Porque te vas

Cuando un político se retira o dimite de un cargo lo más normal es que nos preguntemos qué ha hecho, en qué lo han pillado, quién le ha quitado el puesto, por qué se va. Es que un político no suele irse por las buenas. O dimite obligado por circunstancias adversas, como una inminente entrada en prisión, o dimite porque el partido se lo exige (por lo general también a causa de una inminente entrada en prisión, salvo que sea un valenciano de Nuevas Generaciones. Los chicos de Nuevas Generaciones de Valencia suelen irse tras colgar en Facebook una foto haciendo el saludo franquista. Creen que es una moda vintage hasta que alguien de arriba los llama: “Coges tus náuticos y te largas. No por hacerte esa foto, pero sí por publicarla en tu muro. Eso está mal visto, chaval”). 
Tristemente, no conocemos apenas casos de personas que se van porque quieren, por considerar su vida pública como una etapa cumplida, y mucho menos para dejar paso a caras nuevas. Por eso, cuando Manoel Loureiro anunció su despedida estuve a punto de llamarlo: “¿Qué has hecho, Manoel, para entrar en prisión?”. Pues resulta que Loureiro, que siempre ha sido un elemento extraño entre los políticos, se va porque se va, porque quiere jubilarse con tranquilidad e ir al monte a buscar setas. 
Hay algo que siempre me ha llamado la atención de Loureiro y es el respeto, otra rareza en política, con el que lo ha tratado su sucesor en la alcaldía de Cotobade, Jorge Cubela. Cubela en público y en privado siempre ha hablado de Loureiro casi con veneración y reconoce estarle eternamente agradecido por la actitud noble y leal con la que Loureiro asumió la derrota y el posterior traspaso de poderes, dando muchas más facilidades que las exigibles. Han sido ambos adversarios severos en lo político e irreconciliables en lo ideológico, pero siempre han entendido que la crítica o la contienda política, por dura que sea, no está reñida con las buenas formas y la buena educación. Cuando el otro día Loureiro anunció su retirada, Cubela mandó una nota de prensa que reproduzco textualmente: “Como cada noche, desperté pensando en ti y en mi reloj todas las horas vi pasar porque te vas. Todas las promesas de mi amor se irán contigo. Me olvidarás, me olvidarás. Junto a la estación yo lloraré igual que un niño porque te vas, porque te vaaaaaas”.  
Cubela, que es muy listo, sabe que por larga que sea su carrera política difícilmente encontrará a un adversario como Loureiro, y sabe que un político gana altura en la medida en que la tiene su rival. Por eso, digo yo, Cubela respeta a Loureiro y por eso lo echará de menos: porque Loureiro ha sido un rival con el que Cubela ha crecido mucho en apenas dos años. 
Loureiro se retira de una manera extravagante: con el respeto de propios y extraños y la conciencia tranquila. Y lo hace sin algaradas ni resentimientos. Motivos tendría para una cosa y para la otra, pues en su derrota tuvo mucho que ver el desinterés de su propio partido por resolver el gran problema que se le planteó con el famoso “socavón da vergoña”. Dos años le tuvo Fomento con el socavón, con su compañero el socialista Blanco al frente, y Loureiro dando la cara por la paralización de una obra de la que no era en absoluto responsable. Eso le costó la alcaldía. Eso, el empuje de Cubela y el desplome del BNG. 
El gran lastre de la carrera política de Loureiro ha sido su falta de habilidad para trepar por la hiedra del aparato del partido pisoteando cabezas de compañeros, y sobre todo el no tener otras ambiciones que las de ser un buen socialista, un buen alcalde de su pueblo y dejar la alcaldía con el mismo dinero en el bolsillo que tenía al entrar. Todo eso, que debería ser visto como un conjunto de virtudes, se paga caro. Loureiro ha sido el ejemplo perfecto de lo que la política debe ser y no es. 
Siempre nos quedará el consuelo de mirar hacia Cotobade y comprobar que allí se hace política con la esperanza de enorgullecerse algún día de uno mismo tanto como del adversario. Benditos sean.

Comentarios