La crónica de la boda del año: Kate y Guillermo

Las puertas de la Abadía de Westminister se abrieron a las 08.15 horas de este viernes para recibir a los 1.900 invitados. 50 jefes de Estado, 46 representantes de distintas monarquías, miembros del Gobierno y diversas celebridades británicas fueron testigos del enlace del Príncipe Guillermo y Kate Middleton. Ataviado con su uniforme rojo de coronel de los Guardias Irlandeses, el novio acudió acompañado de su hermano y padrino, el príncipe Enrique. Tras la llegada del resto de la Familia Real, la ya Duquesa de Cambridge hizo su aparición, de la mano de Michael Middleton, su padre, y enfundada en un vestido de Sarah Burton para la firma Alexander Mcqueen. Más de 600.000 personas habían tomado el corazón londinense, tiñendo sus calles con los colores de la bandera del Reino Unido y convirtiéndolas, así, en escenario de la mayor exhibición patriótica de los últimos tiempos.

Londres había adquirido un aura excepcional en los días previos. Desde principios de semana, las principales calles de la capital británica se engalanaban, a orillas del Támesis, por los alrededores de la Abadía de Westminster, pasando por Regent Street o Trafalgar Square hasta el Palacio de Buckingham. La escenografía anticipaba a los viandantes lo extraordinario del acontecimiento que se avecinaba. La noche previa al gran día, unas 5.000 personas desafiaron a las temperaturas de la urbe e instalaron sus improvisados campamentos en el corazón del Reino Unido.

Al amanecer, ciudadanos británicos y extranjeros se unieron a los que habían pernoctado en la calle, hasta sumar un número próximo a 600.000. Las muestras patrióticas parecían ser el requisito básico. Banderas, gorros, bolsos, gafas, bufandas... todo valía, siempre y cuando tuviese los colores de la 'Union Flag' y se fundiese con una capital cada vez más roja, azul y blanca.

A las 08.15 horas se abrieron las puertas de la Abadía de Westminster, que, a partir de ese momento, comenzó a recibir a los 1.900 asistentes al acontecimiento. En la lista de invitados había grandes personajes de la política británica, como Boris Johnson, alcalde de Londres, o John Major, antiguo primer ministro y único ex dirigente convidado, junto a Margaret Thatchet. 'La dama de hierro' no pudo asistir al enlace, por motivos de salud.

Ni Tony Blair ni su sucesor, Gordon Brown, estaban en la lista, en una acción tras la que su partido creyó ver la mano de Downing Street, que negó después cualquier tipo de influencia. Tampoco acudió el embajador sirio, cuya invitación fue retirada el día antes de la boda, dada la situación que impera en su país. Por los mismos motivos se cuestionó la presencia de representantes de otros senos de revueltas democráticas, como la del rey de Suazilandia o la del príncipe heredero de Bahréin, que, al final, declinó su presencia.

Además de ellos, había 50 jefes de Estado, foráneos y dirigentes de los países de la Commonwealth. No faltaron miembros de la familia Spencer (allegados de Lady Diana), personalidades de la sociedad civil británica y celebridades, como David y Victoria Beckham, el director de cine Guy Ritchie y el cantante Elton John, íntimo amigo de la madre del novio.

Los asistentes de sangre no azul ya ocupaban sus puestos en la Abadía cuando llegó el Príncipe Guillermo, ataviado con su uniforme rojo de coronel de los Guardias Irlandeses, su mayor rango militar. Lo respaldaba su hermano y padrino, el príncipe Enrique. Tras ellos, aparecieron los autobuses que trasladaban a los 46 miembros de distintas monarquías convidados. Entre ellos se encontraban la Reina Doña Sofía y los Príncipes de Asturias, que fueron la representación española en el evento y destacaron por su elegancia.

Con puntualidad británica, se unió a ellos la Familia Real anfitriona, cuya llegada precedió a uno de los grandes momentos de la jornada: la aparición de la novia. Kate hacía su entrada en Westminster de la mano de Harry Middleton, su padre, enfundada en un vestido de satén marfil y blanco, con cuerpo de manga larga de encaje, escote de corazón y una cola más corta de lo que se esperaba. Sarah Burton firmaba la obra, homenaje al desaparecido fundador de la casa para la que trabaja, Alexander Mcqueen.

La Reina Isabel II había prestado una diadema de 1936 a la contrayente, a la que convirtió, tras la ceremonia, en Duquesa de Cambridge. La nueva miembro de la Casa Real británica hizo su camino al altar mientras la pieza que Harry Parry preparó para la coronación de Eduardo VII en 1902 daba comienzo a la banda sonora de un acontecimiento que siguieron unos 2.000 millones de espectadores de todo el mundo.

Kate Middleton prometió "amar, reconfortar, honrar y cuidar" a su esposo, en lugar de "obediencia", antes de que el Príncipe le pusiese, con algunos problemas, la alianza de oro galés de la casa 'Wartski'. Acto seguido, llegó el momento cúspide de la ceremonia, cuando Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, los declaró marido y mujer, ante la mirada atenta de los testigos, los padres de los contrayentes y Philippa Middleton, hermana de la novia y dama de honor.

El pueblo inglés se agolpaba a las puertas del templo para felicitar al matrimonio, haciéndose oír, entre vítores y aplausos, sobre el repicar de las campanas de la Abadía. La carroza State Landau de 1902 que hace 30 años utilizaron los padres del novio tras su boda trasladó a Kate y a Guillermo a Buckingham Palace. Cuatro carruajes más completaban el cortejo real hacia la primera de las recepciones de la boda, con un menú basado en 22 variedades de canapés para 600 de los 1.900 invitados.

Las celebraciones públicas llegaron a su fin en el balcón del Palacio, proscenio del esperado beso. Los aviones de la Real Fuerza Aérea saludaron el cenit del evento cruzando el nublado cielo londinense, que amenazó con lluvia, pero, al final, no cumplió sus advertencias. Después de recibir la cálida ovación de la masa patriótica que formaban los miles de congregados en los jardines que flanquean Buckingham, el matrimonio partió en un Aston Martin descapotable, conducido por el Príncipe.

Se dirigía a la residencia oficial del Príncipe Carlos y la Duquesa de Cornualles, Clarence House, donde tuvo lugar la segunda celebración, para los 300 invitados más próximos a los novios, entre los que no figuraban, por decisión propia, ni la Reina ni el Duque de Edimburgo. Esta recepción se prolongó hasta la madrugada. De hecho, el Príncipe Enrique se encargó en persona de que, a partir de las 03.00 horas, se sirviesen sándwiches de bacon para quienes aún siguiesen en la fiesta.

AL MENOS 43 DETENIDOS EN EL TRAYECTO DE LOS NOVIOS

Hasta 5.000 agentes velaron por la seguridad de las calles, y no estuvieron exentos de actuar. Scotland Yard tuvo que detener a un mínimo de 43 personas por robo, asalto o "posesión de un arma ofensiva", informó la cadena Sky. Entre los arrestados se halla incluso un hombre de 38 años acusado de acosar sexualmente a una niña de 14 en The Mall, la vía que conecta el palacio de Buckingham con la plaza de Trafalgar.

La Policía también impidió que accediesen a los alrededores de la comitiva 21 presuntos miembros de organizaciones anarquistas. Estas acciones se incluían entre las medidas adoptadas por el dispositivo de seguridad, estimado en 20 millones de libras (unos 22 millones de euros).

Aunque no había constancia de que la boda estuviese amenazada por un posible atentado terrorista, el país estuvo en el segundo máximo estado de alerta a lo largo de todo el día, ante cualquier amenaza de Al Qaeda o de alguna facción republicana irlandesa disidente.

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