Niñas de la guerra y fosas comunes

Araceli Ruiz dejó en Cuntis el testimonio de los niños que tuvieron que huir de España durante la Guerra Civil para seguir viviendo, mientras que Carmen García-Rodeja y Concha González recordaron que miles de personas que murieron por defender la democracia siguen tiradas en las cunetas
De izquierda a derecha: Alejandra Marcova, Libertad Fernández y Araceli Ruiz en la Casa de Cultura Roberto Blanco Torres
photo_camera De izquierda a derecha: Alejandra Marcova, Libertad Fernández y Araceli Ruiz en la Casa de Cultura Roberto Blanco Torres

Araceli ruiz tenía muy presente el mensaje que le inculcaron sus padres, sabía que estudiar y formarse era el mejor salvoconducto para progresar social y económicamente. Con 13 años, era la mayor de los cuatro hermanos cuando la sublevación franquista desencadenó la guerra. Ante el desgarrador dilema de arriesgarse a mantenerlos a su lado, sometiéndolos a un evidente peligro de muerte y salvar sus vidas, aún a costa de no volver a verlos, sus progenitores apostaron por alejarlos de la barbarie.

 "Aquí éramos los hijos de los perdedores de la Guerra y Rusia se volcó con los hijos del heroico pueblo español", sostiene Araceli Ruiz

Acompañada por sus hermanos, el menor de cinco años, Areceli Ruiz subió a un barco en el puerto de Gijón. Eran 1.100 los niños que abandonaban Asturias, 3.000 cuando salió de España, e hizo escala en Saint Nazáre y después en Londres, donde la tripulación de refugiados se dividió en dos embarcaciones que pusieron proa a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

"Aquí éramos los hijos de los perdedores de la guerra y allí se volcaron con nosotros, con los pioneros", recordó Araceli Ruiz en una intervención celebrada en Cuntis enmarcada en el ‘Mes da recuperación da memoria histórica’, celebrada el día 17 en la Casa da Cultura Roberto Blanco Torres de Cuntis. "A los niños del heroico pueblo español", pudo leer en una pancarta con la que fueron recibidos, agregó.

LENINGRADO. Desde Leningrado tuvo que desplazarse hasta Odessa cuando esta ciudad fue sitiada por los nazis durante la II Guerra Mundial, y su vida continuó en Uzbekistán, hasta que en 1945 pudo volver a Moscú. Entonces ya hablaba ruso y trabajaba en una emisora de radio cuyos programas se escuchaban en varios países europeos y latinoamericanos.

Tras la victoria de Fidel Castro en Cuba, se desplaza a la isla caribeña para trabajar como traductora del contingente soviético que se asienta en la isla.

El Che Guevara se interesó por su caso, cuando Araceli Ruiz le comentó que no podía ver a sus padres desde hacía 30 años, y sus gestiones hicieron posible que se desplazasen hasta La Habana dos semanas después. Habían transcurrido 30 años desde la partida y era madre de dos hijas, una nacida en la URSS y la otra en Cuba.

Cinco años después retorna a Moscú. Un mes antes de la muerte de Franco fallece su marido, y en 1980 recibe la ansiada autorización para volver a España, pero la burocracia rusa le impide que viaje con ella una de sus hijas, obstáculo que soluciona el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán.

"Rusia nos dio una carrera a tres hermanas. Nos lo dio todo", subrayó en Cuntis, "pero hemos vivido un martirio", advirtió Araceli Ruiz a renglón seguido. "Solo espero que no se repita. Se dice pronto 3.000 niños", agregó.

En la segunda fila de un auditorio que seguía expectante su precisa y vibrante narración se encontraban dos mujeres a las que les sonaba muy familiar todo aquello que para el resto del público que acudió a la Casa de Cultura resultaba nuevo.

Eran Alejandra Marcova y Libertad Fernández, asturianas como ellas y niñas de la guerra también, que participaron en el acto incluido en el ‘Mes da recuperación da memoria histórica’, presentado por el concelleiro de Cultura, Enrique Portela.

 "Mi familia, la que mataron, era como la vuestra, como vosotros, pero aquí estamos. No han podido con nosotros», afirma Concha González

"No era gente que parece antigua en esas fotos borrosas. Eran como vosotros. No penséis que hablo solo de mi familia, es la vuestra". Momentos antes de que Araceli Ruiz hubiese subido al estrado, Concha González se preguntó en voz alta, y recordando a sus antepasados, qué España sería la actual si no se hubiese producido el golpe de estado.

Planteó este interrogante después de recordar que dos tíos suyos, José y Rogelio González, de 22 y 27 años, respectivamente, fueron asesinados en A Coruña, uno socialista, el otro anarquista, ambos vegetarianos, nudistas, con novias y un ilusionante proyecto de vida truncado por la brutalidad fascista, como el de su tía María González, una profesora socialista de 26 años.

A Joaquín González, su abuelo y padre de los tres, un militar que no traicionó a la República, escapó Portugal, luchó con los maquis en Francia y participó en el intento de recupera rel poder, entrando por el Valle de Arán, lo enceraron en la prisión de Burgos y condenaron dos veces a muerte.

Le conmutaron la pena y tuvo que presentarse todos los meses ante las autoridades del nuevo régimen. Para evitar su detención, dejaba la ciudad en el mes de agosto, coincidiendo con la llegada de Franco al Pazo de Meirás.

Joaquín González se ganó la vida trabajando de panadero y se murió después de pasar, un día sí y otro también, por delante de la casa que le robaron los franquistas. "Tuvo que cruzarse a diario con los asesinos de sus hijos", comentó Concha González. "Pero aquí estamos, no han podido con nosotros", dijo entre los aplausos del público.

El trabajo realizado por la Asociación pola Recuperación da Memoria Histórica (ARMH) permitió recuperar los cuerpos de José y Rogelio. No sucedió lo mismo con el de María.

OBSTÁCULOS. La representante de la ARMH en Galicia Carmen García-Rodeja denunció la inacción de los jueces en un país donde hay miles de fosas comunes y recordó que, además de no abrir causas que permitan a sus familiares recuperarlos, incluso más de uno pone obstáculos cuando ellos abren los procesos para hacerlo.

"É unha segunda morte", lamentó antes de recordar que los crímenes de lesa humanidad no prescriben aunque se hubiese aprobado la Ley de amnistía.

García-Rodeja recordó que hay constancia de que los primeros enterramientos fueron realizados en África hace varios millones de años, un acto que denota humanidad, y en España todavía es una tarea pendiente.

El busto de un vecino de Cuntis, Roberto Blanco Torres, se encuentra en la entrada de la Casa de Cultura. Del paradero de su cadáver nada se sabe.

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