Victoriano Otero y Alejandro Izuzquiza recibirán las Cebolas de Ouro 2016 de Sanxenxo

Otero, exfuncionario municipal que sumó 54 años al servicio de Sanxenxo, reconoce su sorpresa por el premio. Izuzquiza recibe el galardón después de tres décadas veraneando en la villa
Alejandro Izuzquiza (izq.) y Victoriano Otero.
photo_camera Alejandro Izuzquiza (izq.) y Victoriano Otero.

El exfuncionario municipal Victoriano Otero y el veraneante Alejandro Izuzquiza serán galardonados con la Cebola de Ouro en la próxima edición de la fiesta, que se celebrará el 4 de septiembre.

El Concello de Sanxenxo dio a conocer el sábado los nombres de los dos galardonados, que han sido facilitados por un jurado que valora, en especial, la lealtad demostrada por ambos a Sanxenxo. Otero, que completó hace unos años su vida laboral en un cargo en la entidad municipal, se destacó por su trayectoria al servicio del Concello, mientras que Izuzquiza, que acumula méritos laborales como inspector de seguros del Estado, ha sido un fiel visitante todos los veranos desde que descubrió la villa marinera, hace 30 años.

Victoriano Andrés Otero Iglesias empezó a trabajar en el Concello de Sanxenxo cuando tenía 16 años y lo hizo como ordenanza, pero fue escalando puestos en el plantel hasta llegar, incluso, a desempeñar las responsabilidades de secretario accidental. Otero, que agradece el respaldo que le prestaron sus compañeros, recuerda aún el acto de su jubilación, en 2012, cuando se reunieron en una comida todos los trabajadores municipales.

Victoriano Otero: "Me sorprende el premio por la composición del Gobierno. Es grato ver que saben que estuve al servicio de todos"

Como trabajador del Concello acumuló 54 años de vida laboral, y en ninguno de ellos necesitó tomarse una baja. "La enfermedad me respetó", afirma con humildad, para explicar, a renglón seguido, que ha sido persona de confianza "y siempre leal" a los doce alcaldes con los que trabajó.

El extrabajador reconoce que le ha sorprendido la concesión de este premio. "Recibo este premio con sorpresa, porque fui cocinero antes que fraile, ya que formaba parte del Tribunal cuando se crearon las bases para estos premios". Y tampoco duda en reconocer que "me sorprende por la composición del Gobierno actual; me resulta grato comprobar que entendieron que he sido un funcionario al servicio de los ciudadanos".

Otero ha tenido un papel muy activo en la historia reciente del Concello: ha sido el artífice de la primera campaña que potenciaba la imagen turística de la villa; encargado de poner en marcha el expediente que recuperó el escudo e instauró la actual bandera y trabajó por la Feira da Cebola. Gracias a esas aportaciones recibió cinco Votos de Gracia, distinciones otorgadas por el Pleno de la Corporación o por la Comisión de Gobierno, en reconocimiento a diferentes trabajos y el Premio Aviador Piñeiro al Mérito Histórico otorgado por la Asociación de Vecinos de Adina en 2013.

30 AÑOS. El segundo galardonado en esta edición de la Feira da Cebola es Alejandro Izuzquiza Ibáñez de Aldecoa, natural de Madrid, padre de cinco hijos y director de operaciones del Consorcio de Compensación de Seguros, dependiente del Ministerio de Economía, una entidad que se encarga de indemnizar en caso de catástrofe naturales, de atentados terroristas y a las víctimas de accidentes de circulación producidos por vehículos que circulan sin seguro o no identificados.

  Alejandro Izuzquiza: "Tengo que reconocer que la Cebola de Ouro es un premio que me emociona especialmente, por inesperada"

Uzuzquiza también acumula honores como la Medalla al Mérito del Seguro como inspector de Seguros del Estado y la Medalla al Mérito Militar por la sensibilidad con la que trató las indemnizaciones a miembros del ejército español en misiones de paz. "Pero tengo que reconocer que la Cebola de Ouro me emociona especialmente, por inesperada, y porque nunca pensé que ser un enamorado de Sanxenxo me convirtiese en merecedor de esta distinción".

El premio por su relación con Sanxenxo llega 30 años después de que descubriese la villa. "El primer día que llegué, aparqué el coche y nos fuimos a tomar unos vinos y unas tapas a Sanxenxo, y luego andando hasta Portonovo. Mis amigos en Madrid estaban preocupados por si me adaptaría a este pueblecito gallego que no conocía, así que lo primero que hice fue buscar una cabina y llamarles, ese primer día, para decirles que estuviesen tranquilos, que de aquí no me movería nadie" recuerda.

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