Un don nadie

Espero no ser ni la primera ni la única agradecida por las palabras que ayer dedicó el líder del PSC, Pere Navarro, al Rey. Y espero, además, no ser la única indignada por la reacción del PSOE, que corrió a desmarcarse de sus palabras en menos que canta un gallo. Todo ello en medio de un debate sobre el Estado de la Nación en el que, para ver saltar al ruedo a la monarquía, tuvimos que esperar al segundo día y a las intervenciones de líderes menos comedidos.

El Príncipe es un don nadie. Si bien inminente monarca, dada las penosa situación en la que se encuentra su padre -hoy mismo se confirmó la enésima operación-, no ha hecho nada por merecer nuestro apoyo. Y tiempo no le sobra.

Si don Juan Carlos tuvo ocasión de legitimar su figura y, para algunos, cumplió; las escandalosas circunstacias actuales parecen el caldo de cultivo perfecto para que Felipe haga lo propio. Una simple declaración de repulsa al ya famoso internacionalmente estado de la corrupción, lisa, transparente, con nombres y apellidos y llamando a las cosas por su nombre. Lo que otros llamarían coger el toro por los cuernos, vaya. Y, sin embargo, Felipe no parece muy dispuesto a hablar, ni a hacer, ni a condenar, ni a nada de nada.

Las palabras de ayer de Navarro no deberían ser reprochadas sino agradecidas. Por nosotros, por ser el primero en plantear la cuestión abiertamente y desde el respeto. Por la propia Familia Real, porque no es sino uno de los más sabios consejos que un declarado republicano puede darle. No se trata de monárquicos o antimonárquicos, es de sentido común reclamar que una institución al parecer incuestionable sea capaz, hábil o, al menos, útil.

No podemos justificar la inacción del Príncipe, su falta de crítica, su falta de autoridad, basándonos en paradigmas institucionales. No podemos tolerar que ese silencio siembre más dudas sobre hasta qué punto está la Casa Real vinculada a la corrupción a través del caso Nóos. Mañana, más pronto que tarde, tomará el relevo de su padre y lo hará sin ningún pan bajo el brazo. Tampoco le hace falta. Con líderes políticos que reniegan de la cuestión en cuanto se plantea, el camino ya está asfaltado. No es falta de estrategia, es falta de sentido común, como digo, y de sangre en las venas.

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