Tonterías

El otro día coincidí en una cervecería con un ‘gafapasta’ que pronunciaba a sus acompañantes un discurso sobre la trivialidad de los asuntos cotidianos que muchos escritores tratamos en nuestras columnas. Al individuo en cuestión parecía molestarle que el relato de vivencias cómicas o la proyección de reflexiones personales sobre temáticas como sacar a pasear al perro, el cine o nuestra última experiencia nocturna formasen parte de un espacio que, a su modo de entender, debe reservarse al ejercicio de disertaciones sobre la macroeconomía, las guerras y la política. Sin entrar en el ademán de hipocresía ‘cultureta’ que trataba de desplegar, le contesto que hay pocas cosas tan profundas como meditar sobre fenómenos como la angustia ante la muerte, el amor o el conocimiento. No hay otra cosa en la vida. Vivimos en un río de tonterías tan o más imperdonable que esas que denunciaba este ilustrado. Decir ‘filosofadas’ del tipo «si todos los hombres del mundo se diesen la mano no habría guerras» es lo mismo que afirmar nada. Es repetir lo que uno escuchó. No se crea que lo que se asegura con gesto grave es lo esencial. Tampoco crea en los imbéciles que se dan aire de trascendencia y pretenden hablar de temas importantes. Claro que es relevante la contaminación ambiental. Pero se puede hablar una hora de eso sin decir absolutamente nada y sin que a nadie le importe.

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