Y yo te digo que no

Haga memoria. Recuerde el pacto entre BNG y PSdeG, tras las elecciones, para gobernar Pontevedra. Lores y Louro escenificaban su acuerdo y hacían el amor ante toda Pontevedra. Parecía aquella una pareja feliz. Pero pronto Louro se dio cuenta de que las cosas no iban como él esperaba. Las urnas habían destrozado el anterior equilibrio, relegando a los socialistas a papeles secundarios. Más bien a ejercer de figurantes en una película en la que todo el protagonismo sería para el BNG. Atrás quedaban los tiempos dorados de Tere Casal, cuando el PSdeG pintaba algo.
Pasaron así un par de años en los que Louro luchó por aparecer en algún plano. Día tras día llegaba al rodaje y el director-protagonista le cantaba aquella canción de Derribos Arias: «Tú me dices que me quieres y yo te digo que no. Tú me dices que me adoras y yo te digo que no. Por favor no me persigas, te lo pido por favor, porque si tú me persigues cambiaré de dirección». La letra sigue, pero Lores sólo cantaba ese fragmento. Harto de la situación, hace hoy algo más de un año, Louro firmó con Jacobo Moreira el llamado ‘Pacto de San Francisco’, del que surgió aquella moción que instaba al Gobierno a redactar un nuevo PXOM y daban para ello un plazo de un año que se cumplió sin que el BNG hubiera dado el menor paso. 
Lores y su equipo, empezando por Mosquera, no se asustaron lo más mínimo: «Buah», dijeron, «e se non o facemos, que? Non teñen collóns». Los socialistas decidieron seguir con una nueva hoja de ruta que fijaba unos plazos para ir distanciándose del BNG a medida que se acercaba el final de la legislatura. Los desacuerdos continuaron y fueron cada vez a más: después del PXOM vino la recepción de Pasarón, y luego la prórroga del contrato con la concesionaria de la recogida de basuras y la planta de compost, y así. Ninguno de ellos era un tema menor. En realidad uno solo hubiera bastado para  romper un gobierno, pero en el PSdeG observan entre confusos e indignados cómo esa estrategia no arroja fruto alguno. Ni consiguen que Lores haga la más mínima cesión ni encuentran eco en sus protestas más allá de las filas del PP, lo que no parece convenirles demasiado tampoco.
Lores y los suyos más bien parecen divertidos con todo esto. Saben que no tienen nada que perder, haga lo que haga el PSdeG. Los desacuerdos benefician al BNG mientras los socialistas sigan como socios suyos, e incluso en el caso de que decidieran romper seguirían ganando los nacionalistas. Pero el escenario genera confusión entre la ciudadanía y sobre todo entre la militancia socialista, que además está partida justo por la mitad. Mucha gente viene haciéndose la pregunta lógica: «Si el PSdeG no está de acuerdo con el BNG absolutamente en nada, ¿por qué siguen con ellos?». Y claro, ninguna de las posibles respuestas beneficia tampoco a los líderes socialistas. 
No cabe la opción de que sigan por el interés de la ciudad. «No estamos de acuerdo en nada pero seguimos en beneficio de Pontevedra». Venga ya. Una posibilidad es que teman que la sangría que sufrieron en la últimas europeas se amplíe si abandonan ahora. Lo cierto es que el BNG fue la única fuerza de las tres presentes en el Concello que aumentó en número de votos. Una segunda opción es la ya apuntada: simplemente, «non teñen collóns». Y la tercera es que no sigan en interés de la ciudad ni de sus  representados, sino en interés propio.
Mi opinión personal, que no vale para nada, es que hay una mezcla de los dos primeros factores: temen la reacción de la ciudadanía, temen convertir al suyo en un partido más minoritario de lo que ya es, temen llevar a mayores las luchas internas, temen arrimarse demasiado al PP, temen parecer muy duros con el BNG, temen al qué dirán, temen, temen. Y temiendo, temiendo, tratan de nadar entre dos aguas, como si eso fuera posible en política. Pero como tampoco pueden compartir todos esos miedos con los electores, corren el riesgo de que la explicación que encuentren algunos es la que de verdad deberían temer: que si siguen como socios del BNG es por motivos particulares. 

En un gobierno se está o no se está, y si se está es porque hay un amplio consenso sobre todos los temas generales. Pero estar sin estar no parece lo más inteligente, sobre todo cuando esa estrategia beneficia a todos menos a ti y tienes a tus rivales encantados con tu indecisión. O entras o sales. No te quedes en la puerta sin saber qué hacer. 

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