Los calzoncillos de Ortega Lara

No me ha extrañado la supuesta infidelidad de Hollande. Los franceses son unos maestros de la doble vida. ChabrolyTruffaut dejaron de ello constancia cinematográfica. El francés (me refiero al nacional de Francia, claro) es capaz de convertir la deslealtad en poesía, poesía que siempre culmina en drama: la amante que se suicida o que mata al hombre que vuelve con su esposa. En el caso de Hollande los noticiarios franceses se apresuraron a sustituir el ataque de nervios (o de ansiedad) que padeció ValérieTrierweiller por un “ataque de melancolía”. Los franceses son como alquimistas afectivos, de moral dúctil, hábiles para convertir el polvo aeronáutico de Enmanuelleen una escena de amor inolvidable, cosa de mucho mérito porque el viril varón fornicador lucía en aquellas tomas un corte de pelo propio de uno de los integrantes de “Los Chichos”. Los gabachos, es sabido, no follan. Los gabachos “hacen el amor”, que es una de las cursiladas más estomagantes de la historia del lenguaje. A mí me trae al pairo que Hollande sea o deje de ser un pichabrava, y estoy de acuerdo con él en que es un asunto privado. Se puede llegar a lo de Hollande porque el matrimonio es un instituto tan sólido que a veces son necesarios ambos esposos, trabajando duro, para cargárselo. Entonces queda la mera convivencia, que en unas ocasiones consiste en compartir fluidos y no piso o en compartir piso y no fluidos. Urdanpillín y la infanta comparten morada y amor, que por amor firmó ella algunas cosillas sin importancia. Esa rúbrica, autógrafa e inocente, le impele ahora a bajar el tobogán del juzgado, una escalera de Jacob indeseable. En este país seguimos como cuando en la plaza de la Cebada a la chusma le ardían las manos aplaudiendo las ejecuciones. A lo peor seguimos siendo chusma, pero chusma con Smartphone. No sé si la infanta bajará la rampa al ritmo de la marcha real. Personalmente prefiero “Paquito el Chocolatero”, que añadiría un toque lúdico al espectáculo con el que la turbamulta podría desperrecharse en la satisfacción morbosa del mal ajeno, que ya se sabe que en este pueblo, que siempre ha sido muy cabrón y muy cainita, consuela mucho. Y ya que hablamos de espectáculo, qué decir del nuevo partido, “Vox”, que no sabemos si será populi, reflujo de un grupúsculo oligárquicoo la marca de calzoncillos de Ortega Lara. Lo que sí está garantizado en éles la corriente socialdemócrata, que encabezará Alejo Vidal Cuadras, cuyo sesgo progre, casi bolchevique, nadie pone en duda.Dicen que la militancia del partido neonato cabe en una moto con sidecar, pero esto no responde a la realidad. Necesitan un Seiscientos. Echo en falta en este partido al cojo rezagado del desfile de “Bienvenido Mister Marshall”,al que seguro que “Vox”, si lo fichara, sería capaz de buscarle una actiña de diputado. Dicen que de Cuelgamuros ha salido una voz de ultratumba, como la de vicetiple tísicade Paquiño Franco, que clamaba “¡españoles, afiliadme, afiliadme a Vox!”.

Comentarios