Visiones y éxtaxis

El sacerdote Pablo Carou expone varios argumentos para respaldar la petición de que María Antonia de Jesús, A Monxa do Penedo de Cuntis, sea beatificada
Estatua de la monja situada al lado del templo parroquial de Cuntis
photo_camera Estatua de la monja situada al lado del templo parroquial de Cuntis

Entre los argumentos que aporta la comisión vecinal de Cuntis que lleva a cabo las gestiones con el objetivo de conseguir la beatificación de María Antonia de Jesús, conocida popularmente como A Monxa do Penedo, figuran tres que fueron expuestos por Pablo Carou, el párroco de San Breixo de Barro, en el sexto congreso dedicado a su figura, celebrado el día 14 en el Balneario de la localidad: visiones, éxtasis y alocuciones.

Narró entonces el sacerdote que, después de haber vivido durante dos años en Caldas de Reis con una tía y el abuelo paterno, decidió volver a su casa de Cuntis. Después de una larga caminata, en la que se detuvo a contemplar los montes, se quedó dormida. "Cuando desperté, me hallé cercada de un rebaño de ovejas. Todas estaban alrededor de mi echadas, sin pastor que las guardase, ni apareció por allí persona alguna", narra María Antonia" en su autobiografía, a la que recurrió Carou para ilustrar su intervención. "Yo me fui y las dejé", agrega.

"Sin duda fue una visión profética", concluye el sacerdote. "¿Cómo podría interpretar aquella niña de apenas doce años, sin letras y sin escuela como la mayoría de las mujeres gallegas en aquel entonces, que el Señor le estaba indicando la que sería su misión en la vida?", plantea.

La segunda "vivencia mística" a la que se refirió alude a una noche en la que "creía que se acercaba la última hora", y Cristo le indicaba el camino a seguir para evitar "el fatal momento". Expone María Antonia, que se sintió tentada por un hombre. En ese trance, le habló diciéndole "apártate de la ocasión en que me puedas ofender y sígueme".

Mirando hacia atrás, recuerda que "no podía estar de pie ni de otra suerte, más que revolcando, postrada en la tierra: era tanto el morir mío que concebí cierto que era aquella la última hora de mi vida". Más adelante recibió de nuevo el mismo mandato. "En el corazón humilde y obediente reposa mi cabeza. Tu serás la fundadora de un convento", afirma que le ordenó "el divino hacedor".

"A pesar de las reticencias y de las dudas que María Antonia pudiese albergar, dudas no carentes de lógica (recordemos que estamos tratando de una mujer analfabeta, sin estudios pobre y enferma), varias jóvenes de Baiona, localidad en la que ahora reside, se le acercan y podríamos decir que este será el germen, el inicio de la gran obra espiritual que nos va a dejar", señala Pablo Carou.

Dolores. Siguiendo el relato de María Antonia, la monja se refiere al anuncio de que "Sentiría sus dolores en la semana de su Pasión" y se refiere a momentos en los que llegó a mantener conversaciones cos Dios. "Unía mi alma, muy a menudo, estrechamente, con su divino espíritu, y con esto tenía su divina majestad divinos coloquios con su alma".

Sucedió en la Semana Santa del año 1729, al igual que, los "desmayos", "el sudor frío" y los desmayos que sufrió. "Pero no perdí el sentido, que estaba más vivo para sentir que nunca", precisa María Antonia en su autobiografía. La religiosa de Cuntis añade que la intercesión de "mi divino esposo" hizo posible que en la madrugada del domingo "de repente se apareció el divino sol de justicia en las dos partes de mi alma, superior y sensitiva (...). No he visto cosa corpórea como, a mi entender, lo vio la Magdalena".

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