Querido duatleta

Hay personas de muchos colores. No quiero decir que haya casos en los que un único individuo sea de muchos colores, al menos que yo haya visto, aunque tampoco lo descarto. Digo que hay muchas personas que presentan diferentes colores entre ellas. Yo no lo sabía. Yo creía que había tres, cuatro colores a lo sumo. Lo supe por el mundial de duatlón, que trajo a Pontevedra a gente de muchos colores. También hablan ustedes idiomas: el de Shakespeare, el de Cervantes, el de Dumas o el de Sin Chan, que es el gallego, y hasta puede ser que practiquen religiones incorrectas y vayan por ahí rezando a quien no deben.
Del mismo modo, hay chándales de muchos colores, de muchos en el mismo chándal, quiero decir. Se conoce que a los diseñadores de ropa deportiva les gusta el cromatismo extremo. El chándal más normal, discreto y todo es el del Canadá, con esa hoja tan bonita, pero hay otros que directamente le dan a quien los viste un aire de autobús pakistaní con el que no es digno presentarse a un mundial que no sea de romper piñatas, pero nunca a uno de duatlón, que además, si me permite usted hablarle con absoluta sinceridad, es una disciplina que debería estar prohibida y hasta puede que la Biblia la desaconseje: “No practicarás deportes incomprensibles. O vas en bici o echas a correr”, un mensaje que además es perfectamente adecuado en una ciudad como la nuestra, donde tenemos sobre este asunto una política dubitativa. Le cuento:
Primero nos eliminaron los coches y nos llevaron de vuelta al Paleolítico construyendo una ciudad peatonal; luego nos dijeron que hay que andar en bici, trasladándonos de un salto al S. XIX. Yo me niego, porque el alcalde Lores quiere convertirnos a todos en duatletas y no me da la gana. Bastante tuve con aprender a caminar como para ponerme ahora con la bici. En mi casa hay una bicicleta pero no tiene ruedines, así que ya me dirá usted cómo hago. El caso es que ahora en Pontevedra las bicis salen hasta de los árboles. Siguiendo la evolución natural de las cosas el próximo paso será pedirnos que vayamos en coche, pero volviendo al duatlón, nos han llenado la ciudad de gente de colores que habla idiomas extravagantes y todos van y vienen a todas horas como si estuvieran ustedes en un hotel y andan por ahí gastando su dinero en nuestros bares, que yo quise el viernes tomarme algo y casi no pude porque estaban los duatletas ocupándolo todo.
Y por si fuera poco, el tiempo acompañó. Eso fue culpa de Yosi, que el viernes dieron Los Suaves un concierto memorable en Compostela: “Le mandé una carta al de arriba para que dejara de llover”, me dijo señalando a Dios dos horas antes de empezar y escampó al instante, lo que sitúa a Yosi a medio camino entre el Paraíso y Meteogalicia. Pues el tiempo se arregló y todos ustedes se lanzaron a invadir nuestras calles y a hablar en extranjero, y eso no es.
Los tratamos como si fueran turistas, o mejor, y los llevamos de uno a otro lado y les ponemos gaiteiros y luego vuelven y van por el mundo contando que nuestra ciudad es bonita y que los pontevedreses somos hospitalarios y un buen día, cuando nos demos cuenta, Pontevedra va a perder su carácter de ciudad para nosotros. Durante los últimos doscientos años el secreto mejor guardado de Pontevedra era su propia existencia y eso nos permitía vivir tranquilamente sin recibir a nadie más que a un pariente emigrado en Suiza, pero ahora claro, entre tanto evento y tanto congreso, que si la camelia, que si tal, que si lo otro, nos traen gente de fuera y ustedes se largan de aquí encantados pensando que todo el monte es orégano.
Lo único que estamos haciendo bien para mitigar el desastre es traerles a la orquesta Panorama. La orquesta Panorama no creo que les guste, o eso espero, aunque ustedes son impredecibles. Si hay entre ustedes algunos que comen en sus países cosas increíbles, como chucrut, guacamole o salsa teriyaki, lo mismo les gusta la orquesta Panorama y eso sí que sería un desastre.
Si es usted un duatleta extranjero que entiende el cristiano y lee estas líneas, yo le pido que regrese siempre que quiera, pero no vaya por ahí hablando bien de nosotros, hombre, o mujer, ni contando en su país las excelencias de nuestra ciudad. Piense que las cosas buenas han de disfrutarse con cierta serenidad, y si se nos llena esto de gente, cuando usted vuelva tendrá que pelearse con otros para tomarse una caña tranquilamente. Bicos. Kisses. Angiqabule.

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