Rimbaud vivía en Cali

"Pero me interesa Andrés Caicedo, que casi solo se movió en esta ciudad, en ella y contra ella, y concibió una obra poderosa, llena de gracia, de veneno, de garra, le apasionaba el cine, la palabra cinéfilo le parecía muy floja y se llamaba sifilítico del cine, psicópata del cine"

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SÍ, YA SÉ, LA capital mundial de la salsa, el barrio Changó, todo eso, pero a mí lo que me interesa es que en Cali vivió Andrés Caicedo, al que llaman el Rimbaud de Cali, que se apasionó por el cine, que escribió una obra rompedora y provocativa, que se mató a los 25 años, pero no porque una vez dijera que era indecente vivir más allá de esa edad, que a partir de esa edad uno empieza a hacer pactos y se seca, el caso es que cuando se mató se encontraba absolutamente solo, le escribió una carta desesperada a su novia Patricia que no le hizo ni puto caso.

Me gusta ir a la Filmoteca de esta ciudad, donde veo la última película de Andrei Zulavsky, una ciudad que tiene una filmoteca para mí ya es fascinante, y al lado hay un museo de arte moderno muy audaz, y hay varios teatros preciosos, y el bulevar del río es muy atractivo, y en torno al río de aguas bravas están los gatos de Tejada y sus seguidores, el gato pirata, la gata coqueta, la gata ardiente, la gata lunática, el gato ilustrado, le dan una gracia felina a la ciudad, y la iglesia colonial de la Merced tiene planta de L y es muy original, y la calle de la Escopeta parece un tango, es una ciudad que suda cultura y creatividad, aunque está todo acorazado y escondido, porque es la ciudad más violenta de Colombia, y no hay ningún café en la plaza principal, ni un solo café que mire al río, hay solo una terraza bajo los árboles donde se escucha él río, y es fantástico estar allí de noche, sin pensar que te pueden matar, y Cali tiene su propio Montmartre, el barrio de San Antonio, con casas bajas de colores, con un tono bohemio, con restaurantes portentosos, uno de ellos se llama Macondo, y galerías de arte, y anuncios de conciertos, y un aire de imaginación.

Pero me interesa Andrés Caicedo, que casi solo se movió en esta ciudad, en ella y contra ella, y concibió una obra poderosa, llena de gracia, de veneno, de garra, le apasionaba el cine, la palabra cinéfilo le parecía muy floja y se llamaba sifilítico del cine, psicópata del cine, el cine era una ruptura expresiva para él, y se fue a Estados Unidos unos meses a venderle guiones a Roger Corman que no le hizo caso, y fundó la revista Ojo al Cine que fue admirada en todo el mundo hispánico y colaboró en ella Miguel Marías y muchos entendidos, el cine era su obsesión y su fuerza, y en Cali hay mucha pasión por el cine, hay varias filmotecas, y varios cines, y es una ciudad que tiene personalidad, que tiene una gracia especial, un toque que llama la atención, empezando por la antigua fábrica de tabacos, por la iglesia de La Ermita que tiene un neogótico azul y dinámico que parece salir volando, incluso la antigua estación de tren la han convertido en un centro cultural muy activo, es una ciudad que tiene cierta intrepidez y supervivencia, que a pesar de la violencia y la convulsión quiere seguir viva, y Caicedo se alimentó en parte de ella, aunque se enfrentara a las momias y los troncos cerriles de siempre, él que era una rama inquieta, que quería abrirse y contradecir y soltar paradojas.

En ‘Los dientes de Caperucita’, con una técnica que te atrapa, a base de varias voces, y de espejos que se enfrentan, habla de una muchacha que es un mito erótico para el narrador, que es la novia de otro, que parece angelical y divina, pero en el sexo salvaje le arranca el miembro al narrador, y nos deja espantados con el vértigo y las sorpresas de la vida y el frenesí desesperado de quien quiere destruirse para vivir hasta el límite, en ‘Que viva la música’ nos habla una niña pija de su afición a la salsa y a los bailes nocturnos, como si no hubiera otra música, y con toda la fuerza de ese lenguaje cotidiano y desgarrado nos muestra sus caprichos, su egocentrismo, su desenfreno, y en parte la chica es el propio Caicedo, que también tenía algo de niño mimado, de genial, de egocéntrico, de alucinado, en ‘El atravesado’ habla de un pandillero que provoca peleas para asombrar a su prima, que no le hace caso, y se inspira en la película ‘Rebelde sin causa’, que Caicedo vio fascinado, y cuyos protagonistas tienen algo de él, con su toque un poco homosexual entre James Dean y Sal Mineo, y también esa necesidad de asustar y llamar la atención es un poco su misma literatura, peleona y arriesgada, para que lo escuchen, para que pueda expresarse desesperadamente, para que la vida sea un asombro continuo y no el marasmo burgués de cada día.

Me interesa ir a la avenida Sexta, donde él se movía, esa parte moderna de la ciudad donde todo se movía, pero que tenía enormes casonas elegantes, cafeterías de salsa, restaurantes simpáticos, y encuentro fácilmente el restaurante Bolocco donde comía y la heladería La Aragonesa al lado donde se refrescaba, y justo encima del restaurante está su apartamento, donde se tomó no sé cuántas pastillas desesperado porque no lo escucharan, porque su novia estaba celosa al descubrirle un episodio algo homosexual, porque creyó que su madre amantísima también lo había abandonado, y me quedo mirando la ventana, donde ahora se adivina una persona y por un momento me parece el fantasma de Caicedo, la gente dice que por el edificio se aparece su fantasma, que vaga por las noches, y el quiosquero de enfrente lo conocía, y quiero fijarme bien, aquí en esta avenida donde se desarrollaba todo, donde unos metros más allá está el Foro de Cine Andrés Caicedo, estuvo este hombre que desde Cali irradió a todo el mundo, que quemó como un meteoro y llevó a sus límites la expresividad y supo lo que podía hacerse con el lenguaje cuando no sirve solo para cacarear retóricas y soltar fórmulas.

En ‘Infección’ asegura que odia Cali que se siente infectado —«odio la avenida Sexta por creer encontrar en ella la bienhechora importancia de la verdadera personalidad»—, la literatura era una infección para él, una urticaria, como el cine, como toda la vida, siempre se siente atrapado y quiere soltarse, Cali era un calabozo para él como se ve en los cuentos de ‘Calicalabozo’, pero también su propio cuerpo cuando escribe la especie de autobiografía ‘Mi cuerpo es una celda’, todo lo que él era le parecía un encierro, quería liberar al otro como Rimbaud, o como el otro gran maldito de Colombia, Raúl Gómez Jatin, quería salir del gusano y convertirse en mariposa, y eso era morirse, y tal vez por eso Caicedo se murió, porque quería demasiado como Bataille, porque la vida es una trampa.

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