''O macaco vello nunca pendura dunha póla podre''

COTOBADE. "Veño de Santiago. Dar non me deron nada, agora, volvo moi ilustrado". El que volvía dudando, con ironía, de la utilidad de los discursos y explicaciones recibidas en una consellería es José Ramón Abal Varela, Moncho, el alcalde más longevo de Cotobade que fue despedido hace unos días en el cementerio de Tenorio. Esta frase, como muchas otras era una de sus expresiones más frecuentes en sus conversaciones con otros alcaldes y colaboradores.

El exalcalde cumpliría en estos días los diez años como jubilado, tras forzar hasta límite insospechado su capacidad para aglutinar mayorías y encadenar ocho mandatos consecutivos. Tenía 82 años cuando su retiró, en 2003 y, a pesar de que ya ha pasado una década, muchos hablan de él como si ayer mismo hubiese colgado el bastón que cogió por primera vez en 1971. Si Abal Varela dejó una huella imborrable en su municipio en forma de edificios, caminos, redes de abastecimiento, farolas, cables de teléfono, antenas de televisión, puentes e incluso refugios de caza, su impronta en la memoria de vecinos y compañeros es igual de fresca. Todo gracias a su carácter irrepetible.

Aunque admiraba a Fraga, y su propio nieto, Javier (el único que siguió sus pasos políticos) reconoce que "se vía reflexado nel, por ser os dous da mesma época", Abal Varela no pasará a la historia por tener un genio de mil demonios, sino por su carácter genuino, alegre y comunicativo.

Uno de los que le recuerdan más nítidamente por eso es, curiosamente, Jorge Canda. El regidor de A Lama reconoce que siempre admiró a Moncho. "Coñecino con pantalóns curtos, por dicilo así, porque era amigo de meu pai. Moi amigo, así que teño lembranza del dende que eu era neno. El e meu pai pódese dicir que eran parte dos mozos terribles da zona", dice.

Con el tiempo, el joven Canda creció y decidió dedicarse a la política, igual que el amigo de su familia. De esa época ya recuerda algún consejo. "Sempre dicía: O importante é que falen dun. Sexa ben ou mal". Como Canda empezó en el PSOE, Abal llegó a preguntarle "E tí, que fas aí?" y a pronosticar el cambio de filas que, curiosamente, se cumpliría en el plazo de una década. "Este, dentro de nada está con nós", afirmó.

Canda destaca su carácter humano, pero sobre todo, ese explosivo don de gentes que le convirtió en tratante de ganado de éxito, carnicero, taxista, hostelero, cartero y, posteriormente, alcalde. "Onde el estaba, sempre había unha festa. Todo era alegría. Lembro, sería aló polo 71 e non sei certo se el xa era alcalde, que nun partido na Lama se puxo de porteiro. Lesionarase o que había e foi el a sustituilo. Ata atallou un penal. Aquilo fora unha 'coña'".

Envidia sana

Con el paso de los años, la experiencia de Abal y sus dotes de anticipación le hicieron destacar sobre el resto de los regidores de la comarca. "Tiven unha sana envexa cando o coñecín", reconoce otro de los que se consideran de su escuela, Julio Sayáns, regidor de Campo Lameiro. "Ao principio, se non tiranteces, había suspicacia, porque cando ías pedir algo, xa el voltaba con iso mesmo conseguido", relata. "Despois, co paso do tempo, foi coma un mestre. Aprendín moito con el". Y es que Moncho, un gran jugador de subasta y tute y de dominó, se había convertido en un zorro viejo y astuto políticamente hablando. No lo decían otros, sino que el mismo atribuía implicitamente este papel con una frase de su cuño. "Macaco vello non pendura de póla podre", rememora, entre risas Sayáns, "quería dicir que el ía sobre seguro".

Abal conocía el terreno. En sus años como diputado provincial, ya en los 80, acabó de hacerse con el 'truco' de las peticiones de ayudas y subvenciones y su particular lucha por llevar mejoras a todas las parroquias se acentuó. "Tiña algo, que parecía que estaba lendo entre liñas. Explicábannos no partido unha novidade, cambios, e el xa o tiña 'cociñado'. Ou ben xa advertía dos problemas que ía haber. Ademais, sempre falou claro e aberto no partido, defendendo que os trapos suxos os haía que lavar na casa", recuerda Sayáns. Ese alcalde curtido en mil batallas y astuto es el que recuerda su nieto Javier Lois. "Levábame a veces á Deputación. Lembro oír alí como dicían: este home sempre está a pedir. Ademais, aínda que estivera todo ben, el chegaba dicindo que ía mal e queixándose para conseguir así as axudas".

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