Manuel Vicent:

"Si el toreo es un arte, el canibalismo es gastronomía", dejó dicho este antitaurino, cuyo artículo semanal en El País al inicio de cada Feria de San Isidro es ya un clásico del periodismo español. De mirada contemplativa ("Cuando le preguntaron a Diógenes ‘¿qué puedo hacer por usted?’, él contestó: ‘que te apartes, porque me estás quitando el sol"), buceadora de placeres, memoriosa y feliz, el escritor anda arrepintiéndose de lo escrito, que no de lo vivido, y reivindica la figura primera de Julio Camba. Manuel Vicent (Valencia, 1936) dijo hace cinco años que no se miraba al espejo y que se afeitaba a oscuras. Mañana está en la ciudad, invitado por Diario de Pontevedra, Ateneo y Caixanova, junto a su amigo Ángel Sánchez Harguindey, crítico de cine y adjunto a la dirección de El País. "Somos amigos, colegas, escribimos en el mismo periódico y hay una relación de amistad bonita y considerable".

¿La actitud cambia cuando uno abandona un registro?

-Supongo que sí, pero en mi caso yo trato siempre de hacer literatura. No importa el espacio ni el soporte que haya debajo.

Usted ha dicho que escribir es un placer, pero un placer masoquista.

-Sí, bueno, y hay escritores que disfrutan mucho escribiendo. Yo creo que cuando el escritor disfruta mucho escribiendo los lectores sufren mucho leyendo. Esto es un trabajo, y un trabajo bien hecho exige sacrificio, y el sacrificio es estar destinado a que los lectores lo pasen bien.

¿No entra en eso de que escribir es un arte, una maravilla de la creación y un don de los dioses?

-No, no. Esto es un trabajo como otro cualquiera, y que hay que hacerlo bien y punto.

Hace unos años vino a Vigo Carlos Fuentes y contó que a él la inspiración le llegaba al afeitarse…

 -¿Al afeitarse? Yo lo que sucede es que a veces me llegan algunas ideas para algún artículo, para algún relato o secuencia de una novela, pero como no lo apunto, se me va. Habitualmente a mí la inspiración a mí me viene cuando no tengo más remedio que escribir. Y normalmente eso me sucede delante del ordenador.

 Una curiosidad: ¿por qué empezó a escribir?

 -Por exclusión. Porque no servía para otra cosa. Y empecé a los veintitantos años. Como no sabía qué hacer, me puse a escribir el relato de un amigo mío que se había matado en la moto contra un chopo.

 "¡Este libro es horroroso!", exclamó de su primera novela.

 -Uno siempre se arrepiente de todo lo que ha escrito antes de los treinta años. O incluso más: uno se arrepiente de más de la mitad de lo que ha escrito. Pero como no se puede borrar el pasado, pues ahí queda.

 Pone a Camba y a Plá por encima de Foxá y Ruano.

 -Para mí Camba es el maestro absoluto del artículo. Los artículos de Camba, hoy mismo, son actuales y los publicaría cualquier periódico.

¿Hay columnistas de referencia para usted hoy en día?

 

-Los hay, desde luego. No voy a dar nombres, porque probablemente me deje los que más me gustan. 

 

¿Le gusta el periodismo que se hace?

 

-Es que ahora mismo hay una gran confusión entre comunicación e información. Para empezar, yo me considero periodista en el sentido de que escribo mucho en los periódicos. Pero yo no tengo instinto de informar, instinto para captar cuál es la noticia que le puede interesar al lector. O el hecho, el acontecimiento. Por otra parte, la comunicación es una faceta del intercambio de ideas con la sociedad que está enmarañando mucho este mundo. La comunicación es todo: desde los programas basura hasta el periodismo amarillo. Y yo eso lo rechazo. 

 

Quizás el periodismo está más pendiente de… 

 

-¡De vender papeles! Hay periódicos que están más preocupados en vender el papel que la tinta que está sobre ese mismo papel. 

 

¿Navega por internet? ¿Está al tanto de los foros, las bitácoras de referencia? ¿Se busca en Google? 

 

-No, en absoluto. Nada. Para mí eso es un bosque impenetrable. Yo me sirvo de internet solamente como diccionario y poco más. 

 

De sus columnas se suele decir que hacen apología, más o menos, de cierto hedonismo. 

 

-El hedonismo consiste en que en esta vida el ser humano se mueve solamente por placer. Por supuesto que hay una escala de valores. Y detrás de cada placer hay una ascética: el hedonismo no se puede separar del ascetismo. Debajo de un placer siempre hay una conquista. Y el placer está entre oír un concierto de Bach, que puede ser un placer inenarrable para algunos, o regodearse con unas lentejas con chorizo. 

 

¿Dónde dejamos la necesidad?

  

-Moverse por la necesidad también es buscar un placer. Hay dos leyes humanas profundas: la del mínimo esfuerzo (por lo cual se trabaja muchísimo para el día de mañana hacerlo mucho menos: de ahí vienen todos los inventos que se han hecho en la Humanidad) y después el no tener dolor, el no sufrir, el pasarlo bien.

  

¿Qué le parece  Zapatero?

 

-Está entre el genio y el kamikaze. Pero sobre todo, no es aburrido. Le puede salir bien su apuesta.

 

¿Escribe usted su columna los sábados?

 

-Siempre. Y a última hora.

 

Hay una frase, que es “el sexo es la grasa del amor”, que…

 

-¿El sexo?, ¿y eso quién lo dijo?

 

Usted.

 

-¡Ah, yo! Bueno, el sexo es la sustancia del amor, y… ¡Oye, pues no está tan mal la frase!

 

 

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