La cara menos simpática de las murgas

La ausencia de un espacio reservado para personas con discapacidad física ocasionó un altercado que se solucionó minutos después. david freire
photo_camera La ausencia de un espacio reservado para personas con discapacidad física ocasionó un altercado que se solucionó minutos después. david freire

Que el Concurso de Murgas es un exitazo no tiene discusión posible. Basta echar un vistazo al auditorio del Pazo da Cultura para comprobarlo. Pero es precisamente en ese gran tirón donde radica un problema paralelo que se presenta todos los años y que, pese a las reiteradas promesas de solución por parte del Concello, continúa repitiéndose al más puro estilo del ‘Día de la marmota’: la falta de asientos para atender la ingente demanda y las consiguientes discusiones por conseguir una butaca.

El esperpento llega al nivel de ver colas a la entrada desde cuatro horas antes del concurso, colecciones de abrigos reservando asientos y guardias jurados que, en un exceso de celo por mantener despejadas las escaleras, llegan a entorpecer el trabajo de la prensa.

Las decenas de personas que se quedan fuera airean su enfado y frustración mientras exigen «que esto no se vuelva a repetir». Ayer mismo, sin ir más lejos, se produjo un desagradable incidente con un discapacitado físico. Julio Arosa llegó en una silla de ruedas acompañado de tres personas, que decían ser sus cuidadores. A causa del exceso de público no pudo acceder al auditorio, lo que provocó el enfado de sus acompañantes y otros ciudadanos presentes, que opinaban que el recinto debe tener sitios reservados para personas con minusvalía para que no tengan que hacer cola, mientras desde el Pazo da Cultura explicaban que con una llamada previa no hubiera surgido el problema.

Tras una discusión de unos minutos con dos guardias jurados y un empleado del Pazo y una llamada a la Policía Local, finalmente Arosa fue ubicado en un pasillo del auditorio.

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