Zapaterismo rubalcaniano

la nostalgia que el PSOE demuestra por los dorados años del felipismo renace con fuerza en la elección del candidato Rubalcaba. En esta floreciente y primaveral explosión de democracia a dedo del PSOE, la gran esperanza blanca electoral es un clon del pasado socialista manchado por escándalos como los Gal y Filesa, cuestionado por el dudoso fair play durante la jornada de reflexión entre el 11 y el 14-M e hipotecado por el misterioso chivatazo a Eta. Muy claro lo deben de ver los dirigentes socialistas, igual de claro que el PP con Camps, ante el riesgo de que Rubalcaba quedara contaminado por la imputación formal de su cúpula de Interior en el caso Faisán. Se supone que para contrarrestar esta posibilidad, Eta tendrá un gesto con el zapaterismo rubalcananiano que permitió a Bildu estar en las instituciones por gracia de la mayoría progresista del Constitucional. Sin embargo, lo más sorprendente de la elección de Rubalcaba es esa virtud abanderada por Blanco y ZP sobre el sucesor que en realidad se sucede a si mismo. Dicen los ideólogos zapateristas que Rubalcaba es temido por el PP, como si esa fuera una condición de peso que va más allá del mero contagio de entusiasmo a los militantes propios. Es decir, que el supuesto temor que los populares puedan tener a Rubalcaba está justificado en el manejo del Sitel, la actuación policial en el Gürtel o el caso Marta Domínguez y otras peripecias del poder que por decoro callamos. Si esa es una razón de peso, es evidente que el PSOE se entrega al mobing político, a hacer oposición siniestra de la oposición, a revivir la táctica de la derecha extrema y el doberman que tan escaso resultado ha dado el 22-M. A Rubalcaba debemos reconocerle el virtuosismo de la dilatada experiencia política que tiene destellos de luz y negras noches de pesadilla para olvidar. Sin embargo, su herencia es el legado del zapaterismo del que ha formado parte, lo cual no encaja con la renovación prometida o el debate de ideas con el que el PSOE se despacha ante la sociedad cada vez que tiene problemas en las urnas; problemas derivados de su mala gestión. Los casi 5 millones de parados, aunque el desempleo oficial descienda por el efecto estacional; la mala imagen exterior y la pérdida de credibilidad y confianza dentro y fuera de España no se pueden liquidar con un teatro como el Comité federal del sábado y el abrazo entre Rubalcaba y ZP que huele a más de lo mismo, a negar la realidad como hicieron con la crisis. Esta aventura de Rubalcaba es una salida desesperada al timo del zapaterismo tanto en materia económica como a nivel de partido. Zapatero y el PSOE siguen consagrados al interés partidista y no al interés general, pues de lo contrario hubieran convocado elecciones en otoño, algo que no debemos descartar. Si hay un indicio de que la sangría de votos será menor en octubre o noviembre habrá elecciones anticipadas. Y es que el socialismo zapaterista no se salva de la hoguera de la inquisición de partido y electoral. La prueba de que no hay gobierno sino supervivencia socialista es la tardía reacción en la crisis de los pepinos. Desde fuera han puesto en evidencia al Ejecutivo español con una falta de respeto vergonzosa.

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