Tronistas

Estoy pasado de moda. Siento que me he convertido en un hombre casi pretérito, en el último heredero de un modelo de masculinidad agotado. Ese patrón varonil en el que tenían cabida los guapos y los feos, los fuertes y los ‘tirillas’, Serge Gainsbourg, Marlon Brando, Arturo Fernández. El atractivo era algo que las mujeres te otorgaban, que tenían que encontrar y que terminaban hallando no sé dónde. Homer Simpson era barrigón y sexy, tocar rock y drogarse un sinónimo de ligar más y bastaba con hacer reír a la chica que querías conquistar para volverla loca. No había clones ni replicantes. Cada uno tenía su propio ‘charme’ y nadie sabía qué demonios era eso del modelo de belleza, porque todas las mujeres eran distintas y los hombres aún aspirábamos a inventarnos y a tener un estilo propio. Me di cuenta de ello el otro día en la playa de Areas: el pelo pincho a lo Álvaro de Benito (tipo césped) ha derrotado a la melena y el vello que luzco orgulloso en el pecho hace que parezca poco menos que un gorila entre esta fauna de ciclados que se depilan desde la nariz hasta la canilla. La belleza tiene hoy más que nunca un referente: el del programa ‘Mujeres, hombres, bíceps y berzas’, el del mundo de los futbolistas. Pendientito de brillante, gimnasio, tatuajes, Somatoline y accesorios de Dolce Gabbana de la feria. Los ‘tronistas, los ‘canis’ y las ‘chonis’ toman la península.

Comentarios