Luto por un alcalde que no se quejaba nunca

É como está? Le preguntó hace unos meses María Mato, que durante los doce años fue la secretaria de Raposeiras. ''Ben'', le contestó él. ''Pero, home, ten dereito a queixarse''. ''Non, María, non teño dereito a queixarme. Todos me tratades moi ben''.

Así era el recién fallecido regidor de Forcarei, el hombre que desde la docencia, que siempre siguió añorando, dio el salto a la política de la mano del mandatario Manuel Brea. Entró en la Coporación como edil con solo 23 años y en 1999, aupado por el propio Brea, se convertía en alcalde, un cargo que revalidó con cuatro mayorías absolutas sucesivas.

''¿E non perderá moito tempo con esa xente?'', le inquirió en otra ocasión su secretaria. Se lo decía porque echaba horas atendiendo a vecinos que vivían en una situación de desarraigo e incluso a delicuentes o personas con enfermedades mentales, algún expresidiario incluido. Los recibía con tanta amabilidad como a la autoridad de mayor rango que le visitase. David Raposeiras le contestaba a su secretaria ''María, se non atendemos nós a esta xente, quen os vai axudar?'' Y María sabía que a alguno hasta le guardaba los puros que le entregaban en las bodas. De hecho, cuando se le preguntaba si alguna vez se sentía frustrado políticamente, decía que solo le frustraba no poder ayudar a quienes, en los últimos años, ''pasaron pola Alcaldía solicitando axuda para conseguir traballo ou incluso para comer''.

Son solo ejemplos de la calidad humana de un hombre al que, al margen de ideologías políticas, muy pocos reproches se le pueden hacer. Del difunto alcalde forcaricense hasta la oposición habla con afecto y dolor por su prematura muerte.

Raposeiras luchó con una entereza digna de admiración contra un cáncer que al final le ganó la batalla. Cuando se presentó a las últimas elecciones ya estaba muy enfermo. Lo sabía, pero siguió adelante, con más tesón si cabe. Excepto cuando las sesiones de quimioterapia se lo impedían, acudía día tras día a su despacho del Concello. Su última aparición pública fue en octubre pasado. Presidió el Pleno y acudió a una visita con Cores Tourís a las obras de humanización de la calle Regueira. Desde entonces, ya con la salud muy mermada, aún llamaba todos los días al Concello. ''¿E como vai tal obra? ¿E fixestes…?''. Lo relata María, que apenas puede contener las lágrimas al hablar de su difunto jefe: ''Era a persoa máis humana que te poidas imaxinar'', dice, y añade ''era moi agradable traballar con el''. Y una frase que resume todo, al David Raposeiras político y al David Raposeiras persona: ''Facíanos a todos máis bos'', subraya.

El alcalde llevó su enfermedad con entereza, tanta que nunca hablaba de que estaba enfermo. ''Facía como se non lle pasase nada'', dice un trabajador del Concello. Su dolor, el físico y el moral, solo lo compartió con su mujer, Ana María, médico de profesión y trabajadora del centro Príncipe Felipe, a la que adoraba.

Además de su esposa, la alegría que transmitía siempre Raposeiras (que en su última entrevista en Diario de Pontevedra decía ''eu sempre son optimista'') tiene dos nombres más: sus pequeños mellizos, Rosana y David Manuel, que el próximo día cuatro de febrero cumplirán ocho años. El cáncer les ha arrebatado a su papá, pero nadie podrá arrebatarle los momentos vividos, como nadie podrá cercenarles el recuerdo de su calidez, amabilidad y alegría a todos los que lo querían, que no eran pocos.


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