Gatillazos

Los aviones salen hoy con una hora de retraso y, tras husmear en los quioscos toda la basura semanal, decido contemplar a la gente, imaginar que protagonizan historias de funesto final y adivinar quién de los presentes puede ser el asesino. La llegada de un taxista vociferante me trae a la memoria la imagen decadente de Gallardón, enfrentado al gremio del volante por su empeño en que vistan y actúen con decoro: nada de pantalones cortos, de lucir taparrabos, de fumar o beber alcohol ante el pasajero. Gallardón, que ha vinculado su carrera política a la olimpiada de 2016 en Madrid, observa con pavor cómo el COI critica la candidatura madrileña y destruye sus sueños de mando. Los peatones y automovilistas sin graduación caminan aliviados, pero los constructores amigos del alcalde pierden la ocasión de hacerse mucho más ricos ¿verdad, Fefé? Si el déficit olímpico de Atenas ha sido de 8500 millones de euros, ¿cuál podría ser el de Madrid, que sin Olimpiada debe ya ocho mil millones? Vivimos tiempos desconcertantes, y no sólo para Gallardón: ayer me saltó a la chepa una mujer en plena Plaza Mayor; era china y pretendía darme un masaje por sólo diez euros, pero más tarde supe que hay una plaga en los enclaves turísticos de la ciudad, que actúan coordinadas y que saben cómo engañar a la Policía. “Pronto seremos devorados por los chinos”, me dice el camarero patilludo de un mesón. Por lo que pudiera pasar no me atreví a contestarle que antes devorado por un chino que por un imbécil. Carla ha estado una semana fuera y su piel es ahora de color canela por todo el cuerpo: ¿habrá hecho nudismo en una confitería? Las chicas libres de hoy, tan magníficas, están indignadas con la invasión de carteles que algunos retrógrados han pegado en todo el barrio de Salamanca en nombre de una supuesta Liga Antifeminista. ¿Pretende esa gente que las manecillas del reloj inviertan su marcha? El machismo idealiza el rol femenino de sus madres y abuelas, tan sumisas como sacrificadas, olvidando que ellas vivían como hoy las afganas mientras los caballeros alternaban en el bar con sus amigos. Las mujeres son la única esperanza de este país, condenado hoy a optar entre Rajoy y Zapatero, versión moderna de Lagartijo y Frascuelo. Atención: cuando pongo mis esperanzas en las mujeres no estoy pensando en Esperanza Aguirre, estos días de actualidad porque, cuca ella, quiere quitarse de encima el lío de las escuchas, de las tramas Gürtel y similares ¿Cómo? Cambiando su Gobierno y dejando caer de él a sus dos pesos pesados, uno jefe de los espías y el otro espiado. Me dicen en el bar de la esquina que pronto desaparecerán los capellanes militares, antaño tan fascistas, pues la Ley de Libertad Religiosa permitirá que los soldados elijan credo. Bueno, es un avance, aunque nuestro Presidente, tan timorato, puede desdecirse si alguna encuesta se lo recomienda. Juran los mentideros que Blanco se ha enfrentado a Salgado y Pajín, pero no hay que hacer caso: los ministros son, más que nunca, simples instrumentos del Presidente, que gobierna como un señor de horca y cuchillo. Ahí tenéis a Jordi Sevilla, uno de los que elevaron a Zapatero hasta la Secretaría General de su partido, que ahora abandona todo cargo y marcha a trabajar en una auditoria diciendo pestes del Presidente. Veo caminar por Barajas a Mario Conde con su nuevo amor, una profesora de buen ver, y poco más tarde pasa Bono, que esta semana ha tenido un rifirrafe en el Congreso por la vidriosa cuestión de qué lengua usar en los Plenos: si cualquiera de las peninsulares o el castellano. Supongo que Bono perderá esa batalla, pues dada la necesidad que tiene Zapatero de apoyos para sobrevivir, no negará eso a cambio de un voto afirmativo de los partidos nacionalistas. Me presenta Carla a un diputado del PP que, muy educadamente, pretende hacerme creer que las supuestas corrupciones en su partido no son tal, y que todo se debe a una campaña de difamación por parte del Gobierno, la Fiscalía, un sector de la Policía y etcétera. Un bonito cuento de la lechera, desde luego, pero no quiero hoy ponerles colorados: Cospedal se acaba de casar en Toledo con un exgobernador de esa provincia y no debemos amargarle la luna de miel. “Seguro que el tío da gatillazo”, replica el chapista, aún obsesionado por “su” Cospe. Ya salió la palabra clave, el dichoso gatillazo. ¿Acaso no ha sido eso el asunto de los cuatrocientos euros, que iban a salvarnos y ahora se suprimen? ¿y qué me decís de la subida de impuestos, razonada exactamente al contrario de cómo sería conveniente? Fijaos: cuando se vendían casas a mansalva el Gobierno mantenía, para incentivar el negocio, una desgravación a los compradores; y ahora que vender una vivienda es milagro, decide suprimir ese beneficio, quizás para desanimar al posible comprador. Como Zapatero, en su desesperado caminar hacia el abismo, se arrima a sindicatos y partidos de izquierda, desentierra el lenguaje de barricada: habla de ricos, de patronal, de que pague más el que más tiene. La música suena bien pero tiene truco: los que más tienen no van a pagar más (“los ricos nunca han pagado ni pagarán impuestos”, dijo Rato cuando era ministro) porque en España hay 440.000 sicav que cotizan al 1%, pero en Bolsa hay mucho ahorro invertido por las clases medias y los pensionistas; además, seamos serios, si se gravan los beneficios bursátiles, la gente invertirá menos en ese mercado y, en consecuencia, caerán las cotizaciones, lo que descapitalizará a nuestras empresas. Ya sé que Zapatero no está para pensar en tales sutilezas, que lo suyo es ir ganando mes a mes en espera de que algún milagro arregle el desaguisado actual, pero ¿qué podemos esperar de una persona que, avanzada la crisis, traiciona a su sastre, al que deja de encargar trajes para, aconsejado por sus asesores de imagen, dar sensación de “hombre común” y vestir de confección, incluso con talla demasiado amplia? Vamos de gatillazo en gatillazo, querido/as.

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