PERFIL. O Mulo, un narco muy activo y escurridizo que logró escapar de una muerte segura

O Mulo trató de ocultarse tras una gorra y unas gafas en la Audiencia de Pontevedra
photo_camera O Mulo trató de ocultarse tras una gorra y unas gafas en la Audiencia de Pontevedra

El último capítulo de la trayectoria de O Mulo se escribió este martes en Pontevedra con la aparición de un manuscrito en el que incrimina a quienes, según él, le vendieron ante el juez. Su historia ligada al narcotráfico, sin embargo, viene de muy atrás.

O Mulo es al tráfico de cocaína en el siglo XXI lo que fue Sito Miñanco, considerado su mentor, a finales del siglo XX. Comenzó como un avezado piloto de planeadoras en la organización del citado Miñanco, como paso previo a poseer su propia infraestructura.

Operaba desde sus centros de operaciones, ubicados en O Salnés y en A Costa da Morte. Allí la Policía encontró un taller en el que disfrazaba planeadoras de barcos pesqueros, pintándolos de azul y blanco e incluso construyendo aparejos ficticios. Felo, como también se le conoce, tenía lanchas y barcos, y buenos contactos con los grupos colombianos. Disponía, además, de la última tecnología (emisoras decamétricas, indetectables a la hora de establecer comunicaciones, incluidas), para organizar los narcotransportes. Tenía en nómina a muchos de los principales lancheros de las Rías Baixas, peces gordos que serán condenados tras el juicio que se celebra estos días en Pontevedra. Sus presuntas fechorías concluyeron el 6 de enero de 2015, cuando los agentes del Greco le interceptaron en uno de los zulos de su chalé de O Corvillón.

Ese era el status de O Mulo en su momento cumbre, antes de su última detención. Sin embargo, sus antecedentes no tienen desperdicio. Su nombre comenzó a sonar en 1993, cuando, en el marco de un ajuste de cuentas, logró librarse de su ejecutor de un mordisco cuando pretendía enterrarle en una tumba de Caldas de Reis. Ese relato, que forma parte de la leyenda del narcotráfico gallego, incluyó la muerte a manos del mismo sicario de Danielito y de José Agra, presuntos colaboradores de un Bugallo que apenas se estaba iniciando en el lucrativo negocio.

Posteriormente se le vinculó con varios alijos, primero por medio de la DEA y después por el Greco, que le investigó en 2006 por los 4.000 kilos del White Sands. De aquello también se libró, y no fue hasta la inquietante aparición de una planeadora en llamas en la playa de A Lanzada cuando acabó por vez primera en prisión. Nueve años después y con otro procesamiento a sus espaldas, su salida de la cárcel parece ahora muy lejana.

Comentarios