La CIG salvó a la UPG

El control del sindicato nacionalista permitió al grupo dominante del BNG conservar y reforzar su mando en un Bloque partido por la maldición de los abuelos. 

Costura, mucha costura va a tener que practicar Francisco Jorquera para llevar al Bloque en buenas condiciones a las elecciones autonómicas que previsiblemente se celebrarán en otoño. El tercer candidato del BNG a la presidencia de la Xunta, tras Beiras y Quintana, es el primero que tiene carnet de la Unión do Povo Galego (UPG), el mitificado partido comunista que domina la organización unitaria del nacionalismo galaico. Es un dirigente sólido, con una relevante experiencia parlamentaria en Madrid y un amplio bagaje en las labores organizativas del Bloque. Tiene menos chispa y carisma que quien fue ayer su rival en las primarias del BNG, Carlos Aymerich, aunque también es más sereno y domina mejor su temperamento.

Sin embargo, el problema de Jorquera no reside en sus características personales, ni siquiera en su condición de militante de la UPG. Su problema es el de un Bloque partido a la mitad con un teórico líder, Guillerme Vázquez, reelegido ayer como portavoz nacional, que demostró en el discurso de clausura que no quiere atender al mensaje de profunda división que dejó la asamblea. Parece haberse quedado sólo con una parte del dictamen que emitieron en el mercado ganadero de Amio los cerca de 4.500 militantes que participaron en el más masivo cónclave del Bloque. Para Guillerme lo sustancial es la victoria de la Alternativa pola Unidade, Apu, una suerte de BNG dentro del BNG, porque es la plataforma que ha creado la UPG para competir internamente.

La UPG tiene motivos para sentirse aliviada, porque la militancia del Bloque no le ha pasado la factura de los continuados retrocesos electorales, tanto en votos como en porcentaje, del último trienio. Estos reveses han agravado la crisis que el BNG arrastra desde el 2001 porque se produjeron, sobre todo los de las municipales y generales, en un momento de fuerte declive del PSOE, cuya alza de la pasada década era según la UPG la razón de los sucesivos batacazos del Bloque. La crisis electoral, ocultada por el grupo dominante del BNG en su informe de gestión, resultaría letal para la dirección de otros partidos políticos. Pero la UPG dispone de una red de seguridad en la constelación de organizaciones nacionalistas que le permitió salvarse del colapso. Se trata del control de la Confederación Intersindical Galega, la mayor organización nacionalista, comandada plenamente por la UPG desde 2001, cuando Suso Seixo asumió la secretaría general y puso fin al tiempo de coexistencia con la otra alma de la central, la que representaba Fernando Acuña. La CIG, cuya masa social supera en unas siete veces a la del BNG, aporta un ejército de empleados y liberados.

Pero la UPG tiene también motivos para la preocupación, porque a pesar de tirar de la muy desgastada figura histórica de Beiras, los críticos que lideraba éste y Aymerich superaron el 45% de los votos, un porcentaje insuficiente para lograr un vuelco histórico pero que muestra que o hay un mínimo reparto equitativo del poder interno o el Bloque puede saltar por los aires. Sin embargo, la igualdad del resultado parecía indicar ayer por la tarde que, al menos a corto plazo, no va a haber una escisión a gran escala, sino que de momento sólo se producirán deserciones individuales, en algunos casos quizá para crear un nuevo partido.

El BNG habría entrado en una nueva fase si de la asamblea de ayer hubiese salido un renovado tándem formado por Jorquera y Aymerich. Lo impidió la maldición de los abuelos, los dirigentes que fundaron el Bloque como Bautista Álvarez, Xosé Manoel Beiras y Francisco Rodríguez, cuyas cuitas siguen bloqueando al BNG, con la novedad de que, si no hay cambios, Rodríguez ha abandonado por primera vez la ejecutiva.

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