Según el pensamiento dominante, la deuda de España, aproximadamente un 90% de su Productor Interior Bruto, se debe al excesivo gasto público. Y para confirmar tal aseveración, sus voceros citan un AVE sin pasajeros, carreteras que no llevan a ninguna parte o aeropuertos vacíos. Son tres ejemplos de derroche, pero no justifican lo que está sucediendo. El gasto y el empleo público es uno de los más bajos de la Unión Europea. Un adulto de cada diez trabaja en el sector público, y en Suecia es uno de cada cuatro. La primera causa es el dominio de la banca, y muy en especial de la alemana, y de las fuerzas neoliberales que ésta promueve en el diseño del euro y su sistema de gobierno. Tales fuerzas urdieron un Banco Central Europeo (BCE) que en lugar de defender a los estados de la especulación es un lobby de la banca privada, a la que le presta el dinero al 1% que España le paga al 6%. Uno de cada cuatro euros que gasta se va por ahí. Si hubiera recibido dinero del BCE no habría necesidad de hacer recortes. Esta transferencia de dinero se está produciendo también en la Eurozona, de manera que los países del Sur pagan a los bancos del Norte, que invirtieron cantidades muy significativas en comprar su deuda pública, lo que les genera unos enormes beneficios a costa de la miseria de millones de ciudadanos. Así de sencillo.
