parlamentario y la verdadera influencia de la política europea en nuestro acontecer diario, pero, y salvo honrosas excepciones, más triste es comprobar cómo los propios políticos --y también los medios de comunicación-- minimizan habitualmente el alcance de la Eurocámara, como si sus deliberaciones no fueran con nosotros, a no ser que se hable de llamativos rescates económicos, de cuánto nos toca en el reparto de los fondos estructurales o de nubes volcánicas que impiden el tráfico aéreo.

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