Juan de Sola: «Jamás hay que tirar la toalla: esto es una carrera de resistencia»

Juan de Sola con su libro en las manos. david freire
photo_camera Juan de Sola con su libro en las manos. david freire

«Mi primer libro. ¡Y mi primer miedo!». Juan de Sola, voz de Onda Cero en Pontevedra, debuta en la literatura con ‘La cara más dura de la esperanza’.

periodista de combate social, Juan de Sola (Madrid, 1970), voz de Onda Cero en Pontevedra desde hace más de una década y presidente de la Asociación Galega de Reporteiros Solidarios (Agareso), un colectivo que nació en 2008 con 25 socios y hoy supera el centenar, ha elegido para debutar en el terreno literario una recopilación de historias reales que ha ido conociendo de primera mano, fundamentalmente a lo largo de los últimos cinco años, en sus incursiones en diferentes países del mundo, de Sudamérica a África. ‘La cara más dura de la esperanza’ es un diario de a bordo en su cruzada por dignificar la profesión dando voz a quien casi nunca la tiene y defendiendo los derechos humanos. «Para ser buen periodista hay que ser buena persona», decía Ryszard Kapuscinski.

Nada de ficción en su primer libro.

Nada de ficción. Todo absolutamente real: de los nombres a los acontecimientos. Cada persona que menciono existe, se llama así y se puede localizar. Cada historia que cuento se puede confirmar. El primer libro será siempre tu ojito derecho, el hijo preferido. Así que solo podía ser de esta manera.

Recopila una serie de historias y las publica agrupadas en varias partes.

En cuatro partes. Una primera, sobre mi desembarco personal en el periodismo social, que sirve para explicar como un tipo como yo acaba subido a un tren del que ya no será capaz de apearse. La segunda, sobre ámbitos en los que me he especializado: la situación de la mujer en Marruecos, la realidad de la inmigración y la pobreza en la infancia, por ejemplo. La tercera, la más amable, trata la conquista de derechos a través de alternativas como la del comercio justo y la valentía de los campesinos latinoamericanos que se atreven a desafiar a las grandes industrias. Y acabo en casa, con un capítulo titulado ‘Cosas invisibles que suceden a nuestro alrededor’, en el que incluyo historias cercanas como las de una madre discapacitada, una chica con VIH o la vez en la que compartí comedor con los internos en la cárcel de A Lama.

Y un único relato en gallego.

¡Un atrevimiento! Fue publicado originalmente en el blog de autores de Galaxia. En él cuento la relación de amistad que mantengo yo, una persona integrada en la sociedad, con otra que no lo está, que toca la guitarra y pide dinero cada día en A Peregrina.

Una excepción idiomática.

Hay otra excepción en el conjunto del libro: una historia de la que me enamoré y que no he vivido en el terreno sino desde la distancia, la de una niña refugiada siria que en medio del horror que supone ser expulsada de su casa y acabar en un campo de refugiados consigue que la ternura se abra camino al pedirle a su padre que le haga una muñeca con dos palos y unos trapos para poder jugar.

Casos concretos frente a la frialdad de las cifras, podría ser un buen subtítulo para su libro.

Hay una cantidad ingente de estadísticas y cifras sobre cada conflicto, se teoriza constantemente sobre ellos...

¿Y se cae en lo abstracto?

Exacto. Si contra algo he luchado toda mi vida profesional, y seguiré haciéndolo, es contra la deshumanización. Se utiliza la palabra ‘pobreza’ y no significa nada. La única forma de que tú, yo y cualquier otra persona sintamos mínimamente el impacto de lo que supone la ‘pobreza’ es conocer el caso de otro ser humano que la padece: qué come, cómo vive, qué derechos ha perdido, etc. Conocer casos concretos es clave para entender, para empatizar, para poder acercarte a la realidad de una forma honrada. Es el código que manejamos: nuestra medida es la de otro como nosotros. Todo lo demás: estadísticas, cifras, campañas, políticas de esto y lo otro, para los gobernantes.

¿Deshumanizan los políticos los problemas sociales?

Por supuesto que sí. En muchos casos incluso las propias ONG se obsesionan tanto con sus proyectos que acaban deshumanizando los conflictos. Es fácil caer en el juego de números que te proponen y perder la perspectiva de lo que estás haciendo y por qué. Por eso también es tan importante el papel del periodismo social y su labor fundamental: la visibilización, que sirve para poner nombres y apellidos a cada número.

Su editorial dice que el libro es un ejemplo de que todavía es posible poner el periodismo al servicio colectivo. ¿Más allá de intereses económicos y empresariales particulares? ¿En serio?

Es posible, claro que sí. Es cuestión de voluntad. Otra cosa es que se ponga al servicio colectivo en un medio. Eso es más complicado. Una cosa son los medios y otra los periodistas. En este sentido, Internet ha derrumbado muchas barreras. Y la crisis y el espíritu crítico se han encargado de purgar el ámbito del periodismo social, donde ya casi no hay cabida para esas estrellas oportunistas que buscaban la fama o el dinero rápido y fácil, comerciando con una foto o con lo que sea. Ahora mismo una mínima credibilidad es fundamental. Que los grandes intereses económicos y empresariales siempre van a existir en el ámbito de la comunicación es cierto, pero que se pueden hacer cosas importantes fuera de ellos también lo es.

¿Sería cínico apuntar que fuera de ellos lo que se publica puede ser tan bienintencionado como inofensivo?

No estoy de acuerdo. Y cada vez menos. Que la repercusión que obtengas con lo que tú puedas publicar en tu blog no va a ser la misma que en la BBC, evidentemente. Pero, si lo que haces tiene rigor y está bien hecho, la gente acabará encontrándote. Antes eso era imposible. Ahora solo hay que querer hacerlo. Hablemos por ejemplo de Javier Bauluz, un premio Pulitzer nada menos, que podría estar viviendo de rentas como hace la mayoría, pero que está sacando adelante el proyecto periodismohumano.com pasando no pocas penurias. Estas cosas suceden. No es ninguna utopía. En cuanto a lo de inofensivo... Qué quieres que te diga. Cuando te pones frente a una persona que sufre y enciendes la grabadora ya estás haciendo algo. Al menos bastante más de lo que hacías sentado en la silla de la redacción.

¿Aunque al apagar esa grabadora uno se vuelva a la redacción y ella a su sufrimiento?

Te equivocas: nada vuelve a ser lo mismo. Ni para ti ni para esa persona. Como mínimo le has permitido desahogarse y le has dado esperanza. Alguien la ha escuchado: no está sola. Como máximo puedes ayudar a dar a conocer su situación y que cambie. Si no para ella, para sus hijos o para sus nietos. En el ámbito social la inmediatez no existe, es cierto. Las cosas cambian lentamente. Tú haces lo que tienes que hacer y así empieza un proceso. Lento, pero fundamental. Hay que tener paciencia porque esto es una carrera de resistencia. Pero el objetivo vale mucho la pena. Por eso jamás hay que tirar la toalla.

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