''Ser poeta es un auténtico fracaso''

El hombre pequeño y flaco de ojos acuosos enhebra un discurso serpeante que apenas sale de la pasión del poema, al que se consagró desde niño. Dejó las trincheras del antifranquismo para buscar la pureza del paisaje. No desfallece pese a sus intensidades y se recrea en la tribuna. Cobra 3.000 euros por recital y llena teatros. Sobre sus huesos ya se construyen leyendas. Pero Oroza anda por aquí aguantando las embestidas, feliz como el pájaro que dice llevar al hombro.

Carlos Oroza (Viveiro, 1933) tiene el café humeante a medias y el periódico sobre una mesa del bar Royal Atlántico de Vigo. A su espalda reposa el antiguo teatro García Barbón, hoy propiedad de Caixanova; allí mete el poeta a 600 personas en éxtasis en sus recitales más clamorosos. Este gallego salvaje es una leyenda viva de la poesía española, un bardo en huida que abomina de etiquetas y cuadrillas entregado a la naturaleza, porque él, dice, es un poeta en expansión, un cantor que busca la luz. Inmarchitable y voraz, su canto siembra en silencio la atmósfera de una ciudad que ama y detesta. Aquí está el terrible Oroza de poesía llameante que en los sesenta levantaba multitudes en la universidad contra Franco; el que dormía en el suelo al lado de una pensión de obreros.

En 1979 lo estaban dando por muerto en el Café Gijón, donde reinó una década. “Desapareció de pronto sin dejar rastro ni noticia. Algunos dicen que ha muerto y que su espíritu se aparece”, dijo uno ese año en El País. Pero para entonces ese espíritu ya cantaba en Vigo. Llegó a la ciudad escoltado por una falsa ‘secreta’ que lo sacó detenido del Teatro Malvar de Pontevedra en 1975 para evitar que lo linchase la multitud tras recitar Desfile de la Victoria, “o mellor poema antifranquista que coñezo”, dijo Manuel Rivas. Aquí lo depositó la policía postiza. Sin más. De paso, puestos a tomar decisiones, abandonó la poesía protesta.

Alguna tarde al mes se sube al autobús y aparece en Pontevedra a dar paseos furiosos por el casco viejo, porque Oroza masca las palabras a ritmo de caminante. Lo paran por Vigo para celebrarlo como si fuese una estrella de rock, que en cierto modo es. Ni beat, ni maldito. Si acaso, un fugaz precursor del rap y un hombre tremendamente delgado. Fuma durante la entrevista un cigarro tras otro, y cuando acabamos, le ofrezco la cajetilla, en la que quedan dos: “¡Quita, quita! Eso me escaralla la garganta”.

Eléncar, Cabalum, En el norte hay un mar que es más alto que el cielo… Sus libros son inencontrables.

­—Se agotan todos. Ese último de la Diputación era un horror. Había muchos errores. La disglosia, que es terrible. La oralidad viene de orar, pero no en las iglesias, sino ante lo que amas.

¿Qué ama usted?

­—La luz de pensamiento. Y la luz bajo el ojo cósmico, que es el sol. Yo soy un vagabundo. No sé a dónde voy, pero mientras exista luz, me dirigiré hacia ella. Sin el pensamiento no hay poesía ni hay nada. Hay que vivir en poeta y escribir en poeta. Yo no comprendo el ser artista en horas libres.  Si se le posó a uno el pájaro en el hombro y le empezó a cantar, es necesario recibir el mensaje de ese pájaro. Y lo demás son pajas mentales.

Sus recitales impresionan.

—Yo tuve la suerte de encontrar a un tipo que es Carlos Vilas Bugallo, pintor y filósofo. Me comprendió. Hizo dos vídeos, maravillosos, uno de Cabalum y otro de Alicia.

¿A usted ese pájaro a qué edad se le posa?

­—No lo sé. ¡Si lo supiera!

¿Cómo fue su niñez?

­—De una soledad profunda. Eran unos tiempos terriblemente oscuros en este país. Hemos vivido muy alejados de esa cosa propicia que es la naturaleza, la amistad, la solidaridad. La naturaleza se venga de nosotros si la maltratamos. Vienen las tempestades a destiempo… Se está poniendo todo al revés. Como no cuidemos el paisaje lo vamos a pagar muy caro.

¿Cómo era su relación con sus padres?

­—Pues bien. Yo tengo un oído muy predispuesto a la palabra porque he oído cantar muy bien en mi casa. Tuvimos necesidades como todo quisqui, pero había un instrumento en cada rincón: un violín, un piano. Y siempre se sacaba alguna nota.

Los padres siempre prefieren que sus hijos les digan que quieren ser notarios.

­—Claro. Y viene la amenaza, porque la poesía es una amenaza. Una carga de fatalidad. Muy hermosa, porque sin poesía no existe la vida. La poesía es un canto; un canto sin rima, pero con ritmo interno. Dice Withman: “Aquel que camina una sola legua sin amor camina amortajado hacia su propia tumba”. Y de repente le sueltan: ‘Ahora usted se contradice’. Sí, les contestó: me contradigo porque contengo multitudes. Una persona sin contradicciones no tiene afecto a nada.

Defiende la poesía de los bardos.

­—Los bardos de aquí. Estuve hace unos días en San Simón. “As ondas do mar de Vigo…”. Los poetas gallegos antiguos cantaban a la naturaleza, al amor…

Usted fue un poeta de la protesta.

­—Sí, sí. Pero esa etapa la superé. Me he interiorizado más. He regresado a mí mismo.

¿Al silencio?

­—El silencio también se escucha y también provoca. El silencio te dibuja el camino y te da la pauta. Es necesario escuchar. Mis poemas nacieron oralmente y no los transcribo al papel sino con verdadera repugnancia. Totalmente. Hemos pasado de la palabra al signo.

¿Se arrepiente de algo?

­—No. Me he equivocado. Y bien equivocado. A veces eso produce grandes hallazgos. Lo exacto no existe. Mira el milagro de la naturaleza: estamos en otoño, pero ya hemos entrado en invierno. Yo no sé a dónde vamos, pero tampoco me preocupa.

Peor es no saber de dónde se viene.

­—Eso es el terror. Eso da pánico, porque el niño ése es irrecuperable. El estado de la inocencia es irrecuperable. Después ya viene la madurez, el desengaño, la fatalidad de existir. Yo siempre he envidiado a la gente que duerme en los bancos de los parques a pleno sol. Siempre están esperando el canto.

¿Ha dormido usted en ellos?

—Sí. Y es un placer enorme.

¿Ha estado atormentado?

­—A veces sí. A veces quise cambiar el mundo, pero son sueños de juventud. Luego te das cuenta de que es imposible. Los que vienen a salvar el mundo lo estropean más.

Hay que protegerse de ellos.

­—Desde luego. De los salvapatrias. Lo dijo un inglés: “La patria es el último refugio de los canallas”. Cuando te ponen una bandera ya te obligan a ser lo que no eres. Voy a coger otro cigarro, ¿puedo?

No sabía que fumaba.

­—No debo y no lo hago, pero cuando estoy con gente, sí. Además queda bien el pitillo, ¿verdad?

¿Le gustaría volver a ser joven?

­—Pues no. ¿Para qué?

Las chavalas.

­—¿Las chicas? Vienen mucho a mis recitales. La mujer de hoy, sobre todo la mujer joven, entiende mejor el poema. Lo que pasa es que las hemos empujado a cumplir un papel que no es cierto. La mujer tiene un talento como el hombre, a veces más.

¿Fue seductor?

­—Es una parte de la poesía.

Muchos se hacen poetas para ligar.

­—Yo no. La poesía es total.

¿La poesía es un fin en sí misma?

­—Si cargas con esa fatalidad te da los mejores momentos de tu vida. Yo tuve 600 personas en ese teatro [señala en dirección al edificio de Caixanova]  y estaban todas con un silencio enorme, y la mitad eran jóvenes con talento, con disposición para entrar en la aventura. Porque la poesía es una aventura.

¿Qué ha hecho usted para vivir de la poesía?

­—Vivir con sobriedad. Yo necesito muy poco para vivir. Necesito básicamente vivir… Pero voy trampeando. Me pagan bien los recitales.

3.000 euros.

­—3.000 euros sí, es mucho. Pero yo doy algo más. Y tuve la suerte de encontrar a Vilas Bugallo, que hizo cosas maravillosas, como son esos vídeos: Alicia y Cabalum.

Cuando no encuentra las palabras directamente las inventa.

­—Las invento, sí. El idioma se agota también… ¡A ver si vuelvo a Pontevedra a dar un recital! Es una de las ciudades más cultas de Galicia.

Tiene una gran tradición cultural.

­—Y lo que no es tradición es plagio. Siempre hay que tener un punto de partida.

Usted tuvo a Hölderlin.

­—Hölderlin es el maestro. ¡No lo entendió Goethe! Los pensadores no entendieron nunca a los poetas. Los recupera después el tiempo. Porque Hölderlin era el padre de la poesía. “En la divinidad únicamente creen aquéllos que lo son porque hay una raza tenebrosa que no se siente a gusto cuando habla un semidiós, ni tampoco entre los hombres cuando se manifiesta un celestial porque en la divinidad únicamente creen aquellos que lo son”. Lo que pasa es que el idioma fue raptado. Hay que devolverle al idioma las palabras que le han sido robadas.

¿Lee a sus contemporáneos?

­—Sí, leo. Hay un poeta español que me gusta mucho que es Cernuda. Estuvo en Inglaterra. A mí me gustan mucho los poetas ingleses. En Inglaterra adoran a los poetas ingleses. Se valora la oralidad. Les hacen leer en voz alta para saber pronunciar. Distinguir el signo de la palabra. Cuando la palabra pasa al papel ya es signo. Pierde la voz, y hay que darle voz a lo que está muerto.

Umbral dijo que cuando paseaban por Madrid y veían una obra usted le decía: “Mira Paco, ya están buscando otra vez los huesos de Machado”

­—Umbral era un tipo de talento pero bastante demagogo. Buscaba el éxito rápido, y cuando se busca el éxito te conviertes en esclavo. Escribes ya exactamente lo que quieren leer.

¿Usted no?

­—Siempre hay que conceder algo. A la gente que te escucha hay que darles algo. No se puede ser soberbio y estar en la torre de marfil. Hay que aprender de lo más sencillo. El poeta es lo más antiguo que hay. Antes que la imprenta.

Fue amigo de Uxío Novoneyra.

­—Un gran poeta. Una gran persona.

Cuando estaba con él en su casa de O Courel un día les visitaron los poetas de Pontevedra, que tuvieron que hacer un viaje de un día en coche, y usted se metió debajo de una cama agarrado a sus poemas pidiéndole que no abriese la puerta, porque venían desde allí a robárselos.

­—Nooo. Mentira.

Es parte de su leyenda.

­—La gente aumenta mucho las cosas.

¿Le alegra el reconocimiento a Novoneyra?

­—Fue un tipo muy fiel a su actitud ante la vida. Contemplaba las almas. Era inocente en el sentido poético. Es un poeta completamente haiku. Lo que produce el Courel es cierto.

¿Cómo es su vida aquí?

­—Paso las noches escribiendo. Traduzco lo que veo. Trato de mejorar la realidad. Hasta la madrugada.

Se levanta tarde.

­—Sí. A veces salen cosas y otras no sale nada.

Es muy exigente.

­—Porque si yo no le tengo respeto a lo que hago, no lo van a tener los demás. Hasta que no me suena rotundamente, no lo saco.

¿Vive solo?

­—Comparto piso ahí abajo, con el pintor Vilas Bugallo. Pero sí, estoy solo. En mi habitación, cerrado. Durante el día me fatigo, paseo.

Pasea sus derrotas, escribió.

­—“Todas las tardes por las calles de Vigo paseo mi derrota; algunas veces me desvío y espero la llegada de un barco”. Pero ese barco nunca llega. Si llegase, sería un pasajero, y yo no quiero ser un pasajero. Yo viajo con el pensamiento.

¿Se siente reconocido?

­—Nunca me importó. Es una esclavitud. En la película ‘El lado oscuro del corazón’, aparece un poeta en una casa de prostitutas y a una de las chicas se la encuentra leyendo a Rilke. Después él triunfa y es reconocido, y publica un libro, y llega a ver a esa prostituta que le dice: “Ahora ya no me gustas”. Tras haber conocido el éxito él pasea con el fracaso de ser poeta, porque ser poeta es un auténtico fracaso.

¿Sí?

­—Sí, no te sale nada bien. Y ese poeta va por el campo, ve a una vaca que le muge: “Muuu”, y él dice: “Ya me lo decía mi madre, que iba a ser un desgraciado”. La vida es el regreso de una batalla perdida. Hay dos accidentes aquí: nacer y morir. Y se acabó todo.

¿Le da vueltas a la muerte?

­—A veces. No me da miedo.

Pla decía que el secreto para ser feliz es no sentir nunca envidia.

­—¡Claro! Yo no tengo envidia. Que triunfe todo el mundo. Pero el triunfo es una falacia. Cuando triunfas tienes que obedecer. Tienes que someterte. El triunfo es de los guerreros, no de los poetas. Y ni siquiera de los guerreros, que no tienen razón de existir. Dan pena todos.

¿Sigue la actualidad política?

­—Me aburre. Hubo un momento que la seguía, pero es un disparate. Hay mucho analfabeto ilustrado, funcional, papagayos, palabreros. Que sufren de incontinencia. La poesía es mirar lo que tienes tú, y decírtelo.

Le ocupa todo la poesía.

­—Se lo he entregado todo. Hay gente que me viene a ver. Hubo 600 personas en ese teatro. Pero yo no puedo ir a todos los recitales.

Usted directamente la habla.

­—No puedo evitarlo.

Le paran por la calle.

­—Gente que no conozco, sí, y me paran a saludarme. Gente muy humilde. Un camionero vino a un recital mío, y contaba luego: “Yo ya no sé repartir porque se me quedaron las palabras en el oído”.

¿Se relaciona con literatos?

­—No. Estoy completamente aislado. Estoy marginado por el problema del idioma. ¡Yo no sé escribir en gallego! Yo me formé en otra musicalidad, la del castellano.

¿Marginado en Galicia, entonces?

­—Mi discurso va por otro lado. Yo me he criado en Madrid toda mi puta vida. Aprendí el castellano, me sonó al oído, y no sé construir en gallego. Si supiera, lo escribiría. Es muy bonito. Es un idioma latino. Tiene muchas cosas del griego. Mira la palabra ‘ágora’, que sin acentuar es ‘agora’, lo inmediato. ¿Puedo coger otro cigarro?

Por favor.

­—Lo que pasa es que lo están interviniendo. Rosalía escribía un gallego muy bonito. El romanticismo llegó a España gracias a ella, no a Becquer.  Lo pasó muy mal.

Me decía que lo escuchan y lo leen muchos jóvenes.

­—Los jóvenes se quedaron sin modelos. La gente joven no tiene modelos. Tenían antiguamente a Bob Dylan.

¿Le gusta Bob Dylan?

­—Sí, es un poeta, ¿o no? Y Cohen. Cohen dice que no hay que regresar al lugar donde se ha sido feliz. Y además yo cómo voy a regresar al pueblo si han talado los árboles, se ha edificado irracionalmente. Prefiero tenerlo como está ahora. Voy a llegar allí y va a ser un fracaso de recuerdos.

¿Cuál fue su primer poema?

­—Tenía doce años. Decía: “No me llenes tanto el corazón de ti”.

Lorca fue un cantor.

­—¡Es oralidad pura! Una maravilla. Lorca elevó la poesía a su tono más alto. “A las cinco de la tarde el gentío rompía las ventanas”. Maltrataron a Lorca.

¡Y tanto!

­—Y tanto, sí. Es el cantor por excelencia. Es el poeta que más me gusta de los españoles.

¿Leyó a Rimbaud?

­—Por supuesto. Lo que pasa es que le abandonó la poesía. La poesía se ensaña con el que más quiere. Luego lo abandona. Es una gran puta. Rimbaud comprendió que lo había dejado la poesía y buscó un lugar paralelo: la aventura.

¿Y si le pasa a usted eso?

­—Yo procuro que no me abandone, porque sería para mí marcharme de la vida para siempre. Cuando todo nos falla, nos queda la poesía. “Dejad que el trigo crezca en las fronteras”.

¿Qué le parece Gil de Biedma?

—Me gusta, pero es un poeta pequeño, ¿eh? Estoy con Rilke, Cernuda, los poetas gallegos antiguos…

Leí que había salido a hombros de algún recital.

­—Yo creo que eso también es mentira. Parte del mito, ¿no?

Pero sí es verdad que lo tuvieron que escoltar en Pontevedra para defenderlo de la turba.

­—Sí, sí. Entre ellos un amigo de Manuel Rivas que se llama Ánxel Vázquez de la Cruz, que es un médico de aquí de Vigo y una persona excepcional. Si yo estoy en Vigo es por un error. Me vine con ellos y aquí me quedé. Fue por la poesía ésa de “Amanecer stop cuidado / ¡Prohibido el paso!”.

Las incomodidades de las dictaduras.

­—Es terrible: lo niega todo. Y tiene la afición de matar a los poetas.

No le puedo llamar beat.

­—Es que yo no tengo nada que ver con eso. Yo estaba acertando en España cuando Allen Ginsberg hacía un poema que no me gusta nada. Yo ya estaba universalizando al pueblo en la poesía y la contracultura.

Tampoco maldito.

­—Soy comunicador. Los recitales míos son de comunicación. ¿Tú estuviste aquí en el teatro? Fue muy bonito. La gente coreaba los poemas. Yo tengo muchos fans en el mundo del rock. Y del rap, porque yo hacía ya el rap antes de existir [canta a ritmo de rap]: “Puedes poner la cabeza arriba / puedo entrar / quiero entrar…”

¿Conoció a Leopoldo Panero?

­—Sí. Tiene un defecto: practica mucho el victimismo. ¿Te importa si fumo otro?

No, qué va. Están para usted.

­—Me impresionó mucho la isla de San Simón. Es la isla del pensamiento.

Fue una cárcel siniestra.

­—Sí, pero eso hay que olvidarlo ya porque no vamos a estar con la derrota siempre.

¿Cómo es su relación con el amor?

­—Grandes fracasos, grandes aciertos. Con el amor siempre inventamos más de lo que tenemos enfrente. Dice un poeta: “Lo primero es inventarte, luego ya te irás pareciendo”. Dice Mallarmé: “Triste es la carga si supiéramos que el amor era esto”.

¿Cuántos años tiene usted?

­—Muchos.

¿78?

­—Sí [tiene 77]. Espero de la vida conservar el canto, y cuando termine, el accidente viene y es inevitable.

¿Cree en Dios?

­—Creía antes pero ya no. Le he preguntado muchas cosas y nunca me respondió.

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