¡Vais a dar a los nuestros!

“¡Quietos, que vais a dar a los nuestros!”. Lo dijo Tejero durante su asalto al Congreso. Fue la frase que utilizó para ordenar el alto el fuego. Ya estaba haciendo el ridículo lo suficiente como para salir de ahí con tres o cuatro cadáveres de guardias civiles muertos en propia puerta. Como militar que era, Tejero conocía los inconvenientes del fuego amigo. Algo parecido decía Pío Cabanillas: “Cuidado, que vienen los nuestros”. 
Está de moda el fuego amigo. Yo pertenezco a una peña tan cutre que ni siquiera le hemos puesto un nombre. Nuestro jefe, Jose Antón, formó una selección de seis perdedores para hacer quinielas. De eso hace unos diez años, o por ahí. Todo empezó razonablemente bien, e incluso una vez ganamos doce euros, o así. Antón nos motivaba prometiéndonos que las ganancias multimillonarias estaban a la vuelta de la esquina. Éramos un equipo que creía en sus posibilidades y hablábamos de lo que haríamos con el dinero: “Yo me compraré una mansión cojonuda en el Caribe y montaré tremendas fiestas a las que estáis invitados”, soñaba uno; “Pues yo no, yo seguiré haciendo la misma vida y no voy a cambiar”, mentía otro. Así pasaron las primeras semanas, hasta que un día Antón propuso que los tres que presentaran los peores resultados pagarían una cena a los otros tres. Ahí se desvanecieron nuestras opciones, porque empezó el fuego amigo. 
Nuestro objetivo cambió sin que nos diéramos cuenta. Dejamos de cubrir las quinielas para hacernos ricos y empezamos a competir entre nosotros para no pagar la cena. Las expectativas se redujeron así notablemente. Desde entonces ya nadie quiere conseguir un pleno. Nos basta con estar entre los tres mejores de un grupo de seis. Cada vez que acaba una vuelta de la temporada nos juntamos para cenar croca de ternera. Nosotros imaginamos que la croca es como el caviar, que nunca hemos probado, porque además de ser todos unos perdedores somos pobres, acaso porque una cosa lleva a la otra. El caso es que los tres vencedores llegan a la cena exhibiendo la victoria, contentos como si hubieran ganado quince millones por barba y forman un equipo propio para restregar la cuenta en las narices de los tres que pierden. No recordamos ya los tiempos en que el objetivo era la riqueza. Ya nadie habla de las fiestas en la mansión del Caribe. Sólo aspiramos a que con una media de siete aciertos por semana nos llegue para librarnos de pagar la croca. 
Fuego amigo también es el que se produjo el otro día en Pasarón. Tilve entró en el Consejo del Pontevedra CF con un equipo propio y a los dos días ya tenía una pancarta en Norte en la que le estaban llamando traidor. Para llamar traidor a Tilve hay que esperar al menos unos meses y comprobar si lo es o no lo es. Eso se lo ha ganado, digo yo. Hoy por hoy, una pancarta que diga “Tilve traidor” resulta tan poco creíble como la afirmación de que Teresa de Calcuta era una asesina en serie: “Teresa de Calcuta psicópata”. Llamar traidor a Tilve es la cosa más tremenda que se ha hecho en Pontevedra desde que el conde de Caminha le pegó un tiro en el cuello a Tristán de Montenegro
Tilve era hasta el otro día el mecenas generoso, el amigo de las peñas, el gran benefactor de la afición, el más granate entre los granates. Y en cosa de dos segundos pasó a ser el mayor traidor. Una cosa es que uno no lo apoye, pero hay un trecho, o debiera haberlo, de ahí a llamar traidor a un señor que lo que ha hecho ha sido pagar autobuses a la afición y poner su dinero en el club, sin que a fecha de hoy haya pedido algo a cambio. Muchos hemos dado nuestro apoyo a la plataforma Acción Granate, y por tanto no se lo hemos dado a Tilve. Lo que nos toca de momento, al menos a mí, es aceptar que Tilve ha conseguido mayor presencia en el Consejo porque ha reunido más acciones que lo soporten. A partir de ahí, o alguien junta más que él, o habrá que esperar a que nos traicione antes de llamarle traidor. Al menos darle tiempo a que tome una decisión, aunque sea buena. 
Poco más se puede añadir, salvo que suscribo todo lo dicho por Xabi Fortes en artículo publicado aquí mismo el pasado viernes, que tiene muchas más credenciales que las mías o que las de cualquiera para hablar del asunto. 
Parece que en este caso, como en el de nuestra peña de la quiniela, el objetivo se desdibuja. A este ritmo, con tanto fuego amigo vamos a acabar disparándonos entre nosotros para ahorrarnos una cena.

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