La vía muerta de Portas

Alfonso Álvarez, que fue el jefe de la estación entre los años 1972 y 2000, advierte de que la construcción de la senda verde hasta "no conduce a nada y sería su sentencia definitiva"
Alfonso Álvarez, de pie en la estación de Portas
photo_camera Alfonso Álvarez, de pie en la estación de Portas

"Sin aparato ninguno, verificóse la inauguración de la línea férrea de Carril a Pontevedra, que une los dos puntos extremos y entre multitud de pueblecillos casi incomunicados hasta hoy por la escasez de medios de comunicación", publicaba la prensa el día 24 de julio del año 1899. Una de las localidades situadas en su itinerario que contó con una estación fue Portas.

Hoy, la hiedra tapiza casi por completo el depósito de agua que refrigeraba los motores y abastecía los servicios. La puertas de la estación están cerradas a cal y canto, la nave donde se almacenaban los cereales fue reconvertida en una escuela-taller, desde el año 1997 no se despachan billetes y el último tren pasó por este lugar el día 20 de julio de 2008.

Hijo de un ferroviario llamado José, Alfonso Álvarez Pena hizo prácticas en la estación de Delicias (Madrid) durante el servicio militar. Su primer destino fue Vigo, su ciudad natal, donde permaneció entre 1963 y 1965. Recaló en Portugalete, donde permaneció entre 1966 y 1972, y de la ciudad gipuzcoana se desplazó hasta Portas, una localidad de la que todo lo que sabía era que contaba con una estación, en la que permaneció hasta el año 2000.

Alfonso Álvarez, que fue el testigo de los años de esplendor y ocaso de la estación de Portas, finalizó su carrera en Guillarei y Vigo cuando ya había sido condenada al abandono.

Sentado de la cafetería de la estación, el exjefe de estación recuerda que en Portas llegaron a trabajar ocho personas, cuatro en cada turno, y pasaban a diario 22 trenes en dirección a Pontevedra y el mismo número con destino a Santiago, de los que paraban la mayor parte.

"Se hacía todo manualmente y realizábamos por la línea interna las peticiones de vía", indica. Claro que más de una vez tuvieron que recurrir al teléfono de la cantina cuando se le estropeaba el suyo. "Teníamos que confirmar la concesión de la vía para dejar que entrasen los trenes y luego confirmar su llegada", recuerda.

Había momentos que eran un ir y venir de taxis trasladando clientes hasta la estación o hacia sus lugares de destino. También fue habitual durante varias décadas la presencia de autobuses en los que los bañistas, procedentes de localidades situadas en el interior, cubrían el tramo final de sus recorridos hasta Caldas de Reis y Cuntis, que relevaron a los carruajes tirados por caballos. El horario de los trenes marcaba la actividad diaria de cientos de personas.

La estación de Portas era el punto final del largo viaje que realizaban las máquinas que tiraban de los contenedores cargados de cereales, procedentes de diversos puntos de Castilla-León, del Servicio Nacional de Productos Agrarios, un organismo creado por Ministerio de Agricultura de la época franquista.

El grano se almacenaba en una nave situada a pocos metros de la estación, donde se procedía a su molido, y a este lugar acudían agricultores de A Estrada, Silleda, Lalín, Cuntis y otros municipios con sus camiones y furgonetas para llevarse el cargamento que habían encargado, en una escena que se repetía cada dos semanas habitualmente. Era frecuente contemplar la estampa de los andenes repletos de muebles, a la espera de que algún industrial del ramo, de A Estrada, acudiese a recogerlos.

Contar con el tren permitió a muchas familias que sus hijos estudiasen en la Universidade de Santiago o cursasen la carrera de Magisterio en Pontevedra, además de facilitar el acceso a los hospitales de ambas ciudades y los desplazamientos de los trabajadores hasta sus empresas.

"Había mucho trabajo y la época fuerte fue entre 1975 y 1980", comenta Alfonso Álvarez, antes de precisar que el declive comenzó a partir del año 1990.

"Empezaron a restringir el número de trenes y a cambiar los horarios, como si quisiesen que la gente dejase de usarlo", expone.

Esta táctica, unida a un desarrollo económico que hizo posible el acceso al vehículo a miles de familias, provocó que el uso de este medio de transporte descendiese notablemente.

El billete. En los últimos años ya no había cobrador y muchos viajeros no pagaban el billete porque ningún interventor lo exigía tampoco durante el desplazamiento, como sucede actualmente con los que acceden al tren en las estaciones de Catoira o Pontecesures, por lo que tampoco fueron contabilizados, circunstancia que fue usada por quienes apostaron por suprimirlo para justificar la medida adoptada.

"La gente veía que la actividad iba a menos y aceptó con pesimismo lo que estaba sucediendo, y las autoridades no hicieron nada por evitarlo", lamenta Alfonso Álvarez. "Por encima de todo debería primar el servicio público: el tren es el medio de trasporte más cómodo y evitaría la circulación de miles de coches", sostiene. Un año después de que hubiera sido cerrada la estación, Adif invirtió 70.000 euros en acondicionarla, cuando su categoría había sido rebajaba a la de apeadero.

Las vías del AVE y la autopista cruzan Portas, un municipio que no cuenta con transporte público. "Quieren hacer una vía verde a costa de eliminar un servicio básico", dice en referencia a la iniciativa en la que están implicados los concellos de Portas, Caldas de Reis y Vilagarcía. "No conduce a nada y sería su sentencia definitiva", advierte.

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