La metáfora del derroche

Tres personas colocan una pancarta detrás de la mesa donde se va a celebrar una rueda de prensa. Once no pudieron acudir al acto, celebrado hoy en Vilagarcía. Los 14 piden justicia y reclaman el cobro de un dinero que les debe Marconsa, que fue su empresa durante varios años. Son los restos del naufragio.

Al calor de una época de crecimiento que fue financiado, en buena parte, por medio de las arcas de distintas administraciones públicas encargadas de gestionar los fondos procedentes de la Unión Europea, en los municipios de la comarca de O Salnés proliferó la construcción de infraestructuras y dotaciones públicas de diversa índole. Fue entonces, en la década pasada, cuando florecieron las empresas dispuestas a aprovechar la riada de dinero.

Una de ellas fue Marconsa, cuya presencia se hizo habitual en la vida diaria por medio del constante paso de los camiones trasportando áridos procedentes de los destierros que realizaban sus potentes máquinas excavadoras. En sus mejores momentos llegó a contar con 150 trabajadores en su plantilla, para los cuales hacer horas extraordinarias se convirtió en una exigencia, y un valioso capital.

En el polígono industrial de Abalo (Catoira) adquirió dos parcelas en las que instaló una fábrica de aglomerado, mientras que en Rubiáns (Vilagarcía), aún hoy puede verse el letrero de la empresa en la fachada principal de un funcional edificio cuya parcela posterior fue usada como aparcamiento de sus camiones.

Presentar las mejores ofertas le permitió adjudicarse numerosas obras, pero la clave del milagro residía, en buena parte, en los impagos a la Seguridad Social y Hacienda. El descubierto lo dejó fuera del reparto de la tarta porque estar al día en ambos pagos es una exigencia que deben cumplir las empresa que optan a los concursos públicos.

Cuesta abajo

La crisis económica hizo el resto, y entonces comenzó la cuesta abajo. Primero prescindió de aquellos trabajadores que tenían contratos temporales, y en julio de 2013 entró en concurso de acreedores. Una tarde del verano de 2013, quienes acudieron al Hospital do Salnés vieron cómo varios camiones fueron pasto de las llamas en el estacionamiento de la empresa, situado muy cerca del centro sanitario.

Un banco, el BBVA, presentó una oferta por las dos parcelas de Catoira de 437.000 euros, cuando el precio de salida a subasta fue de 1,5 millones. Las luminosas oficinas de Vilagarcía no figuran en la relación de propiedades de Marconsa, sino como alquiladas a otra empresa.

En la rueda de prensa celebrada en la sede del sindicato CIG, Xoán Xosé Bouzas cifró en más de seis millones de euros las deudas acumuladas, y precisó que el valor de los bienes de Marconsa asciende a poco más de 725.000 euros, a los que se suman 836.000 que figuran en una cuenta.

Los 14 trabajadores que permanecieron hasta el final reclaman el pago de una deuda que asciende a 210.000 euros y siguen pendientes de la venta de las parcelas para cobrar, que fue aplazada en instancias judiciales a petición de la administradora concursal.

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