Guardado emprende reconquista del deportivismo tras su verano más complicado

El mexicano Andrés Guardado, centrocampista del Deportivo, ha emprendido la reconquista del deportivismo después de su verano más complicado, en el que unas declaraciones de su agente, Mario Ordiales, y la etiqueta de transferible que le colgó su club le pusieron en el centro de la diana de la afición.

El zurdo de Jalisco afronta su quinta y última temporada de contrato en el Deportivo, al que llegó con la idea de que fuera su trampolín hacia un grande y en el que se estancó por sus repetidas lesiones musculares y una aportación menor de la que de él se esperaba.

Su fichaje el verano de 2007, semanas después del desembarco del técnico Miguel Angel Lotina en el Deportivo, supuso el último gran desembolso del conjunto coruñés en las últimas temporadas y generó unas expectativas quizás demasiado elevadas y que no ha alcanzado.

Aún así, ha sido la referencia del Deportivo, que abonó 5,25 millones de euros al Atlas de Guadalajara por el 75 por ciento de su pase y, posteriormente, se hizo con la totalidad de sus derechos federativos, aunque su anterior equipo reclama pagos pendientes.

Titular indiscutible en los planes del preparador vasco y también en la selección mexicana, con la que este verano se proclamó campeón de la Copa de Oro, Guardado no solo no ha fichado por un grande como pretendía, sino que el descenso y la falta de una oferta satisfactoria de otro club le han obligado a jugar en Segunda.

Su nombre estuvo en el mercado desde que acabó la anterior campaña, el club le colgó el cartel de transferible y su agente llegó a decir que Guardado no quería jugar en Segunda.

Los aficionados, que ya se habían encarado con él el día del descenso, se lo reprocharon con silbidos y cánticos en el segundo encuentro de la pretemporada, ante el Racing Vilalbés.

Dos días después, el centrocampista se mostró dolido por la actitud los aficionados, criticó a los periodistas por atribuirle declaraciones de su agente de las que se desmarcó y aseguró que no tenía ofertas.

Afirmó, además, que daría el "cien por cien" por el Deportivo si se quedaba esta temporada en el equipo, con el que acababa contrato en junio, y que no se sentiría "incómodo" si tenía que jugar en Segunda.

SIN PODER ASENTARSE

Guardado comenzó la liga como titular, pero los compromisos amistosos con su selección en Europa ante Polonia y Chile le impidieron estar ante el Hércules en el segundo partido y, tres días después, fue suplente en Copa del Rey frente al Girona a pesar de que, según su técnico, José Luis Oltra, estaba en condiciones.

El portugués Diogo Salomão, que llegó cedido al Deportivo este verano, le arrebató la titularidad en el partido de Copa y por primera vez Guardado vio su puesto en peligro, algo que no le había pasado en las cuatro campañas anteriores.

El mexicano se ha puesto las pilas y Oltra situó en el once a los dos ante el filial del Barcelona, en el que se intercambiaron las bandas hasta que el lateral zurdo Ayoze Díaz se lesionó en los últimos minutos del primer tiempo y Guardado tuvo que retrasar su posición.

Para entonces, el internacional azteca ya había reconquistado al deportivismo y al Miniestadi con una actuación sobresaliente y decisiva.

De sus botas surgió la asistencia al franco-tunecino Lassad Nouioui en el primer gol del encuentro, a los nueve minutos, y veinte después volvió a aparecer para colarse en el área del Barcelona B, llevarse el balón a trompicones y cedérselo nuevamente al atacante para que lograra el segundo.

Aún estaba caliente la segunda celebración de Lassad cuando el balón volvió a llegar a los pies de Guardado, que levantó la cabeza, vio a Rubén Miño adelantado, cruzó la línea medular y desde allí, con confianza y osadía, dirigió el balón a la meta del Barcelona B y firmó el gol más bello de los que se le recuerdan en el Deportivo.

Su actuación estelar estuvo a punto de ser insuficiente para que el equipo coruñés se llevara el triunfo porque el filial del Barcelona no se rindió, marcó dos goles y rozó el empate en el último suspiro de un partido que Guardado necesitaba para recuperar su sitio en el corazón del deportivismo.

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