Más de 200 músicos se lucieron este Lunes Santo en la imponente Tamborrada de Viveiro. Sobra decir que la Praza Maior, donde confluyeron y tocaron al unísono las siete agrupaciones, estaba abarrotada, y no solo por los familiares de los músicos, muchos de ellos jóvenes cargados de ilusión, sino por los numerosos visitantes que ya se dejan notar en una ciudad entregada a su Semana Santa.
Las bandas de tambores partieron de distintos puntos del casco y realizaron pasacalles interpretando marchas procesionales, para después, a partir de las nueve de la noche, posicionarse en cada una de las entradas a la Praza Maior, a la que accedieron en orden, primero la más joven, la de O Nazareno
dos de Fóra —incorporada el año pasado a la Tamborrada— y al final la más veterana, la de La Piedad. Entre medias, desfilaron las bandas de A Misericordia, la Naval del Casino, la de la Hermandad de Mujeres de la Santa Cruz, la de las Siete Palabras y la de El Prendimiento y El Rosario, que forman una única agrupación. Cada una ocupa su lugar destinado en el centro de la plaza y toca una pieza por separado, para al final, ya todas juntas, ejecutar la gran Tamborrada, que se deja sentir mucho más allá de los cuatro lados del ágora durante unos minutos.
A continuación, y sin dejar de tocar, las siete agrupaciones abandonaron el espacio en el orden inverso al que accedieron, primero la de mayor antigüedad y al final la de creación más reciente.
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