«Morren os novos, que imos facer»

Lourdes Ucha, regidora municipal, coloca el retrato de su antecesor en un acto celebrado poco después de su muerte en el salón de plenos. dvid freire
photo_camera Lourdes Ucha, regidora municipal, coloca el retrato de su antecesor en un acto celebrado poco después de su muerte en el salón de plenos. dvid freire

MEAÑO. «Non creo que volva haber outro coma el», afirma Ignacio Varela refiriéndose a Jorge Domínguez Rosal, de cuya muerte se cumplió ayer un año. Acaba de salir de la farmacia, comenta que es un agricultor jubilado que sigue en activo porque la salud le responde y el cuerpo le pide seguir trabajando y puntualiza que la valoración que hace del exregidor no está condicionada porque se refiera a una persona fallecida en un pasado reciente.

Varela subraya que siempre mantuvo un trato muy directo y amable con los vecinos y cumplió la palabra. «Foi un home xusto», apunta, que tuvo tiempo para escuchar y explicarse de la mejor manera posible para que lo entendiesen sus interlocutores, dice.

Su lucha

Su buena imagen, ganada a pulso durante su largo mandato en la Alcaldía, se hizo más grande por el modo como afrontó la lucha contar el cáncer que acabó con su vida. «Segiu traballando cando xa estaba enfermo e sen perder o humor», agrega Ignacio Varela.

«Foi un golpe moi duro», comentan al unísono Berta Buezas y Cruz Castro, ambas de 29 años. «É un exemplo a seguir», añaden. Ambas son monitoras municipales y se encargan de las actividades destinadas a mayores y niños en el municipio.

La cercanía con los vecinos y el preocuparse por los demás convirtieron a Jorge Domínguez en una persona muy querida. Nada malo podría decirse del exalcalde, ninguna queja tendría justificación, coinciden en señalar.

Como subrayaron tras su fallecimiento no pocos vecinos y conocidos, recuerdan que fue alcalde con todas sus consecuencias, por eso estuvo trabajando hasta que se le agotaron las fuerzas. «levouno con entereza e normalidade, tamén niso foi un exemplo pola súa forza de vontade», exponen dos personas que por su trabajo estuvieron cerca de él.

Ricardo Pardo se ganó la vida en Barcelona hasta el año 1992, y su regreso a Meaño coincidió con el ascenso a la Alcaldía de Jorge Domínguez encabezando una candidatura formada por jóvenes ilusionados vecinos dispuestos a dinamizar el municipio.

Pardo, que nació en la parroquia de Xil hace 63 años y se encuentra en el paro, pone su grano de arena en esta labor porque es el presidente del Club Deportivo Xil, y esta responsabilidad hizo que tratase en numerosas ocasiones con el exalcalde. «Era unha persoa moi do pobo que se vai botar moito en falta», dice poco después de salir de una librería donde hizo una fotocopia de su Documento Nacional de Identidad. «Xa se bota de menos», agrega.

Su lugar estaba entre los vecinos, alternaba con todos y se preocupaba por sus necesidades, comenta. Pardo recuerda que la directiva que preside contó en todo momento con su colaboración para dotar al club de las instalaciones y medios necesarios para realizar su actividad.

Distinto

«Todo é distinto», sintetiza en una frase su sucesora en el cargo, Lourdes Ucha. La alcaldesa reconoce que en un año se encontró ante muchas cosas nuevas, a pesar de su larga experiencia como concelleira.

Una de ellas es tratar con los vecinos de mediana edad, porque por sus responsabilidades anteriores, Educación, Cultura e Servizos Sociais, mayores y niños fueron su centro de atención. «Sempre o botaremos en falta», reconoce.

«Como todos tiña cousas boas, era unha boa persoa», afirma Valentín Castro después de expresar sus dudas sobre si debe dar su opinión de Jorge Domínguez. A renglón seguido comenta que hizo cosas que a unos les gustaron y a otros no tanto, y reconoce que la puerta de su despacho siempre estaba abierta para quien quería hablar con él.

Con 78 años, Castro está al frente de una tienda de ultramarinos heredada de su padre y no ve la hora de dejarlo porque tampoco logró garantizar la continuidad del negocio. Desde el mostrador señala hacia la cocina, donde, a través de un ventanuco, puede verse la imagen de perfil de una mujer sentada en una silla. Es su esposa y no lo conoce porque sufre alzheimer.

«Sabía o que tiña e calquera no seu sitio non o soportaría», afirma refiriéndose al cáncer. «Aguantou ata última hora e mantivo o coñecemento ata o final. Foi unha mágoa porque tiña toda a vida por diante».

Carmen Arosa se encuentra en las escaleras de su vivienda, de dos plantas, y también se muestra reacia a hablar en los primeros momentos. Dice que todos saben que fue una gran persona. «O mellor que houbo en Meaño, non lle fixo mal a ninguén», sostiene.

Con 72 años, y viuda desde hace ocho, afirma que nunca fue a la Casa Consistorial, a pesar de vivir muy cerca, y cruza la carretera para hablar con un vecino que regresa de la farmacia con una bolsa de medicamentos.

«A vida é así, era unha marabilla de persoa. Dios o quixo así, a vida é unha historia», comenta encadenando frases mientras sube las escaleras de su casa. «Morren os novos, que lle imos facer!», lamenta.

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