La primera Feria sin Palomo Linares

Desde 1964 la presencia del diestro jienense, tanto sobre el albero como en los tendidos, fue parte del paisaje de la Feria de La Peregrina
Palomo Linares y Luis López Basalo en 1993
photo_camera Palomo Linares y Luis López Basalo en 1993

Cuando ya se aproxima el inicio de la feria de La Peregrina es tiempo no solo de poner a punto todo lo que tiene que ver con los festejos: venta de entradas, arreglos y cuidados de última hora en la plaza, sino también de acordarse de los que de una manera u otra no podrán estar con nosotros y que durante muchos años nos han acompañado como parte de la más que centenaria historia taurina de Pontevedra.

A la inesperada muerte del torero Iván Fandiño realizando una faena en la francesa plaza de Aire-sur-l´Adour, se le sumó durante este año la de un diestro que es parte de la historia del toreo en España, y también de la plaza de toros de Pontevedra a la que por numerosas razones estuvo muy unido. En las últimas décadas la presencia de Sebastián Palomo Linares era habitual en los tendidos. A él se le dedicó la muerte de numerosos toros por parte de los toreros que tenían en su figura a todo un referente. Como tampoco fueron pocos los aficionados que le asaltaron, tanto dentro como como fuera de la plaza, en busca de compartir una fotografía con quien había marcado una época de rebeldía taurina junto a El Cordobés en una España demasiado aburrida de si misma. Su sonrisa se mantuvo de manera permanente hasta su muerte en el mes de abril en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid a los 69 años y esa sonrisa es la que se echará en falta en esta edición de la feria.

En 1994 Sebastián Palomo Linares concedió una entrevista a este medio en la que hablaba de su presencia en Pontevedra, ciudad a la que había vuelto a triunfar un año antes, tras su reaparición en los ruedos. En ella recordaba su presencia en esta plaza desde 1964, "cuando venía a las oportunidades de maletilla. Estábamos bastantes días alojados en la propia plaza, llenos de ilusión", dijo el matador que tantas tardes de toreo protagonizó en la plaza de A Moureira. En aquellos años comenzó su relación con la familia Lozano de la cual formó parte hasta el final de sus días, una familia que tiene entre sus querencias el cuidado y la explotación de la plaza pontevedresa en la que también tomó la alternativa hace justamente diez años el hijo del diestro.

Pero suyas fueron las décadas de los sesenta y setenta en las que su presencia como parte del paseíllo fue habitual, así como las imágenes dando la vuelta al ruedo portando orejas o saliendo a hombros de los aficionados que tenían hacia él una especial devoción.

Su primera retirada tuvo lugar en 1985, regresando a los ruedos durante dos temporadas, en 1993 y 1994. En ambas estuvo en Pontevedra, en la primera de ellas compartiendo tarde con Manzanares y Pepe Luis Vázquez realizó una meritoria faena a su segundo toro que le valió la única oreja que se cortó aquella tarde en la que el diestro recibió por parte de Luis López Basalo el Trofeo Don Pepe como triunfador de la tarde. Al año siguiente toreó junto a Vicente Barrera, Espartaco y a Palomo Linares quien horas antes y desde su descanso en el Parador concedió a este medio la entrevista que antes citamos y en la que una palabra destacaba por encima de cualquier otra: ilusión. La que defendía frente a los nuevos toreros desde su inconfundible melena blanca: "Para mí esta estapa es muy importante, muy bonita, y sobre todo intento estar bien para satisfacción propia, y por supuesto de toda la gente. Sobre todo para aquella que nunca me ha visto torear, ya que estuve unos años apartado del ruedo, y ahora te ven con el pelo blanco y se preguntan ¿adónde va el viejo? Pero me siento con una ilusión increíble, muy preparado y con una mentalidad que, aunque no sea la de los veinte años, se suple con el oficio y con la experiencia aprendida en estos treinta años de toreo".

Cuando el próximo domingo salte el primer toro a la arena todo parecerá que será igual a otros años, pero no será así. Nos faltará una melena blanca y una sonrisa en la que todavía se podía calibrar el desafío que supuso su toreo a una época en la que sin su presencia todo sería muy diferente.

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