
FORNELOS. Doce y media de la mañana. Praza da Igrexa, en Fornelos de Montes. Cerca de medio centenar de personas rodean la fuente mirando a la Casa Consistorial y desde muy cerca, suena el tañido de una campana. Hay muerto en esta localidad del interior de Pontevedra, pero eso, a estas alturas, es algo que todo el que se precie de ser de aquí ya sabe. Ojos enrojecidos y pañuelos arrugados en las manos de algunas mujeres dan fe de ello. Todo el pueblo está cabizbajo.
El alcalde y la Corporación, cariacontecidos, presiden el minuto de silencio que todos secundan en recuerdo de Rocío Piñeiro Oitavén, vecina e hija de un conocido matrimonio en la villa que ha muerto en una situación tan trágica y difícil de imaginar que, tal vez por eso, en este pequeño lugar de población dispersa y mermada por el envejecimiento, se ha podido reunir a media mañana y sin anuncios previos a un grupo representativo para rendir este homenaje a una joven que, como tantos otros del interior de la provincia, ha vivido toda su vida a caballo entre la ciudad y su municipio natal, en donde deja una profunda huella y un gran recuerdo.
Tal vez por eso Rocío y su familia rota, han motivado que el acalde, Emiliano Lage, íntimo amigo de su padre, e incluso testigo del mazazo brutal que recibió Mario Piñeiro, -Nené, para todos los de esta villa, aunque en Pontevedra pocos le conocían el sobrenombre al progenitor de la fallecida- decidió decretar un día de luto oficial en memoria de la víctima y poner la bandera del Concello a media asta.
(Más información en nuestra edición impresa del sábado, 1 de octubre)