Había una vez un circo

«Se abre la sesión». Entonces Elpidio Silva se dirige al presidente de la sala: «Con la venia, Señoría: «e saben aquel que «diu» que está un matrimonio en el salón y le dice el marido a la mujer, cariño, mañana es nuestro aniversario, voy a matar un pollo para celebrarlo. Y la mujer, rostro de casada vedraña y hastiada que lo mira y le dice ¿y qué culpa tiene el pollo?» Aquí Elpidio estalla en una carcajada y dirigiéndose al tribunal pregunta «es bueno ¿eh?» Cuando el presidente va a hablar de nuevo, Elpidio lo ataja: «Señoría, sabe el de aquel que era un tío, un destripaterrones en una casa de labranza y tal, que era tan cerdo tan cerdo que un día vino a buscarlo uno que no lo conocía y llamo a la puerta y abrió su mujer, y pregunto por él y la mujer que le dice «Sí, está en casa; está dándole de comer a los cerdos. Pero pase, pase usted. ¿Ve? ¿Ve allí al fondo? allí, sí: es el que lleva boina» (nueva carcajada de Elpidio, está vez agarrándose los cojones porque no puede con la risa). El presidente toma la palabra y dice «Don Elpidio, por favor, céntrese en el «thema decidendi» y vaya concluyendo», y el Elpidio que nada. Elpidio a lo suyo. «Sí señoría, pero antes deje que le cuente otro que es buenísimo. Y entonces el Elpidio que se arranca con un «E saben aquel que diu, señoría, que llega un circo a Barbate y el jefe del circo que, una vez instalado, sale por el pueblo a la procura de alimento para las fieras y en el paseo marítimo de Barbate que se encuentra a un paisano que lleva del ronzal un burro esquelético y famélico, y el paisano que le cuenta que lo lleva a que lo sacrifiquen, que ya no está en condiciones de tirar del carro, y el jefe del circo que le dice que para eso pues que le da cuarenta euros y que se lo queda para pitanza de sus fieras. Y el paisano que vale, que bueno, pero que cincuenta euros o nada. Y entonces trato hecho y tal. Y pasa una semana y el del borrico que se encuentra al propietario del circo cabizbajo y hundido y que le pregunta que qué le pasa. Y el del circo que contesta ¿que qué me pasa, qué que me pasa? que el burro que me vendió se ha comido dos leones ¡y tiene acorralada a la pantera!» Y Elpidio tirado en estrados desternillándose. Y entonces el presidente de la sala, ya harto que va y dice, «don Elpidio, le llamo al orden», y Elpidio, «sí, señoría, sí, lo que usted diga, pero antes deje que le cuente aquel de la chica que estaba espatarrada en la playa en pelotas, echándose colirio en el chichi, y pasa uno y le dice…pero señorita ¿qué hace usted echándose colirio en el chichi?, y la chica que contesta…es que hace diez años que no veo un carallo», y acto seguido Elpidio que empieza a moverse como Chiquito y exclama ¡jarl, cobarde, pecator de la pradera!» En fin. Que dicen que eso fue el juicio del otro día. O sea, había una vez un circo. O mejor, había una vez un Elpidio. Visto para sentencia.

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