Julia Navarro:«Me rebelo contra el pensamiento único»

«Hay momentos en la vida en los que la única manera de salvarse a uno mismo es muriendo o matando». Sentenciando es como empieza Julia Navarro su última novela. Autora de bestsellers no es sinónimo de mansa. «Se me revuelve el estómago como ciudadana al saber que hay que recurrir a los bancos de alimentos para evitar que la gente pase hambre».

protesta por el frío y por tener que permitir que se la fotografíe una vez más durante la promoción de su última novela, ‘Dispara, yo ya estoy muerto’ (Plaza&Janés, 2013), que comenzó en septiembre en San Petersburgo y que ayer la trajo a Pontevedra. Protesta también por la situación social y cultural. Periodista curtida, que ejerció la profesión durante más de 25 años, también protesta por la crisis en la prensa, de la que responsabiliza a editores y empresarios. «¿Qué país es este en el que a los jóvenes se les malpaga y se les explota y a los mayores de 50 años, con toda su experiencia, se los echa a la calle?». Julia Navarro (Madrid, 1953) publicó en 2004 su primera novela, ‘La hermandad de la Sábana Santa’, y ya no se apeó del éxito: ‘La biblia de barro’, ‘La sangre de los inocentes’ y ‘Dime quién soy’ cuentan sus lectores por millones en todo el mundo. Su obra ha sido traducida en más de 30 países. «Lo único que realmente hace que uno venda libros es el boca-oreja».

Y eso es algo que hay que ganarse cada vez que se publica un nuevo libro. Usted lo ha dicho.

Cada novela es siempre como la primera. Empiezas de cero. A los lectores hay que conquistarlos libro a libro. Siempre te la juegas.

Su editorial dice que ‘Dime quién soy’ vendió un millón de libros en todo el mundo. ¿Ese dato infunde presión o tranquilidad?

¿Tranquilidad? Al revés: una gran presión y una enorme responsabilidad. Yo siempre tengo una sensación de vértigo cuando mis libros llegan a las librerías. Es el momento de la verdad.

¿Por qué dice que esta es la novela más difícil que ha escrito? También ha dicho que es la más dura.

Que es la más dura no lo digo yo, lo dicen los lectores. Yo no fui consciente de hasta qué punto tocaba el alma hasta que ellos me lo dijeron. Ha sido, sí, la novela más compleja de las que he escrito por la cantidad de personajes que he manejado.

La historia plantea una reflexión sobre hasta qué punto somos dueños de nuestro destino. ¿Lo somos?

Yo te diría que las circunstancias nos marcan, aunque la última palabra la tenemos nosotros. Desde la adolescencia luchamos por ser nosotros mismos más allá de nuestras circunstancias. En este sentido es una novela muy orteguiana. Siempre digo que todos venimos al mundo con un pack en el que nos meten cuatro cosas que determinan nuestro futuro en gran medida: el momento en el que nacemos, el lugar, la situación económica y la religión. Nuestra lucha es por sobreponernos a todos esos elementos.

Se enfada cuando le dicen que escribe «novela histórica».

Es que yo no escribo novela histórica. No lo hago. Y ya está. Mi novela es una novela de personajes en el que la historia no es nada más que un escenario. Si las mías lo son, todas lo son. Una historia siempre transcurre en un contexto histórico. ¿‘Ana Karenina’ es una novela histórica? Es absurdo.

¿Le gustaría que se adaptaran al cine o a la televisión sus novelas? ¿Le gusta lo que han hecho con ‘El tiempo entre costuras’, de María Dueñas?

Es estupenda. ¿A mí me gustaría? Si se hace bien, pues encantada. Ha dicho en alguna ocasión que no le inspiran nada ni Bárcenas ni la actualidad política a la hora de plantearse una nueva novela.

Es que ni me lo planteo. Te parecerá poca novela la que leemos cada día en el periódico. Además hay una novela excelente ya escrita sobre esta España: ‘Ajuste de cuentas’, de Benjamín Prado.

¿Se apartó a tiempo de la primera línea del periodismo?

Me aparté de una forma natural. Hubo un momento en el que tuve que elegir entre la escritura o el periodismo activo. Fui dando pasos atrás: dejé la tele, la radio... Ahora solo escribo artículos de opinión, no hago periodismo.

¿Los artículos de opinión no son periodismo?

No son periodismo. Son otra cosa. El periodismo es informar de lo que pasa. Punto. Todo lo demás es un acompañamiento.

¿Echa de menos la profesión?

Sinceramente, no. Quizás en algún momento puntual, una noche electoral, esa adrenalina de un gran acontecimiento... Pero en la vida todo son etapas y la mía como periodista estaba completa.

Pero sí que es muy crítica con la situación que viven los medios.

Por supuesto. Realmente me indigna que el trabajo de los periodistas se regale en internet. Buena parte de la culpa de la llamada ‘crisis del papel’ la tienen los editores y empresarios que un día decidieron graciosamente que el trabajo de los periodistas se iba a regalar. Ahora, claro, todo el mundo cree que todo es gratis y por derecho: la información, el cine, la música, los libros. Nos hemos apuñalado a nosotros mismos.

¿Es usted pesimista?

Soy realista. Me rebelo contra el pensamiento único y contra esa falacia de que solo hay una receta para salir de la crisis y es a través de la precariedad laboral general mientras sus responsables son más ricos que nunca y se han ido de rositas. Esto me escandaliza. Me escandaliza que se destruya a la clase media y no pase nada. Y se me revuelve el estómago como ciudadana al pensar que hay que recurrir a los bancos de alimentos en España para evitar que la gente pase hambre.

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