HEMEROTECA. "Perdí el 50% del oído y solo me funciona el 30% del corazón, pero no me puedo quejar"

Este hombre estuvo 16 días en coma debido a un infarto
Modesto Manuel Doval
photo_camera Modesto Manuel Doval

21 de octubre de 2015. Seis de la mañana en un domicilio de Pontevedra. El escritor Modesto Manuel Doval se levanta para ir al aseo y cuando intenta regresar a la habitación su corazón estalla. Sufrió un "infarto fulminante" que llevaría a los médicos a darle por muerto. Si el final de la historia es otro es porque Manuel es uno de los pocos agraciados en el mundo con el ‘síndrome de Lázaro’, una especie de resucitación espontánea que se produce después de varios intentos fallidos de reanimación cardiopulmonar. Y, además, porque su recuperación del coma en el que entró tras la parada cardíaca fue excepcional, dejándole secuelas muy leves en comparación a los efectos que sufren otras personas en situaciones similares. "Perdí el 50% del oído, solo me funciona el 30% del corazón y me fatigo cantidad, pero no me puedo quejar".

Tiene 54 años y acude al periódico en compañía de su mujer, Mari Carmen Domínguez, que, junto a la hija de ambos, fue pieza clave para que Manuel saliera relativamente indemne de la parada de su corazón. El simple ruido que hizo al caminar aquella madrugada y "quizás la intuición" hicieron que ambas se levantaran ‘ipso facto’ para socorrerle. "Cuantro entré en el salón ya estaba convulsionando y nuestra hija ya estaba llamando al 061. Seguimos las indicaciones que nos daban por teléfono. Yo hacía la respiración y ella, que justo había visto unos días antes un documental sobre primeros auxilios, los masajes. No perdimos ni un segundo", relata Mari Carmen.

Su mujer
"Me dijeron que llamara a la funeraria y yo les pedí que lo llevaran a la habitación" 


La ambulancia medicalizada llegó en unos diez minutos y el personal sanitario continuó con los masajes cardiacos. Visto que Manuel no respondía a la reanimación, le hicieron seis descargas eléctricas con el desfibrilador. La séptima la descartaron, porque, aunque la posibilidad de salir adelante era mínima, "quedaría en estado vegetativo".

La falta de respuesta hizo seguir el protocolo. "Me dijeron que llamara a la funeraria y yo les pedí que lo llevaran a la habitación". El equipo de sanitarios comenzó a preparar el parte de defunción, mientras Mari Carmen y su hija buscaban el contacto de la empresa. En ese instante, casi 45 minutos después de la parada cardiaca, las dos escucharon un amago de respiro. "Al principio lo atribuyeron al último suspiro, pero como el sonido continuaba le volvieron a conectar a las máquinas y comprobaron que había una tímida señal" de las constantes vitales. Manuel había vuelto a la vida emulando a Lázaro, que, según el Nuevo Testamento, fue resucitado de entre los muertos.

LOS DAÑOS. Acto seguido fue trasladado al Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, el hospital de referencia para este tipo de pacientes. Allí le operaron para colocarle una pequeña válvula e iniciaron un coma inducido que duraría 18 días.

Estímulos
"Cuando me hablaban mi mujer y mi hija había más actividad cerebral"


Los médicos le mantuvieron con una temperatura corporal de 33 grados para que las lesiones fueran mínimas. Todos daban por descontado que, teniendo en cuenta la duración de su estado inconsciente, "tendría daños".

Su círculo más cercano aprovechaba las visitas (una hora por la mañana y otra por la tarde) para hablarle. Mari Carmen incluso le cantaba el tema de Sergio Dalma ‘Bailar Pegados’, "la canción de nuestra boda". "Mi hermano es ingeniero biomédico y dice que cuando me hablaban mi mujer y mi hija las máquinas de la habitación reflejaban que había más actividad cerebral".

Al despertar Manuel "no sabía dónde estaba" y reaccionó como muchos harían en su lugar, intentando arrancarse el conglomerado de tubos y cables a los que estaba enchufado. "Acabaron atándome y eso me puso más nervioso".

Las alucinaciones fueron una constante durante los tres primeros días. Recuerda que "veía a todas las personas que pululaban por la habitación con máscaras de porcelana, excepto a mi mujer y a mi hija, que las veía normal". Rogaba a su familia que le sacaran de aquella sala e incluso llegó a proponerle a su hija un plan de fuga. "Le dije: trae una bata y una navaja, del resto me encargo yo".


Mensaje
"Que estén todos tranquilos. Si uno no regresa, se está muy bien; sentí una tranquilidad impresionante"


EVOLUCIÓN. Su comportamiento mantenía la duda sobre las secuelas que le dejaría aquel episodio. Sin embargo, con el paso de los días su estado cognitivo comenzó a normalizarse, sobre todo cuando le trasladaron a planta. "Estaba más tranquilo".

Ahora come sin sal y sin grasas "para no taponar las arterias" y camina todo lo que el cuerpo le deja "para fortalecer el corazón". Continúa con su afición a la escritura y mantiene grabadas a fuego todas las fechas que sustentan la teoría de que el explorador Cristóbal Colón es de Poio, de la que se declara firme defensor. Lo único que flaquea es la memoria a corto plazo para las "cosas cotidianas".

En su caso no vio túneles ni familiares que le estuvieran esperando al otro lado durante su estadía en coma. Tampoco "nada del día anterior a sufrir el infarto", pero sí rememora una sensación de paz y tranquilidad. De hecho, cuando le preguntan qué mensaje trasladaría a quienes estén leyendo estas líneas responde: "Que estén todos tranquilos. Si uno no regresa, se está muy bien; sentí una tranquilidad impresionante".

Su mujer aprovecha la última palabra para sentenciar. "Si pido algo es que se imparta más formación sobre primeros auxilios. Puede salvar vidas".

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