NutriScore: conflictos de interés y falta de evidencia científica

Carrito de la compra en un supermercado. PIXABAY
photo_camera Carrito de la compra en un supermercado. PIXABAY

¿Informar a los consumidores o confundirlos? El modelo francés de etiquetado frontal de alimentos, NutriScore continúa generando polémica. Desde el Ministerio de Consumo aseguran que el sistema, cuya adopción es por el momento voluntaria, ha sido elegido en base a evidencia científica. Sin embargo, distintos expertos han descubierto lagunas en muchos de los estudios y publicaciones citados frecuentemente por los defensores del modelo NutriScore. También han identificado casos de conflictos de interés que revelan la falta de transparencia detrás de los mismos. Estas revelaciones, sumadas a las dudas que deja la calificación del NutriScore a productos típicos españoles, demuestran que el sistema francés no es el más adecuado.

En 2018, Consumo anunció que tras el “estudio de diversos modelos de etiquetado”, el Ministerio exigiría la implantación del NutriScore en España. Hoy en día, queda claro que la decisión está obsoleta. No solo porque la supuesta “base científica” ha sido refutada, sino también porque han aparecido otros modelos como, por ejemplo, el sistema italiano Nutrinform. Este etiquetado no estaba en el mapa cuando Consumo analizó las opciones disponibles. Razón por la cual, muchos exigen que la cartera que dirige Alberto Garzón revea su decisión y analice las nuevas alternativas disponibles, entre ellas el Nutrinform. Dejar de lado este sistema es un grave error. Sobre todo, teniendo en cuenta la buena acogida que tiene el modelo italiano entre los europeos. Según una encuesta de la Universidad Luiss de Roma, los europeos prefieren el Nutrinform frente al NutriScore. Pero también, porque el sistema italiano supera muchas de las limitaciones del NutriScore, lo que lo ubica como una mejor herramienta para informar de manera clara y transparente la información nutricional al consumidor. 

Mientras Consumo se llama al silencio, los expertos continúan advirtiendo sobre los problemas detrás del NutriScore. Problemas que han quedado a la vista con la adopción del sistema por parte de empresas como Nestlé, McDonald’s y KFC. Hamburguesas como el famoso McChicken llevan una flamante etiqueta NutriScore B, mientras que el catálogo de KFC está repleto de etiquetas B y C. De hecho, las famosas tiras de pollo crujientes de KFC, obtienen una C, una mejor calificación que muchos de los productos típicos españoles y fundamentales en la dieta mediterránea como el aceite de oliva virgen extra.

El caso de Nestlé merece un punto aparte. En un principio, la multinacional suiza se opuso rotundamente al etiquetado Nutri-Score. Ahora, basta con ver las etiquetas que llevan sus productos para entender por qué han cambiado rotundamente de opinión, al punto de referirse al Nutri-Score como un “aliado”. El ejemplo más claro de ello es el de los cereales de desayuno para niños, los Chocapic Bio. A pesar de contener casi 25 gramos de azúcar añadido en 100g de producto, los cereales de Nestlé obtienen una etiqueta NutriScore B. Esto, gracias a una sutil reformulación del producto que consiste en incorporar más fibras añadidas para mejorar la calificación. El ejemplo de los cereales de Nestlé es tan solo la punta del iceberg. Detrás este caso se encuentra la verdadera cara del Nutri-Score.

Quien descubrió la técnica utilizada por Nestlé y por otras empresas de la industria para obtener mejores calificaciones y así llevar a cabo campañas de marketing basadas en ello, fue el tecnólogo de alimentos, Miguel Ángel Lurueña. Según Lurueña, el algoritmo del NutriScore permite que los nutrientes positivos enmascaren los negativos. Es decir que las fibras añadidas, compensan lo negativo, por ende, no se necesita una mejora sustancial del producto para alcanzar una mejor calificación. Como bien ha dicho el eurodiputado, Adrián Vázquez Lázara, “la magia de NutriScore: no es etiquetado, es una campaña de marketing”.

La revelación de Lurueña no solo fue clave para demostrar cómo la industria se sirve del NutriScore para maquillar los efectos negativos de sus productos. Este caso también dio lugar a una importante declaración por parte de uno de los desarrolladores del NutriScore, el epidemiólogo Serge Hercberg. Acorralado por las críticas, Hercberg reconoció que el caso expuesto por Lurueña es “una de las algunas que hemos identificado”. Además, en su mensaje que data de hace más de un año, aseguró que el caso sería analizado por “científicos independientes”. Y es aquí donde comienzan las incongruencias y las opacidades que rodean al NutriScore y a la supuesta evidencia científica que lo respalda. 

Como parte de la revisión de la que habló Hercberg hace un año al reconocer la laguna de los cereales, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), a través de un pedido de la Dirección General de Sanidad de Francia, anunciaron la apertura de la recepción de solicitudes para modificar el algoritmo. Aunque en realidad, esto podría ser solo una cortina de humo, ya que las solicitudes serán revisadas por los expertos del Comité Científico de NutriScore. Un comité del que forman parte algunas de las personas involucradas en el desarrollo del sistema. 

Como lo reveló el dietista-nutricionista Juan Revenga, “al menos un miembro del equipo de investigación del NutriScore, Julia Chantal, forma parte del Comité científico de la gobernanza transnacional del sistema”. A su vez, Julia Chantal, junto a Mathilde Touvier,  y al llamado ‘padre del Nutri-Score’, Serge Hercberg, entre otros, forman parte del Grupo de científicos europeos que apoyan la implementación de Nutri-Score en Europa. 

Lo curioso es que estos son los mismos nombres que figuran en mucha de la “evidencia científica” que utilizan los promotores del Nutri-Score para defender al sistema ante las críticas cada vez más sólidas sobre las limitaciones del mismo. Por ejemplo, el nombre de la investigadora Chantal, figura, junto al de Hercberg y al de Touvier, en un informe utilizado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC), órgano de la Organización Mundial de la Salud (OMS). IARC cita este estudio para sostener que el NutriScore “ayuda a los consumidores a elegir alimentos más saludables”. 

Como si todo esto fuera poco, un análisis realizado por Stephan Peters, director de la Asociación Holandesa de Productos Lácteos, pone en jaque los resultados de los estudios científicos de los que se valen los promotores del sistema. Tras analizar trece estudios que investigaban si el NutriScore sirve o no para lograr que los consumidores compren productos más saludables, Peters llegó a la conclusión de que, entre trece de los estudios disponibles, once habían sido realizados por alguno de los desarrolladores del NutriScore.

Que los principales estudios que demuestran la supuesta eficacia del NutriScore, hayan sido realizados por quienes intervinieron en el desarrollo del sistema, demuestra un evidente conflicto de interés. Pero además, reafirma la falta de transparencia que existe alrededor de este sistema que parece haber sido diseñado para beneficiar a la industria y no como una herramienta de salud pública.