Los alcaldes socialistas tiemblan

Tiemblan los alcaldes de socialistas, pero no tanto por miedo ante los candidatos urbanos designados el sábado por los populares, sino por los posibles efectos que el creciente desgaste de Zapatero pueda tener en las elecciones municipales de dentro de 52 semanas, un año menos un día. La mejor prueba de esa preocupación la ofreció la virulenta reacción del secretario de organización socialista, Pablo García, al presentar a los aspirantes del PP casi como unos bandidos, una exageración para la que aprovechó la diferencia que existe, de nuevo, entre el alto nivel de exigencia que Feijóo estableció en su campaña contra el bipartito y él que aplica en su propia casa.

El deterioro de la posición de Zapatero alimenta el nerviosismo de los socialistas gallegos. Incluso los más optimistas en la dirección del PSdeG reconocen que si ''ven unha onda estatal contra o PSOE como a do 95, pode levarnos por diante'', aunque insisten en remitirse  a sus ya famosas y misteriosas encuestas que les asegurarían mantener sus altísimas cuotas de poder.

Desde la recuperación de la democracia, nunca un partido se ha presentado en Galicia a unas elecciones locales como lo va a hacer el PSOE, con la alcaldía de seis de los siete grandes ayuntamientos y la vicealcaldía del séptimo, Pontevedra. UCD llegó a tener cinco, pero ya en su fase de descomposición. El PSOE también tuvo cinco en el mandato de 1991-1995, que acabó precisamente con la marea popular a la que ahora tanto se teme. El PP le arrebató entonces Vigo, Ourense y Ferrol, además de lograr la mayoría absoluta en Lugo, donde gobernaba gracias a un tránsfuga, y conservar Pontevedra de modo que los socialistas quedaron confinados a Santiago y A Coruña.

De los once principales cargos locales de Galicia, las siete alcaldías y las cuatro presidencias de diputaciones, gracias a sus coaliciones con los nacionalistas el PSOE tiene ocho, el PP dos y el BNG uno. Es un poder enorme al que los socialistas le han sacado poco partido, pues Touriño cortó de raíz cualquier intento de crear un lobby de alcaldes. Seguramente sólo tomarán conciencia de su verdadera dimensión en la noche electoral.

Según los resultados del 2007, el PP tendría más posibilidades en Vigo, Ourense y Pontevedra, donde está a un concejal de la alcaldía, mientras en Santiago le faltan dos, en Ferrol, tres y en Lugo y A Coruña, cuatro. Pero la evolución electoral y política reciente permite dibujar otro escenario, que el PP ha confirmado con la elección de sus candidatos. Mantiene a los de Pontevedra, A Coruña, Santiago y Vigo. Y esas ciudades, con la incógnita de la última, constituyen el eje de sus mayores esperanzas. Ferrol, donde desde la reconversión hubo una continua alternancia de izquierda y derecha, parece una tómbola, mientras los populares admiten la fortaleza de Orozco en Lugo y la que parece exhibir Rodríguez en Ourense.

Pero en Lugo y Ourense está por ver el impacto electoral del recorte del sueldo de los funcionarios.  Y es que la incertidumbre de la política española lo envuelve todo. Nadie puede predecir cuándo serán las próximas elecciones generales. Incluso en el BNG no descartan que Zapatero las tenga que convocar con las municipales, algo que sólo haría en caso de extrema necesidad y que por ahora no parece probable.

Lores, el último de los clásicos candidatos nacionalistas
Con la renuncia del coruñés Tello, el alcalde pontevedrés se ha convertido en el último superviviente de los clásicos candidatos nacionalistas de las ciudades en los tiempos de la escalada del BNG de los 90, como el ferrolano Bello, el vigués Castrillo, el ourensano Peña, la compostelana Otero y los lucenses Carreira y Pazos. Tras salvarse por los pelos hace cuatro años, Lores afronta su prueba más difícil.

Feijóo y la impotencia de la oposición
El miércoles, tras las preguntas al presidente, a Pachi Vázquez se le veía satisfecho. Cualquiera diría que acababa de recibir por lo menos siete golpes de Feijóo, que le fustigó con el recorte social de Zapatero, el lujoso derroche del bipartito en la Xunta, el bandazo de Zapatero sobre la deuda de los ayuntamientos, la nueva sede de Sogama, la investigación por el Tribunal de Cuentas de 83 obras adjudicadas por Pachi, la entrega de una subvención de 40 millones de euros a dedo y por sólo ser capaz de dirigir a los socialistas de O Carballiño.

Pachi se mostraba satisfecho porque las acusaciones de Feijóo no son nuevas. ''Es sólo una pequeña parte de todo lo que tenemos contra él'', aseguran en el PP. Y también decía sentirse tranquilo, porque el presidente de la Xunta no dio ninguna explicación ante la principal pregunta del socialista, sobre el convenio que firmó en Venezuela el secretario xeral de Emigración, Santiago Camba, en presencia del conselleiro Alfonso Rueda, para otorgarle 120.000 euros a una fundación dirigida por quien al día siguiente se convirtió en presidente del PP en ese país.

En privado, los populares admiten que en Venezuela cometieron un error, del que responsabilizan a Camba. Y se puede interpretar que implícitamente Feijóo también lo reconoció en el Parlamento al no dar ni una sola explicación y decir simplemente, como ya había hecho en la sesión anterior, que eran mucho peores las ''chafalladas do bipartito''.

Feijóo considera injusta la interpretación de que le va bien en la Xunta no por sus méritos, sino por la incapacidad de la oposición para regenerarse y de hacerle frente. Pero en este último pleno volvió a ponerse de manifiesto ese guión. Los dos grupos de la oposición estuvieron cerca de marcharse por las provocaciones y excesos de Pedro Arias, con sus comentarios machistas, pero no montaron el follón que deberían haber planteado ante la negativa de Feijóo a dar explicaciones por el convenio de Venezuela. Así que todo quedó en los golpes de un presidente que cada vez les dispara con mayor habilidad, como se vio cuando recriminó al BNG por pedir la supresión de las diputaciones cuando en la de Lugo los nacionalistas tienen tres diputados y dos vicepresidencias.

Lo cierto es que en la actual coyuntura estatal, aunque Rajoy parezca emperrado en pegarse contra el marco de la puerta de la Moncloa que Zapatero le ha abierto, todo indica que al PP en Galicia no le va nada mal. Ahora mismo los populares aseguran sentirse con firmes posibilidades de hacerse con las alcaldías de A Coruña, Vigo, Pontevedra y Santiago, además de subir en Ferrol y Lugo, ascenso ese último que podría ser decisivo en la lucha por la Diputación lucense. Sin embargo, el problema de los populares es el de siempre, el de que, salvo en Ferrol, necesitan la mayoría absoluta para gobernar, lo que supone poner el listón muy alto, especialmente en ayuntamientos como el coruñés. El sábado Feijóo ya adelantó que el guión de campaña va a ser el mismo que en las autonómicas, el de utilizar la crisis para acusar PSOE y BNG de despilfarro. A ver cómo responden.

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