Fidel Rodríguez Toubes juega el tercer tiempo

Fidel Rodríguez Toubes. RAFA FARIÑA
photo_camera Fidel Rodríguez Toubes. RAFA FARIÑA

La historia personal de Fidel Rodríguez Toubes, exalcalde de Ponte Caldelas y ex jugador histórico del Pontevedra C.F., está salpicada de giros radicales e imprevistos. Su desaparición de la vida política llegó por uno de ellos hace once años, pero una conversación vespertina con él sirve para despejar todas las dudas: lo vive con plácida normalidad.

"Nací en el 52 fue la primera vez que jugué al fútbol en un equipo profesional y en el 60 me fui para el Pontevedra. Fue el año que jugamos el ascenso a Segunda División". Es Fidel Rodríguez Toubes quien rememora y pone fecha a los hitos de su vida. En el 79 le convencieron para presentarse a alcalde de su municipio, Ponte Caldelas, y por aquel entonces, con 44 años y con UCD, dio un nuevo giro a su historia personal. El paso por la política le duró décadas, eclipsó su historia deportiva y le convirtió en el alcalde por excelencia, el hombre que, ya con AP y con el PP, fue revalidando su cargo a lo largo de veinte años. A finales de los noventa convivía con la etiqueta de ser el único alcalde que tuvo el municipio en Democracia, y en el nuevo milenio, ya con la jubilación de su profesión (era bancario en una oficina también en la villa), se sentía con fuerzas renovadas para seguir en su puesto. Entonces le abordó la enfermedad y lo hizo de un solo golpe. Un día cualquiera, un ictus le cambió la vida. Era 2 de febrero (esta fecha la apunta su hijo, Perfecto Rodríguez) de 2002. Con 67 años, aquello le apeó de la política y le obligó a retirarse.

Resulta curioso, y el lo asume con una sonrisa y sin un ápice de frustración visible, pero ese momento en que algo falló y le dejó muy grave durante días que se convirtieron en semanas, parece haber sido para Fidel Rodríguez como un largo viaje al extranjero, o como el paso de otras dos o tres décadas. De este modo, su memoria se reorganizó y lo más próximo y fácil de recordar parece ser lo relacionado con su etapa como futbolista. Como alcalde, aunque sabe y reconoce su propia historia, es menos sencillo que Fidel Rodríguez ponga las fechas y evoque las sensaciones y los nombres con la misma precisión.

El nuevo Fidel se concentra en su pacífica existencia actual. Él la resume en un puñado de palabras: "descanso", "ejercicio", "ajedrez", "dominó" y algunas otras.

"Mi vida ahora es muy sencilla", apunta. "Por las mañanas duermo muchísimo, me levanto muy tarde, tardísimo. Después, salgo. Hago hora y media de ejercicio todos los días, sobre todo, andando. Después de la comida, me dedico al ajedrez, después leo la prensa, que ahora me cuesta muchísimo, y por la tarde bajo a jugar al dominó". Falta el tenis. Le gusta tanto que, si hay partido, en especial de Rafa Nadal, el ajedrez y el dominó pasan a un segundo plano y se ven reducidos en función de lo que dure el encuentro. ¿Y el fútbol? "¡Ah! El fútbol me encanta, pero ponen poco", afirma, sonriente, Fidel. Se refiere a que en el horario de tarde no hay demasiados partidos, o tal vez al inicio de la sequía de verano.

¿Qué recuerdos tiene del fútbol? Casi todos. Para él es como un reto hacer memoria: "Me vinieron a ver con 17 años, yo jugaba aquí en el equipo del pueblo. Me llevaron para el Marín, que estaba en Tercera, y ya de aquella me quería el Pontevedra, pero dije que no. Estuve unos años allí, después en el Arosa y después me fui al Pontevedra", relata. Con algunos de los integrantes de aquel Pontevedra que subió a Segunda en el año 60 se reencontró para recibir un homenaje hace un par de años. Les dieron un premio por el 50 aniversario del ascenso. "Algo recuerdo", dice. Si le preguntan por el partido en concreto tiene más datos: "Aquello fue impresionante. Jugamos en León. Yo era extremo derecho. Ese año fui máximo goleador. Creo que con 42, ¿o era con 32? Fue con muchos goles...", reflexiona. Su hijo Perfecto recuerda a Fidel recitando alineaciones del Pontevedra mientras recobraba la conciencia tras el ictus. "El gol lo marcó Guillermo. Fue un gol de suerte, desde muy lejos, botó mal la pelota y entró así como de coña", explica el exalcalde.

La conversación con la que explora su memoria continúa "¿Su dorsal? El siete". "¿El vecino más pesado al que recibió como alcalde? No sé, creo que ninguno lo era". "¿La mejor parroquia? Ni idea, las dejé todas bien".

Aún así hay cosas que parece que fueron ayer. "No tenía pensado retirarme aún. No lo tengo muy claro, pero no le había dicho nada a nadie y creo que quería seguir", reconoce. El siempre quiso ser alcalde "pero nada más. No me interesaba el resto de la política". Los otros alcaldes. "A Moncho Abal, el de Cotobade, le traté mucho, y con Rial, de A Lama también". ¿Pero había rivalidades entre ellos? "No, me llevé bien con ellos", responde tajante. Y recuerda que se opuso a la cárcel, aunque no cree que haya tenido unas consecuencias tan fatales.

Fidel trató a varios presidentes de la Deputación, entre ellos, el hombre que hoy lidera el Gobierno del país, Mariano Rajoy. "Le recuerdo, si. Y también a Cuíña. Le traté mucho. Le conocía mucho. También al de A Cañiza, a César Mera", afirma. Con todos tuvo buena relación. Con la oposición no tanto. "Eran duros", admite. Sin embargo, lo pasado, pasado está. "Se perdona todo", afirma. Atrás quedaron desencuentros como la cesión de los terrenos para el instituto, la negociación de la transferencia de la Casa da Cultura (fue una cárcel compartida con A Lama) o la gestión para conseguir la mejora de la carretera desde Pontevedra. La Alcaldía dejó un dulce recuerdo a este exregidor, que, a pesar de tener a un hijo en su mismo puesto, no parece ver que la historia se repita. "Consejos no le doy ninguno, y de las cosas del pueblo no me preocupo en absoluto", confiesa.

A veces se encuentra con noticias sobre Ponte Caldelas en la prensa y le pide a su hijo un resumen en el que este se salta el laberinto del lenguaje administrativo para ir al meollo. Su veredicto es que el pueblo está bien. Otra cosa es la crisis. Ahí, todos los Fidel coinciden: el deportista, el alcalde y el jubilado que resuelve partidas de ajedrez: "Lo veo mal. Tanto que intento pasar de ese tema. No me gusta nada, es un tema demasiado jorobado", concluye.

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